Tarragona cau heroicament - Diari de Tarragona

29/06/2011 11:07h Usuario: bruiz
Publicación: EX280611 Sección: Extra
ágina: Página Doble 12 y 13 Edición: General
Extra - Página Doble 12 y 13 - General
La Guerra del
Francès a la ciutat
de Tarragona
12
Diari
Dimarts, 28 de juny de 2011
13
La Guerra del
Francès a la ciutat
de Tarragona
Diari
Dimarts, 28 de juny de 2011
Hoy, acto institucional y mañana, las láminas
Los actos conmemorativos del 200
aniversario de la Guerra del Francès
se prolongarán hoy y mañana, y en
octubre y noviembre. Hoy martes
tendrá lugar un acto institucional con
una ofrenda floral y el encendido de
21 salvas de honor en la Rambla No-
va ante el monumento a los Héroes
de 1811 (conocido como ‘els despu-
llats’) a las 20.30 horas. Posterior-
mente el público asistente se diri-
girá al Pla de la Seu, donde se colo-
carán velas conmemorativas. Jus-
to hoy se cumplen 200 años de la caí-
da de Tarragona. Mañana se presen-
tará la colección de láminas ‘Els he-
rois de 1811’ del artista Josep M.
Rosselló. Será a las 20 horas en la se-
de de la Reial Societat Arqueològi-
ca Tarraconense (c. Major, 35).
En octubre, películas y conferencias
Para octubre se han previsto dos con-
ferencias: ‘Guerres: evolució, con-
seqüències i formes d’evitar-les’
(el jueves 13, en el Museu Nacional
Arqueològic, a las 19.30 horas, a
cargo de Rafael Grasa) y ‘La guerra
dels trenta anys’ (en el mismo lugar
y hora, pero el martes 25 y por Lluís
Navarro). También se presentará el
libro ‘Lo cara girat’, de Josep Mar-
tí Folguera (el jueves 20, a las 20 h,
en el ayuntamiento). Además se
proyectarán varias películas en el Mu-
seu Nacional Arqueològic a las 19 ho-
ras: ‘Las troyanas’ (el martes 18), ‘El
señor de la guerra’ (el miércoles
19) y ‘El último valle’ (el miércoles
26). El programa completo de actos
puede consultarse en la web del
Ayuntamiento.
Resarcir el olvido
H oy 28 de junio se conme-
mora la heroica defen-
sa de Tarragona frente
al sitio a que fue some-
tida por el ejército francés, pe-
ro aun siendo amplio y denso el
programa de actos conmemo-
rativos, promovidos por el Ayun-
tamiento y entidades ciudada-
nas, nunca serán suficientes pa-
ra que la ciudad de Tarragona
agradezca el sacrificio de aque-
llos hombres y mujeres que se
defendieron, hasta el último
aliento de su vida, del ataque de
las tropas invasoras.
Haciendo un poco de histo-
ria y bebiendo de la fuente del
teniente coronel de Artillería Ja-
vier de Sala, me conmueve espe-
cialmente el relato y protagonis-
mo del cuerpo de Milicias Urba-
nas que se formó para la defensa
de la ciudad.
Al margen del comportamien-
to heroico de los regimientos de
Almería, Almansa o Saboya, cu-
ya memorable defensa fue reco-
nocida por los generales que to-
maron la plaza, uno desea ren-
dir un especial homenaje a
aquellas unidades compuestas
por vecinos de toda clase y con-
dición.
1.200 bajas
Según Sala, en octubre de 1810
se alcanzaron diez compañías y
en abril de 1811 se formaron dos
batallones de diez compañías y
dos de Artillería con un contin-
gente total de 2.500 hombres.
Estas milicias se batieron como
auténticos soldados, con extre-
ma heroicidad, hasta el punto
que durante el sitio se produje-
ron 1.200 bajas.
En aquellos sangrientos días,
fueron muchos los habitantes
que trabajaron generosamente en
las fortificaciones y artillado de
las baterías. Todos colaboraban:
mujeres, niños, clérigos...
Se formaron juntas para aten-
der a los heridos y para avitua-
llar de víveres y munición a los
valerosos defensores de la pla-
za. Las pérdidas humanas fue-
ron numerosísimas, quedando
la ciudad reducida a escombros
a causa de los proyectiles ene-
migos.
