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Número 3 (Diciembre de 2006) - Biblioteca Digital Leonesa

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The Children’s Book of American Birds<br />

Más <strong>de</strong> cinco años acercando la ornitología al público infantil


The Children’s Book of American Birds<br />

<strong>Número</strong> 3 - <strong>Diciembre</strong> <strong>de</strong> <strong>2006</strong><br />

Equipo editor:<br />

Nacho Abad, Javier Arce, José Manuel Donís, Yago Ferreiro, Sandra Muñiz Justel, Miguel Paz Cabanas,<br />

Sergio Santa Cruz Santamarta, Rafael Saravia González y Alberto R. Torices.<br />

Portada, diseño interior y texto página 5:<br />

Javier Arce<br />

Coordinación y maqueta:<br />

Alberto R. Torices<br />

Edita:<br />

Club Cultural Leteo<br />

Gumersindo Azcárate, 11 - 2º · 24008 · León<br />

leteo@clubleteo.com<br />

www.clubleteo.com<br />

Depósito Legal: LE-1731/2005<br />

ISSN: 1886-2586<br />

Impreso en Gráficas Alse, León<br />

info@alse.com.es<br />

Gracias:<br />

Pablo Andrés Escapa · David Campos · Louis Ferdinand Céline · Mar Martín · José Antonio Rojo · Uma Thurman · Juan Carlos <strong>de</strong> la Vega · Vinalia Trippers<br />

Este número ha contado con la ayuda <strong>de</strong>l Ayuntamiento <strong>de</strong> León y <strong>de</strong> la Junta <strong>de</strong> Castilla y León


Si caminas durante dos días en dirección a la<br />

puesta <strong>de</strong> sol, encontrarás un río <strong>de</strong> aguas<br />

tranquilas don<strong>de</strong> nadan peces <strong>de</strong> colores. Si<br />

sigues el curso <strong>de</strong> ese río, <strong>de</strong>jando atrás las<br />

montañas azules, al poco tiempo hallarás un<br />

bosquecillo <strong>de</strong> abetos que se extien<strong>de</strong> sobre<br />

una ver<strong>de</strong> colina. Casi en el centro <strong>de</strong>l bosquecillo<br />

se encuentra oculta una solitaria<br />

cabaña. En el interior <strong>de</strong> la cabaña, en la<br />

planta baja, frente a la chimenea, reposa<br />

una gran alfombra. Allí están bordadas, con<br />

hilos <strong>de</strong> diferentes colores, las siguientes<br />

palabras: "Si caminas durante dos días..."<br />

El Hombre Que Comía Diccionarios


6· González<br />

“Réquiem” (<strong>de</strong>talle), escultura en mármol <strong>de</strong> Amancio González


Del arte y <strong>de</strong>l hombre<br />

Kepa Murua<br />

DEL INTERÉS DEL ARTE POR EL ARTISTA<br />

El miedo <strong>de</strong>l artista ante la muerte<br />

no es una novedad en el mundo <strong>de</strong>l arte.<br />

Al arte no le interesa el artista. El artista<br />

no le supone nada al arte, ni es medio ni<br />

fin, ni es cómplice ni es secreto. Don<strong>de</strong><br />

el arte <strong>de</strong>scubre al hombre, el artista<br />

huye <strong>de</strong>spavorido. Don<strong>de</strong> el arte llama<br />

al público, el artista se siente traicionado<br />

en su posición privilegiada y aislada<br />

ante el mundo. El artista ha perdido su<br />

i<strong>de</strong>ntidad en el mundo <strong>de</strong>l arte. El arte lo<br />

