Oratoria es un hombre fuerte y Declamación es una mujer muy bella.
Oratoria es un hombre fuerte y Declamación es una mujer muy bella.
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Además, lo mejor de él, el amor, sigue vivo en tu corazón.<br />
4. La reina de <strong>un</strong> país lejano convocó <strong>un</strong> concurso de pintura y ofreció premiar la<br />
obra que mejor repr<strong>es</strong>entara la paz interior. Rápidamente se propagó el entusiasmo<br />
por la corte. El día de la exposición se pr<strong>es</strong>entaron muchos cuadros: alg<strong>un</strong>os eran<br />
paisaj<strong>es</strong> marinos, que contenían muchísimos tonos de azul y de verde;<br />
otros capturaban vall<strong>es</strong> soleados, sembrados de flor<strong>es</strong> de color<strong>es</strong> alegr<strong>es</strong> y de<br />
formas graciosas. Otros eran ríos de aguas puras que saltaban sobre las<br />
rocas. Alg<strong>un</strong>os decidieron dibujar a niños jugando en preciosos parqu<strong>es</strong>. Hubo,<br />
además, quien pintó <strong>un</strong>a tormenta, en <strong>un</strong> mar de inmensas olas y cielos cargados<br />
de oscuros y densos nubarron<strong>es</strong> de los que brotaban rayos amenazador<strong>es</strong>.<br />
Cada cual tenía su favorito; sin embargo todos se sorprendieron cuando la<br />
reina, sin dudarlo, eligió el cuadro de la tormenta como el ganador.<br />
¿ Por qué <strong>es</strong>cogiste <strong>es</strong>a obra ? -Le preg<strong>un</strong>taron.-<br />
- La paz... -dijo ella pausadamente- la verdadera paz <strong>es</strong> la que se elige vivir<br />
a<strong>un</strong> durante la peor tormenta. Y continuó: Quien <strong>es</strong>coge mantener su serenidad<br />
en medio de las aguas revueltas podrá mantener su rumbo, y no será llevado por<br />
los remolinos hacia donde no quiere ir.<br />
5. Un día, <strong>un</strong> <strong>hombre</strong> sentado al borde del camino bajo <strong>un</strong> árbol, observó cómo<br />
la oruga de <strong>un</strong>a crisálida de mariposa intentaba abrirse paso a través de <strong>un</strong>a<br />
pequeña abertura aparecida en el capullo. Estuvo largo rato contemplando cómo se<br />
<strong>es</strong>forzaba hasta que, de repente, pareció detenerse y que había llegado al límite<br />
de sus fuerzas: no conseguía ir más lejos, o al menos, así lo creía él. El <strong>hombre</strong><br />
decidió ayudar a la mariposa: agarró <strong>un</strong>a tijera y ensanchó el orificio del capullo. La<br />
mariposa, entonc<strong>es</strong>, salió fácilmente. Pero su cuerpo <strong>es</strong>taba blanquecino, era<br />
pequeño y tenía las alas aplastadas. El <strong>hombre</strong> continuó observándola, porque<br />
<strong>es</strong>peraba que, en cualquier momento, sus alas se abrirían y <strong>es</strong>tirarían y el insecto<br />
se echaría a volar. Nada ocurrió. La mariposa vivió poco y murió. N<strong>un</strong>ca voló, y las<br />
pocas horas que sobrevivió las pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo débil y<br />
sus alas encogidas.<br />
Aquel caminante, con su gentileza y vol<strong>un</strong>tad de ayudar, no comprendió que<br />
el <strong>es</strong>fuerzo nec<strong>es</strong>ario para abrirse camino a través del capullo era la manera que<br />
Dios había dispu<strong>es</strong>to para que la circulación de su cuerpo llegara a las alas, y<br />
<strong>es</strong>tuviera lista para volar, <strong>un</strong>a vez que hubiera salido al exterior.<br />
Alg<strong>un</strong>as vec<strong>es</strong>, justamente <strong>es</strong> el <strong>es</strong>fuerzo lo que nec<strong>es</strong>itamos en nu<strong>es</strong>tra vida.<br />
Si Dios nos permiti<strong>es</strong>e vivir sin obstáculos, quedaríamos inválidos. N<strong>un</strong>ca<br />
llegaríamos a nu<strong>es</strong>tra plenitud.