236 casas destruidas
Sólo el día 16 de junio se conta-
bilizaron 1.560 bajas dentro del
recinto amurallado. La destruc-
ción fue enorme: doscientas
treinta y seis casas fueron com-
pletamente demolidas, quinien-
tas sufrieron grandes destro-
zos y numerosos edificios pú-
blicos e iglesias amenazaban
ruina. Sólo la Catedral se man-
tuvo firme. Tras el asalto se pro-
dujo el saqueo y los pocos veci-
nos que se salvaron de la carni-
cería quedaron en la indigencia.
Hubo más de 6.000 muertos.
Valor y disciplina
Es de admirar la heroicidad y pa-
triotismo de aquellos mártires
de la independencia nacional. Su
valor, abnegación y disciplina en
medio de las penalidades y ho-
rrores son prueba de su glorioso
comportamiento.
Cabe señalar que, antes del
último asalto, se contabilizaban
en Tarragona más bajas que to-
dos los soldados que componían
la guarnición de la inmortal Gi-
rona.
Sin ánimo de competir en he-
roicidad entre estas dos plazas,
es justo reconocer que, sin res-
tar un ápice de gloria al sitio de
Girona, la historia no ha otorga-
do la significación e importan-
cia al sitio de Tarragona. Es así
que todos los actos conmemo-
rativos que se están celebrando
en el 200 aniversario deben re-
sarcir el olvido de los mártires
que esta ciudad tuvo en otros
tiempos.
Hoy la Rambla Nova debe ser
testigo de la masiva asistencia
de ciudadanos volcados fren-
te al magnífico monumento de
Julio Antonio. Es una deuda
pendiente de Tarragona con
sus héroes de la Guerra del
Francès.
El sitio de Tarragona se con-
siderará siempre como una glo-
ria nacional y debe llenarnos de
orgullo y reconocimiento hacia
quienes dejaron sus vidas en de-
fensa de nuestra ciudad en 1811.
j
jLuis Álvarez
de Vilallonga
Vicepresidente del Club
de Opinión III Milenio
Grabado publicado en ‘El grito de inde-
pendencia’, de Carlos Mendoza. Barcelo-
na. 1885. Cedido por Joan Clotet. (AHCT).
1
Testigo de ‘la maldad’
L l día 11 de mayo de 1811 un
impresionante panorama
de velas blancas apareció
en la costa de Tarragona
con rumbo a la ciudad asediada
por las fuerzas napoleónicas. Se
trataba de una escuadra inglesa
de la Armada Real Británica com-
puesta de varios barcos de gue-
rra que escoltaban a numerosos
transportes.
Los barcos que formaban la
escuadra eran el H.M.S. Volontai-
re, el H.M.S. Termagant, el H.M.S.
Sparrowhawk y el buque insignia,
el H.M.S. Blake. Éste llevaba 74
cañones y una tripulación de 800
hombres bajo el mando del capi-
tán Edward Codrington, vetera-
no de la batalla de Trafalgar. Era
un hombre humanitario cuya sim-
patía con la causa catalana en
aquellos momentos dramáticos
iba más allá de lo que le exigía su
deber como soldado.
Entre el 11 y el 16 de mayo, Co-
drington recorrió la ciudad y
condujo operaciones de apoyo.
Sus cartas en forma de diario y
el cuaderno de bitácora del H.M.S.
Blake son vivos testimonios de
aquellos acontecimientos, don-
de escribiendo con pluma y tin-
ta, anotó que la actitud y coraje
de los civiles y soldados eran tre-
mendos.
‘Han hecho maravillas’
Escribió a su mujer: «El verda-
dero patriotismo de gran parte de
los habitantes de Tarragona y la
actividad que este peligro ha pro-
ducido en ellos han hecho mara-
villas en las fortificaciones (...)
Si fueran los oficiales iguales a
la tropa, ninguna nación tendría
mejor ejército». Codrington tam-
bién escribía todos los días en el
cuaderno de bitácora del H.M.S.
Blake.
Así por ejemplo, el 11 de ma-
yo, señalaba: «8 horas: Llego a
Tarragona. 11 horas: Disparado
varios tiros a la posición de tro-
pas francesas en la playa».
O el 14 de mayo. «4.00 horas.
Observé fuego pesado de mor-
teros, grandes cañones y fusile-
ría contra las tropas enemigas
desde el fortín de la Oliva».
11.05. «Tropas españolas mar-
chando para atacar a los france-
ses. General Doyle a bordo dan-
do las órdenes que él juzga pue-
den asistir mejor a las tropas
españolas».