corrompe todo, lo traga todo, lo mueve<br />

todo, lo <strong>de</strong>ja exhausto, lo exprime y<br />

luego lo abandona frente a la insignificancia<br />

<strong>de</strong> un trabajo como otro cual-<br />

quiera. La paradoja <strong>de</strong> ser alguien en el<br />

mundo <strong>de</strong>l arte nombra al objeto. El arte<br />

llama al artista para que camufle su<br />

mediocridad en un viaje inacabable que<br />

nombra luego al hombre que mira el<br />

objeto reproducido como se pesa una<br />

mercancía en el umbral <strong>de</strong> una vida.<br />

¿Qué es arte y qué necesidad tiene el<br />

artista para firmar con su nombre la<br />

miseria <strong>de</strong>l hombre? El miedo <strong>de</strong>l artista<br />

ante la muerte es el miedo <strong>de</strong>l hombre<br />

ante lo que no entien<strong>de</strong> como artista. El<br />

miedo ante el arte por lo que no entien<strong>de</strong><br />

como hombre. Al arte no le interesa<br />

el hombre. Al artista le exige su muerte.<br />

Kepa Murua<br />

Ammodramus<br />

savannarum<br />

Murua · 7


8· Murua<br />

DEL INTERÉS DEL ARTE POR LA IDIOTEZ<br />

El arte muestra con sus obras el<br />

estado <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong>l hombre. Un arte<br />

serio no está reñido con un arte idiota.<br />

Artistas profundos en sus convicciones<br />

adoptan posturas relajadas en algún<br />

momento <strong>de</strong> su creación. ¿Es arte lo<br />

que acontece en el interior como una<br />

metáfora <strong>de</strong> esas puertas que impi<strong>de</strong>n<br />

ver los objetos <strong>de</strong>ntro? ¿Es el humor<br />

una <strong>de</strong>coración arriesgada <strong>de</strong> un conocimiento<br />

serio? Toda construcción<br />

<strong>de</strong>finida adquiere relevancia en numerosos<br />

lenguajes <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong>l estado<br />

<strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> su creador. La ironía, la<br />

paradoja, la caricatura son elementos<br />

<strong>de</strong>l arte y la comunicación, pero ¿quién<br />

es más idiota, el artista o el espectador<br />

que contempla maravillado ese doble<br />

juego? La intención <strong>de</strong>l artista que<br />

juega con las apariencias y las necesida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l que escucha es una perspectiva<br />

arriesgada para el arte que lo engulle<br />

todo. El espectador, inasequible al<br />

<strong>de</strong>saliento, es capaz <strong>de</strong> quedar en evi<strong>de</strong>ncia<br />

en el escenario con tal <strong>de</strong> que<br />

continúe la fiesta. ¿Quién se hace, el<br />

artista o el arte? El arte como el espectador<br />

que necesita reír, es capaz <strong>de</strong><br />

compren<strong>de</strong>rlo todo, mientras que el<br />

artista sólo pue<strong>de</strong> transmitir emociones<br />

que provienen <strong>de</strong>l hombre. La idiotez<br />

finalmente se apropia <strong>de</strong> su <strong>de</strong>coración<br />

porque también la exageración sin<br />

fundamento necesita tener algo propio.<br />

Una vez que se empieza es difícil saber<br />

cómo acaba todo.<br />

Del libro inédito DEL INTERÉS DEL ARTE POR OTRAS COSAS.


EL SONIDO DE LOS PASOS<br />

Habrá una lámpara sobre la mesa<br />

para el hombre que camina hacia la casa<br />

en una hora a oscuras.<br />

En el centro <strong>de</strong> la sala una lámpara<br />

para el hombre que se cansa<br />

<strong>de</strong> abrir sus sentimientos.<br />

Una lámpara para escribir<br />

un nombre que se sabe<br />

<strong>de</strong> memoria.<br />

Con el sonido perdido<br />

<strong>de</strong> tus pasos en la escalera<br />

una lámpara rota si <strong>de</strong>sapareces.<br />

Murua<br />

· 9


10 · González


COMO UN HOMBRE<br />

Los restos <strong>de</strong>l naufragio<br />

sobre la mesa.<br />

Como el cielo se abre<br />

se cierra el infierno.<br />

Como el corazón intranquilo<br />

y la costumbre <strong>de</strong>l pasado.<br />

Como la ma<strong>de</strong>ra en el tejado.<br />

Como sentarte a mi lado sin que lo note.<br />

Como comer sin manos.<br />

Perdido como un hombre esquivo.<br />

Del libro inédito NO ES NADA.<br />

Kepa Murua (Zarautz, 1962). Autor <strong>de</strong> los poemarios CAVANDO LA TIERRA CON TUS SUEÑOS (2000) y<br />