12.05: «Marines desembarca-
dos. Señalé con telégrafo: ‘No
disparéis antes que nosotros’.
Tropas españolas llegadas a las
líneas francesas. Gran número
del enemigo viniendo contra
ellos. Luchan contra los españo-
les desde sus trincheras».
Entregado a la causa de Ta-
rragona en corazón y alma, el ca-
pitán Codrington se comprome-
tió a dar todo el apoyo posible a
los asediados. Después de ver la
situación por sí mismo, a media-
dos de mayo de 1811, emprendió
un viaje con su barco H.M.S. Bla-
ke hacia aguas de Valencia con el
propósito de equipar y armar a
2.000 hombres y buscar a 300
artilleros que de manera urgen-
te se requerían para la defensa
de la ciudad.
El 7 de junio regresó a Tarra-
gona con los refuerzos de tres
batallones de soldados de la di-
visión de Valencia bajo el man-
do del general Miranda. Suma-
ron así unos 4.000 hombres que
fueron repartidos a bordo del
H.M.S Blake, el H.M.S. Centaur y
el H.M.S. Invencible. Cada barco
transportaba 750 hombres haci-
nados. El resto habían sido re-
partidos en numerosos trans-
portes.
En otra carta a su mujer, Co-
drington explica que «los sumi-
nistros que entregamos en Ta-
rragona la noche de nuestra lle-
gada fueron tan oportunos que
las granadas de mano fueron lle-
vadas del barco directamente
para ser usadas contra los fran-
ceses».
A su regreso, Codrington en-
contró al general Sarsfield al
mando de la defensa de la Part
Baixa de la ciudad. La situación
era muy grave: «El fortín peque-
ño llamado Francolí fue defen-
dido por un joven suizo, el co-
ronel Roten. De sus 250 hom-
bres, había perdido 104. Sus sie-
te cañones habían sido destruidos
y los artilleros y sus dos oficia-
les, muertos o heridos. No dejó
su puesto hasta recibir la orden
de Sarsfield, a mi petición». Aña-
dió: «40 obuses fueron dispara-
dos contra el fortín en un día».
‘La escena es terrorífica’
Las cartas de Codrington mues-
tran su preocupación por el po-
sible fracaso del plan de rescate
de Tarragona, cuando parecía
que los 4.000 hombres que ha-
bía traído iban a ser puestos a
las órdenes de Campoverde en
Vilanova sin bajar de los barcos.
Su esperanza estaba en que fue-
ran destinados a una salida de-
cisiva desde la ciudad asediada:
«Decidimos desembarcar las
tropas anoche. Este suceso ha
animado a la Plaza considera-
blemente».
Sigue Codrington: «Mi men-
te esta más tranquila, y estoy se-
guro de que la heroica gente de
Tarragona dará crédito a mi de-
terminación en su servicio. La
causa de España es la causa de In-
glaterra. La escena aquí es terro-
rífica para el ojo y el oído no acos-
tumbrado. Todas las máquinas
de destrucción fueron emplea-
das toda la noche, y creo que el
resultado debe ser desfavorable
para los franceses. Con la máxi-
ma nobleza, la guarnición ha he-
cho su deber hasta ahora».
El 18 de junio Codrington co-
municó en una carta a su supe-
rior, el almirante Cotton, que
«Suchet progresa de manera
asombrosa y no se puede estar
sino aprensivo sobre las conse-
cuencias. A pesar de esto, no veo
el espíritu de la guarnición en
declive. El coraje en la lucha de
guerrillas es asombroso. Ayer,
justo al llegar a tierra, vi como
un pobre hombre vestido con ha-
rapos corría hacia una tienda lle-
na de mujeres y niños en la cual
había estallado un obús».
Ya en la última semana de ju-
nio de 1811 todos sabían que la
ciudad no resistiría por mucho
tiempo más, pero la guarnición se-
guía luchando heroicamente con-
tra un enemigo implacable.
j
Para los civiles, la situación
era un calvario. Dentro de las
murallas podían caer hasta
1.500 proyectiles en un día.
Cada uno registrado por un
toque de la campana de la Ca-
tedral. Muchas de las mujeres
y niños de los soldados defen-
sores depositaron su esperan-
za de salvación en la escuadra
inglesa. Los británicos se es-
forzaron en la evacuación des-
de la playa de muchas de ellas
y de los heridos.
El 24 de junio al mediodía,
con el ruido infernal de la ba-
talla como fondo y bajo fuego
enemigo, una mujer dio a luz
a una «fina niña» en uno de los
barcos de rescate. El mismo
día, otro barco que iba entre
la playa y la flota fue atrave-
sado por una bala de cañón
francés, que mató a una mu-
jer e hirió a su bebé y a tres ma-
rineros británicos. El barco
dañado tuvo que ser remolca-
do por otro para poder resca-
tar a la gente.
Muchas mujeres bajaban a
refugiarse a las rocas de la pla-
ya con la esperanza de poder
ser embarcadas. A veces pa-
saban toda la noche allí. Los
franceses ya ocupaban el puer-
to desde donde disparaban
constantemente fuego de ca-
ñones y morteros. Cruelmen-
te, tenían por objetivo a los ci-
viles que se encontraban en-
tre las rocas.
‘Lanzan un fuego maligno’
Codrington escribió: «La mal-
dad que utilizan en el ataque
revela el carácter de los fran-
ceses y el tipo de guerra que
llevan a cabo. El fuego contra
nuestros barcos puede ser le-
gítimo en guerra, pero cuan-
do sólo está siendo usado con-
tra la evacuación de mujeres
y niños es como disparar a la
gente que sale a enterrar a sus
muertos».
Codrington se presentó en
la playa para supervisar parte
de la evacuación de civiles y
después explicó a su esposa en
otra carta: «Había estado di-
rigiendo a las cañoneras en una
escaramuza y volvía al anoche-
cer por la playa para ver si que-
daba cualquier pobre desgra-
ciado entre las rocas. Los bar-
cos llevaban todo el día
evacuando a los heridos y mu-
jeres hacia los transportes. En-
contramos a dos mujeres de-
sesperadas con cuatro niños
a punto de volver a la ciudad
después de estar todo el día
sin comer ni beber y bajo un
fuego maligno dirigido allí don-
de se encontraban».
Sigue la carta: «Una de las
mujeres, delgada, sucia y de-
sanimada, amamantaba a un
bebé cuya madre enferma ha-
bía sido llevada a los barcos.
La escena fue conmovedora.
¿Qué me dirás cuando te diga
que esa pobre mujer nunca ha-
bía visto ni conocido a la mu-
jer cuyo bebé cuidaba? No hu-
bo vacilación. Todos fueron
llevados al barco. Cada mari-
nero ofrecía su chaqueta para
cubrirlas. Mi siguiente cuida-
do fue buscar a la madre per-
dida, quien fue encontrada en
uno de los transportes, y cuya
expresión al ver a su bebé no
olvidaré fácilmente».
Codrington juntó este gru-
po de mujeres con la que había
dado a luz en uno de los barcos,
reservándoles un espacio en
el H.M.S. Blake. Así lo relató:
«Sus sonrisas en esas circuns-
tancias son bastante sorpren-
dentes, teniendo en cuenta
como somos nosotros los in-
gleses, más melancólicos».
‘Me lo restarán del pago’
Alrededor de 600 personas
fueron recibidas en los barcos
en el último día del asedio. Mu-
chas llegaron a nado sin ropa
y los marineros pidieron per-
miso a Codrington para de-
jarles la suya, algo que iba en
contra de las normas de la Ar-
mada británica, que conside-
raba de propiedad del Estado
la ropa de sus soldados y ma-
rineros.
Codrington dio permiso:
«Di la orden al resto del escua-
drón para dar ropa. Además
de alimentar a los hambrien-
tos, por lo cual la administra-
ción naval me lo restará del
pago.»
Con la caída de Tarragona,
llegó la noticia que el marido
de la mujer que había dado a
luz en el barco había muerto en
la defensa de la ciudad y que
el marido de la mujer que cui-
daba del bebé entre las rocas
había sido capturado por los
franceses.
Concluía el cuaderno de bi-
tácora el 30 de junio de 1811:
«Vino a bordo un sacerdote
para bautizar al niño nacido
en el barco la noche del 24 de
junio con los nombres: Tere-
sa Juana Josefa Blake. Tam-
bién hizo los ritos funerarios
de otro infante que había muer-
to por la mañana. Ambas ce-
remonias fueron celebradas
por el rito católico».
Ilustración que evoca la huída de la población tras la caída de la ciudad. Publicada en ‘Historia de la
Guerra de la Independencia en el antiguo Principado’, de Adolfo Blanch. Barcelona, 1861. (BHMT).