CARDIOLEMAS (2002), entre otros, y <strong>de</strong> libros <strong>de</strong> ensayo como LA POESÍA Y TÚ (2003) y LA POESÍA SI<br />

ES QUE EXISTE (2005). Dirige la editorial Bassarai y la revista virtual “Luke” (espacioluke.com).<br />

Amancio González (Villahibiera <strong>de</strong> Rueda -León-, 1965). Autor <strong>de</strong> la pieza en bronce que constituye<br />

el Premio Leteo. “Réquiem” es su última obra pública y pue<strong>de</strong> verse en Gümüslük (Turquía). 11


Nacho Abad<br />

Campephilus<br />

imperialis<br />

12 ·<br />

Abad<br />

Concierto para arpón<br />

Nacho Abad<br />

¿Qué ha pasado?<br />

No entiendo nada.<br />

¿Se ha caído o se ha tirado?<br />

No lo sé.<br />

El cielo tiene una nave <strong>de</strong> papel charol<br />

acostumbrada al negro <strong>de</strong>l océano y<br />

al pulso <strong>de</strong> las tormentas.<br />

Cayó como una gota <strong>de</strong> lluvia. No<br />

con un plof, sino con un plas-plás. Pero<br />

no llovía. Ni siquiera había nubes. Igual<br />

que aquel día en que salí a dar un paseo,<br />

fumar un cigarro, tomar el aire, <strong>de</strong>spejar<br />

la cabeza. Tampoco había nadie por<br />

la calle. Era domingo, o lunes, no lo<br />

recuerdo. Llegué al parque. En el césped,<br />

clavado como una premonición,<br />

había un arpón. Estaba lejos, pero me<br />

atrajo enseguida, me embrujó con la<br />

quimérica tentación <strong>de</strong> un <strong>de</strong>scubrimiento<br />

y fui a por él, conteniendo un<br />

caudal <strong>de</strong> preguntas al Este <strong>de</strong> mi ima-<br />

ginación. ¿Un arpón en una ciudad<br />

don<strong>de</strong> no hay mar, ni ballenas blancas,<br />

ni arrecifes <strong>de</strong> coral, ni playas, ni náufragos?<br />

Me acerqué lentamente, con el<br />

sigilo <strong>de</strong> un cazador que teme ahuyentar<br />

a su presa y mi<strong>de</strong> el crujir <strong>de</strong> la hojarasca,<br />

el peso <strong>de</strong> sus pasos, el silbido <strong>de</strong><br />

su respiración. Ya casi lo había alcanzado,<br />

casi lo tocaba con la punta <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>dos cuando, ¡zas!, tropecé súbitamente<br />

con algo. No vi nada en un primer<br />

momento. Me sentí confuso y<br />

lancé una mirada al suelo, hasta que me<br />

topé <strong>de</strong> bruces con unos ojos que nadaban<br />

en el <strong>de</strong>sconcierto.<br />

¿No me vas a ayudar? Me he hecho<br />

daño. Creo que tienes la cabeza más<br />

dura con la que me he tropezado.<br />

Era como un dibujo animado. Se<br />

había caído <strong>de</strong> culo tras la colisión y<br />

estaba sentada en el suelo. Se frotaba con<br />

la mano izquierda un chichón incipiente<br />

que le latía en la cima <strong>de</strong> la cabeza.


Por su puesto, le tendí la mano.<br />

(Lo mismo no ocurrió así, lo mismo<br />

esto nunca sucedió como pasa con todo<br />

lo que se cuenta.)<br />

Luego fuimos a tomar un café y yo<br />

bebí dos cervezas <strong>de</strong> más y a ella le brillaban<br />

los ojos. Mientras me hablaba <strong>de</strong><br />

su novio, sólo pensaba en follármela,<br />

en que amaneciera con el estigma <strong>de</strong> la<br />

violación en la espalda: <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cerla<br />

y que me <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ciera en<br />

un ataque <strong>de</strong> celo, como una puta <strong>de</strong><br />

lujo pero con pasión.<br />

V.<br />

¿V? Por Dios, qué nombre. ¿No te<br />

podías haber liado con un P, un C o algo<br />

más normal?<br />

No estamos liados. Es mi novio.<br />

Imaginé que me <strong>de</strong>sabrochaba la<br />

camisa y yo le arrancaba las bragas, y<br />

ella tiraba el colgante que su novio le<br />

había regalado por el retrete, y durante<br />

hora y media, <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro a fuera.<br />