1
jAdam Gerard Quigley
Miembro del National
Archive de Londres
Codrington mandaba
la flota británica y
relató en cartas a su
esposa el sufrimiento
de los tarraconenses
1
1
Extra - Página Doble 12 y 13 - General
La Guerra del
Francès a la ciutat
de Tarragona
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Diari
Dimarts, 28 de juny de 2011
13
La Guerra del
Francès a la ciutat
de Tarragona
Diari
Dimarts, 28 de juny de 2011
Hoy, acto institucional y mañana, las láminas
Los actos conmemorativos del 200
aniversario de la Guerra del Francès
se prolongarán hoy y mañana, y en
octubre y noviembre. Hoy martes
tendrá lugar un acto institucional con
una ofrenda floral y el encendido de
21 salvas de honor en la Rambla No-
va ante el monumento a los Héroes
de 1811 (conocido como ‘els despu-
llats’) a las 20.30 horas. Posterior-
mente el público asistente se diri-
girá al Pla de la Seu, donde se colo-
carán velas conmemorativas. Jus-
to hoy se cumplen 200 años de la caí-
da de Tarragona. Mañana se presen-
tará la colección de láminas ‘Els he-
rois de 1811’ del artista Josep M.
Rosselló. Será a las 20 horas en la se-
de de la Reial Societat Arqueològi-
ca Tarraconense (c. Major, 35).
En octubre, películas y conferencias
Para octubre se han previsto dos con-
ferencias: ‘Guerres: evolució, con-
seqüències i formes d’evitar-les’
(el jueves 13, en el Museu Nacional
Arqueològic, a las 19.30 horas, a
cargo de Rafael Grasa) y ‘La guerra
dels trenta anys’ (en el mismo lugar
y hora, pero el martes 25 y por Lluís
Navarro). También se presentará el
libro ‘Lo cara girat’, de Josep Mar-
tí Folguera (el jueves 20, a las 20 h,
en el ayuntamiento). Además se
proyectarán varias películas en el Mu-
seu Nacional Arqueològic a las 19 ho-
ras: ‘Las troyanas’ (el martes 18), ‘El
señor de la guerra’ (el miércoles
19) y ‘El último valle’ (el miércoles
26). El programa completo de actos
puede consultarse en la web del
Ayuntamiento.
Resarcir el olvido
H oy 28 de junio se conme-
mora la heroica defen-
sa de Tarragona frente
al sitio a que fue some-
tida por el ejército francés, pe-
ro aun siendo amplio y denso el
programa de actos conmemo-
rativos, promovidos por el Ayun-
tamiento y entidades ciudada-
nas, nunca serán suficientes pa-
ra que la ciudad de Tarragona
agradezca el sacrificio de aque-
llos hombres y mujeres que se
defendieron, hasta el último
aliento de su vida, del ataque de
las tropas invasoras.
Haciendo un poco de histo-
ria y bebiendo de la fuente del
teniente coronel de Artillería Ja-
vier de Sala, me conmueve espe-
cialmente el relato y protagonis-
mo del cuerpo de Milicias Urba-
nas que se formó para la defensa
de la ciudad.
Al margen del comportamien-
to heroico de los regimientos de
Almería, Almansa o Saboya, cu-
ya memorable defensa fue reco-
nocida por los generales que to-
maron la plaza, uno desea ren-
dir un especial homenaje a
aquellas unidades compuestas
por vecinos de toda clase y con-
dición.
1.200 bajas
Según Sala, en octubre de 1810
se alcanzaron diez compañías y
en abril de 1811 se formaron dos
batallones de diez compañías y
dos de Artillería con un contin-
gente total de 2.500 hombres.
Estas milicias se batieron como
auténticos soldados, con extre-
ma heroicidad, hasta el punto
que durante el sitio se produje-
ron 1.200 bajas.
En aquellos sangrientos días,
fueron muchos los habitantes
que trabajaron generosamente en
las fortificaciones y artillado de
las baterías. Todos colaboraban:
mujeres, niños, clérigos...
Se formaron juntas para aten-
der a los heridos y para avitua-
llar de víveres y munición a los
valerosos defensores de la pla-
za. Las pérdidas humanas fue-
ron numerosísimas, quedando
la ciudad reducida a escombros
a causa de los proyectiles ene-
migos.
236 casas destruidas
Sólo el día 16 de junio se conta-
bilizaron 1.560 bajas dentro del
recinto amurallado. La destruc-
ción fue enorme: doscientas
treinta y seis casas fueron com-
pletamente demolidas, quinien-
tas sufrieron grandes destro-
zos y numerosos edificios pú-
blicos e iglesias amenazaban
ruina. Sólo la Catedral se man-
tuvo firme. Tras el asalto se pro-
dujo el saqueo y los pocos veci-
nos que se salvaron de la carni-
cería quedaron en la indigencia.
Hubo más de 6.000 muertos.
Valor y disciplina
Es de admirar la heroicidad y pa-
triotismo de aquellos mártires
de la independencia nacional. Su
valor, abnegación y disciplina en
medio de las penalidades y ho-
rrores son prueba de su glorioso
comportamiento.
Cabe señalar que, antes del
último asalto, se contabilizaban
en Tarragona más bajas que to-
dos los soldados que componían
la guarnición de la inmortal Gi-
rona.
Sin ánimo de competir en he-
roicidad entre estas dos plazas,
es justo reconocer que, sin res-
tar un ápice de gloria al sitio de
Girona, la historia no ha otorga-
do la significación e importan-
cia al sitio de Tarragona. Es así
que todos los actos conmemo-
rativos que se están celebrando
en el 200 aniversario deben re-
sarcir el olvido de los mártires
que esta ciudad tuvo en otros
tiempos.
Hoy la Rambla Nova debe ser
testigo de la masiva asistencia
de ciudadanos volcados fren-
te al magnífico monumento de
Julio Antonio. Es una deuda
pendiente de Tarragona con
sus héroes de la Guerra del
Francès.
El sitio de Tarragona se con-
siderará siempre como una glo-
ria nacional y debe llenarnos de
orgullo y reconocimiento hacia
quienes dejaron sus vidas en de-
fensa de nuestra ciudad en 1811.
j
jLuis Álvarez
de Vilallonga
Vicepresidente del Club
de Opinión III Milenio
Grabado publicado en ‘El grito de inde-
pendencia’, de Carlos Mendoza. Barcelo-
na. 1885. Cedido por Joan Clotet. (AHCT).
1
Testigo de ‘la maldad’
L l día 11 de mayo de 1811 un
impresionante panorama
de velas blancas apareció
en la costa de Tarragona
con rumbo a la ciudad asediada
por las fuerzas napoleónicas. Se
trataba de una escuadra inglesa
de la Armada Real Británica com-
puesta de varios barcos de gue-
rra que escoltaban a numerosos
transportes.
Los barcos que formaban la
escuadra eran el H.M.S. Volontai-
re, el H.M.S. Termagant, el H.M.S.
Sparrowhawk y el buque insignia,
el H.M.S. Blake. Éste llevaba 74
cañones y una tripulación de 800
hombres bajo el mando del capi-
tán Edward Codrington, vetera-
no de la batalla de Trafalgar. Era
un hombre humanitario cuya sim-
patía con la causa catalana en
aquellos momentos dramáticos
iba más allá de lo que le exigía su
deber como soldado.
Entre el 11 y el 16 de mayo, Co-
drington recorrió la ciudad y
condujo operaciones de apoyo.
Sus cartas en forma de diario y
el cuaderno de bitácora del H.M.S.
Blake son vivos testimonios de
aquellos acontecimientos, don-
de escribiendo con pluma y tin-
ta, anotó que la actitud y coraje
de los civiles y soldados eran tre-
mendos.
‘Han hecho maravillas’
Escribió a su mujer: «El verda-
dero patriotismo de gran parte de
los habitantes de Tarragona y la
actividad que este peligro ha pro-
ducido en ellos han hecho mara-
villas en las fortificaciones (...)
Si fueran los oficiales iguales a
la tropa, ninguna nación tendría
mejor ejército». Codrington tam-
bién escribía todos los días en el
cuaderno de bitácora del H.M.S.
Blake.
Así por ejemplo, el 11 de ma-
yo, señalaba: «8 horas: Llego a
Tarragona. 11 horas: Disparado
varios tiros a la posición de tro-
pas francesas en la playa».
O el 14 de mayo. «4.00 horas.
Observé fuego pesado de mor-
teros, grandes cañones y fusile-
ría contra las tropas enemigas
desde el fortín de la Oliva».
11.05. «Tropas españolas mar-
chando para atacar a los france-
ses. General Doyle a bordo dan-
do las órdenes que él juzga pue-
den asistir mejor a las tropas
españolas».
12.05: «Marines desembarca-
dos. Señalé con telégrafo: ‘No
disparéis antes que nosotros’.