Delirios <strong>de</strong> mi imaginación.<br />

¿Y luego qué?<br />

Luego te leería un cuento, que es<br />

mejor que fumar.<br />

Yo prefiero un cigarro.<br />

La verdad es que no está mal, lo<br />

malo es que mata.<br />

Sí, mata el olorcillo a bestias.<br />

Pero <strong>de</strong>biera volver a empezar.<br />

Antes <strong>de</strong> todo esto hay un principio,<br />

que, como siempre, viene <strong>de</strong>spués.<br />

La historia comienza cuando un<br />

día, movido quizá por los celos, quizá<br />

por la curiosidad, <strong>de</strong>cido preguntar<br />

por un tal V. Se enten<strong>de</strong>rá que al tratarse<br />

<strong>de</strong> una ciudad pequeña, como es<br />

ésta, y <strong>de</strong> un nombre tan poco habitual,<br />

como se ha referido, no fue difícil dar<br />

con algo, una pista, el hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

que guía por el laberinto. Pero no hay<br />

laberinto, ni hilo, ni nada. Sólo un bar,<br />

un lugar frío y feo que parece estar al<br />

otro lado <strong>de</strong>l espejo. Allí encuentro a V<br />

sentado, bebiendo, mirando <strong>de</strong> reojo a<br />

las rompecorazones quinceañeras que<br />

<strong>de</strong>dican mucho tiempo a escoger poca<br />

ropa.<br />

Me acerqué a él, qué locura, quién me<br />

lo iba a <strong>de</strong>cir, y je-je, ji-ji, ja-ja, entre<br />

trago y trago, hasta las tres <strong>de</strong> la mañana. Abad<br />

· 13


14 ·<br />

Abad<br />

De allí nos fuimos a otro sitio.<br />

Tocados por la mentira cómplice <strong>de</strong> la<br />

borrachera, nos abrazamos... Pero no<br />

a<strong>de</strong>lantemos acontecimientos. Para<br />

que la historia se dibuje en el papel,<br />

cada elemento tiene que ocupar su<br />

lugar, y ahora hay que seguir avanzando,<br />

esto es, volver atrás.<br />

Es una habitación <strong>de</strong> hotel. No se<br />

trata <strong>de</strong> nada lujoso, pero al ser nuevo,<br />

da aspecto <strong>de</strong> limpio. La colcha <strong>de</strong> la<br />

cama, por ejemplo, no está pasada <strong>de</strong><br />

moda. Las cortinas, echadas <strong>de</strong> par en<br />

par, no son excesivamente horteras. El<br />

sitio es mo<strong>de</strong>sto y acogedor. No hay<br />

nadie alre<strong>de</strong>dor, ni camareros <strong>de</strong>speinados,<br />

ni parejas entrometidas, ni ven<strong>de</strong>doras<br />

orientales <strong>de</strong> rosas. Estamos solos<br />

por primera vez, y se hace sentir en el<br />

silencio el zumbido <strong>de</strong> un moscardón.<br />

Noto que ella se fija en los <strong>de</strong>talles que<br />

hay en el cuarto <strong>de</strong> baño, en la pastilla<br />

<strong>de</strong> jabón, en el peine, en el frasquito <strong>de</strong><br />