Tropas españolas llegadas a las
líneas francesas. Gran número
del enemigo viniendo contra
ellos. Luchan contra los españo-
les desde sus trincheras».
Entregado a la causa de Ta-
rragona en corazón y alma, el ca-
pitán Codrington se comprome-
tió a dar todo el apoyo posible a
los asediados. Después de ver la
situación por sí mismo, a media-
dos de mayo de 1811, emprendió
un viaje con su barco H.M.S. Bla-
ke hacia aguas de Valencia con el
propósito de equipar y armar a
2.000 hombres y buscar a 300
artilleros que de manera urgen-
te se requerían para la defensa
de la ciudad.
El 7 de junio regresó a Tarra-
gona con los refuerzos de tres
batallones de soldados de la di-
visión de Valencia bajo el man-
do del general Miranda. Suma-
ron así unos 4.000 hombres que
fueron repartidos a bordo del
H.M.S Blake, el H.M.S. Centaur y
el H.M.S. Invencible. Cada barco
transportaba 750 hombres haci-
nados. El resto habían sido re-
partidos en numerosos trans-
portes.
En otra carta a su mujer, Co-
drington explica que «los sumi-
nistros que entregamos en Ta-
rragona la noche de nuestra lle-
gada fueron tan oportunos que
las granadas de mano fueron lle-
vadas del barco directamente
para ser usadas contra los fran-
ceses».
A su regreso, Codrington en-
contró al general Sarsfield al
mando de la defensa de la Part
Baixa de la ciudad. La situación
era muy grave: «El fortín peque-
ño llamado Francolí fue defen-
dido por un joven suizo, el co-
ronel Roten. De sus 250 hom-
bres, había perdido 104. Sus sie-
te cañones habían sido destruidos
y los artilleros y sus dos oficia-
les, muertos o heridos. No dejó
su puesto hasta recibir la orden
de Sarsfield, a mi petición». Aña-
dió: «40 obuses fueron dispara-
dos contra el fortín en un día».
‘La escena es terrorífica’
Las cartas de Codrington mues-
tran su preocupación por el po-
sible fracaso del plan de rescate
de Tarragona, cuando parecía
que los 4.000 hombres que ha-
bía traído iban a ser puestos a
las órdenes de Campoverde en
Vilanova sin bajar de los barcos.
Su esperanza estaba en que fue-
ran destinados a una salida de-
cisiva desde la ciudad asediada:
«Decidimos desembarcar las
tropas anoche. Este suceso ha
animado a la Plaza considera-
blemente».
Sigue Codrington: «Mi men-
te esta más tranquila, y estoy se-
guro de que la heroica gente de
Tarragona dará crédito a mi de-
terminación en su servicio. La
causa de España es la causa de In-
glaterra. La escena aquí es terro-
rífica para el ojo y el oído no acos-
tumbrado. Todas las máquinas
de destrucción fueron emplea-
das toda la noche, y creo que el
resultado debe ser desfavorable
para los franceses. Con la máxi-
ma nobleza, la guarnición ha he-
cho su deber hasta ahora».
El 18 de junio Codrington co-
municó en una carta a su supe-
rior, el almirante Cotton, que
«Suchet progresa de manera
asombrosa y no se puede estar
sino aprensivo sobre las conse-
cuencias. A pesar de esto, no veo
el espíritu de la guarnición en
declive. El coraje en la lucha de
guerrillas es asombroso. Ayer,
justo al llegar a tierra, vi como
un pobre hombre vestido con ha-
rapos corría hacia una tienda lle-
na de mujeres y niños en la cual
había estallado un obús».
Ya en la última semana de ju-
nio de 1811 todos sabían que la
ciudad no resistiría por mucho
tiempo más, pero la guarnición se-
guía luchando heroicamente con-
tra un enemigo implacable.
j
Para los civiles, la situación
era un calvario. Dentro de las
murallas podían caer hasta
1.500 proyectiles en un día.
Cada uno registrado por un
toque de la campana de la Ca-
tedral. Muchas de las mujeres
y niños de los soldados defen-
sores depositaron su esperan-
za de salvación en la escuadra
inglesa. Los británicos se es-
forzaron en la evacuación des-
de la playa de muchas de ellas
y de los heridos.
El 24 de junio al mediodía,
con el ruido infernal de la ba-
talla como fondo y bajo fuego
enemigo, una mujer dio a luz
a una «fina niña» en uno de los
barcos de rescate. El mismo
día, otro barco que iba entre
la playa y la flota fue atrave-
sado por una bala de cañón
francés, que mató a una mu-
jer e hirió a su bebé y a tres ma-
rineros británicos. El barco
dañado tuvo que ser remolca-
do por otro para poder resca-
tar a la gente.
Muchas mujeres bajaban a
refugiarse a las rocas de la pla-
ya con la esperanza de poder
ser embarcadas. A veces pa-
saban toda la noche allí. Los
franceses ya ocupaban el puer-
to desde donde disparaban
constantemente fuego de ca-
ñones y morteros. Cruelmen-
te, tenían por objetivo a los ci-
viles que se encontraban en-
tre las rocas.
‘Lanzan un fuego maligno’
Codrington escribió: «La mal-
dad que utilizan en el ataque
revela el carácter de los fran-
ceses y el tipo de guerra que
llevan a cabo. El fuego contra
nuestros barcos puede ser le-
gítimo en guerra, pero cuan-
do sólo está siendo usado con-
tra la evacuación de mujeres
y niños es como disparar a la
gente que sale a enterrar a sus
muertos».
Codrington se presentó en
la playa para supervisar parte
de la evacuación de civiles y
después explicó a su esposa en
otra carta: «Había estado di-
rigiendo a las cañoneras en una
escaramuza y volvía al anoche-
cer por la playa para ver si que-
daba cualquier pobre desgra-
ciado entre las rocas. Los bar-
cos llevaban todo el día
evacuando a los heridos y mu-
jeres hacia los transportes. En-
contramos a dos mujeres de-
sesperadas con cuatro niños
a punto de volver a la ciudad
después de estar todo el día
sin comer ni beber y bajo un
fuego maligno dirigido allí don-
de se encontraban».
Sigue la carta: «Una de las
mujeres, delgada, sucia y de-
sanimada, amamantaba a un
bebé cuya madre enferma ha-
bía sido llevada a los barcos.
La escena fue conmovedora.
¿Qué me dirás cuando te diga
que esa pobre mujer nunca ha-
bía visto ni conocido a la mu-
jer cuyo bebé cuidaba? No hu-
bo vacilación. Todos fueron
llevados al barco. Cada mari-
nero ofrecía su chaqueta para
cubrirlas. Mi siguiente cuida-
do fue buscar a la madre per-
dida, quien fue encontrada en
uno de los transportes, y cuya
expresión al ver a su bebé no
olvidaré fácilmente».
Codrington juntó este gru-
po de mujeres con la que había
dado a luz en uno de los barcos,
reservándoles un espacio en
el H.M.S. Blake. Así lo relató:
«Sus sonrisas en esas circuns-
tancias son bastante sorpren-
dentes, teniendo en cuenta
como somos nosotros los in-
gleses, más melancólicos».
‘Me lo restarán del pago’
Alrededor de 600 personas
fueron recibidas en los barcos
en el último día del asedio. Mu-
chas llegaron a nado sin ropa
y los marineros pidieron per-
miso a Codrington para de-
jarles la suya, algo que iba en
contra de las normas de la Ar-
mada británica, que conside-
raba de propiedad del Estado
la ropa de sus soldados y ma-
rineros.
Codrington dio permiso:
«Di la orden al resto del escua-
drón para dar ropa. Además
de alimentar a los hambrien-
tos, por lo cual la administra-
ción naval me lo restará del
pago.»
Con la caída de Tarragona,
llegó la noticia que el marido
de la mujer que había dado a
luz en el barco había muerto en
la defensa de la ciudad y que
el marido de la mujer que cui-
daba del bebé entre las rocas
había sido capturado por los
franceses.
Concluía el cuaderno de bi-
tácora el 30 de junio de 1811:
«Vino a bordo un sacerdote
para bautizar al niño nacido
en el barco la noche del 24 de
junio con los nombres: Tere-
sa Juana Josefa Blake. Tam-
bién hizo los ritos funerarios
de otro infante que había muer-
to por la mañana. Ambas ce-
remonias fueron celebradas
por el rito católico».
Ilustración que evoca la huída de la población tras la caída de la ciudad. Publicada en ‘Historia de la
Guerra de la Independencia en el antiguo Principado’, de Adolfo Blanch. Barcelona, 1861. (BHMT).
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jAdam Gerard Quigley
Miembro del National
Archive de Londres
Codrington mandaba
la flota británica y
relató en cartas a su
esposa el sufrimiento
de los tarraconenses
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