colonia. Los mira durante un instante y<br />

luego se aleja, movida por un impulso.<br />

Me parece que ha <strong>de</strong>cidido no tocarlos<br />

para darme buena imagen. Eso me exci-<br />

ta. Se me pone dura al ver que está un<br />

poco tensa. La abrazo y noto su temblor<br />

<strong>de</strong> gorrioncito dormido en las manos.<br />

Nos <strong>de</strong>snudamos. Los temas que<br />

suenan en el hilo musical son patéticos,<br />

como el resto <strong>de</strong> la escena. Sin embargo,<br />

nos ayudan a entrar en calor. Bebemos,<br />

entre besos, un par <strong>de</strong> copas <strong>de</strong> vino. Y<br />

todo empieza a funcionar. Parece que<br />

las cosas encajan perfectamente.<br />

Métemela hasta a<strong>de</strong>ntro.<br />

Hasta el corazón.<br />

No. Hasta el corazón no, que no es<br />

tuyo.<br />

Ella guarda, bajo la llave <strong>de</strong>l silencio,<br />

el baúl <strong>de</strong> sus sentimientos. Tal vez por<br />

eso se entrega a los placeres sin rubor<br />

alguno. Nos besamos, nos mor<strong>de</strong>mos,<br />

me masturba y la masturbo, con ritmo<br />

<strong>de</strong> soul al principio, pa-pa-pa-pa-patá.<br />

Luego un poco <strong>de</strong> jazz, patá-patá-patápa-tapatá.<br />

Después me la chupa y se lo<br />

chupo. Nada más lamer su coño, noto<br />

que no tiene sabor. La excitación se<br />

disuelve tenuemente. Soy consciente en<br />

ese momento <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>signios<br />

a través <strong>de</strong> un miedo que se presenta<br />

sin excusa alguna. Me baja la erec-


“Le sale <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro”, dibujo <strong>de</strong> Mikaela Secada<br />

Secada · 15


16 · Abad<br />

ción. Pero alzo la vista y veo sus pechos<br />

<strong>de</strong> Venus, sus pezones <strong>de</strong> fresas agraces<br />

y cómo se muer<strong>de</strong> el labio, y otra vez<br />

arriba la polla. Me araña ligeramente la<br />

espalda. No creo que sea para tanto. Si<br />

he <strong>de</strong> ser sincero, me cuesta mucho<br />

adaptarme a una vagina <strong>de</strong>sconocida.<br />

Pero ella quiere complacerme. Intenta<br />

que yo me sienta seguro a toda costa.<br />

Seguimos en el acto. Ahora el ritmo es<br />

más marcado. Popón-popón-popón.<br />

Llevo la ca<strong>de</strong>ra a<strong>de</strong>lante y atrás con<br />

movimientos bruscos. Noto que el<br />

orgasmo empieza a segregar sus sustancias<br />

ácidas en todas las esquinas <strong>de</strong> mi<br />

cuerpo. Sudamos, nos reímos, chillamos,<br />

nos corremos, nos abrazamos.<br />

Es tar<strong>de</strong>. Tengo que irme.<br />

¿No pue<strong>de</strong>s quedarte un poco más?<br />

Si quieres po<strong>de</strong>mos dormir juntos, la<br />

habitación está pagada...<br />

No. Me esperan.<br />

Mierda, no tenía que haber dicho<br />

eso. Qué importancia tenía que la habitación<br />

estuviera pagada. Tenía que<br />

haberla tratado con cariño, tenía que<br />

haber puesto mi mueca <strong>de</strong> seductor, mi<br />

carita <strong>de</strong> niño tonto, mi puchero.<br />

Aunque no vale <strong>de</strong> nada arrepentirse.<br />

Ya no hay remedio. Me quedo solo, me<br />

siento ridículo, me hago un paja.<br />

Mastico el cordón <strong>de</strong> mi bota izquierda,<br />

lamo un poco las sábanas. Y me pierdo<br />

en pensamientos que me golpean con<br />

fuerza, me niegan, me <strong>de</strong>struyen.<br />

¿Por dón<strong>de</strong> íbamos? Ah, sí. Estábamos<br />

en que nos abrazamos. V y yo,<br />

quiero <strong>de</strong>cir. Beodos como los mendigos<br />

que duermen en los parques.<br />

Me produjo cierta ternura cuando<br />

me habló <strong>de</strong> ella por primera vez. Por lo<br />

visto, cada uno creíamos quererla más<br />

que el otro. Él ignoraba el amor que la<br />

profesaba, y yo, por mi parte, tenía la<br />

impresión <strong>de</strong> que los sentimientos <strong>de</strong> V<br />

no estaban <strong>de</strong>masiado evolucionados:<br />

<strong>de</strong>bían <strong>de</strong> asemejarse a los <strong>de</strong> un perro<br />

que espera en el umbral a que llegue su<br />

amo. Conmovedor. Por eso me producía<br />

cierta ternura, por la impresión <strong>de</strong> estar<br />

ante un ser primitivo.<br />

En mi corazón hacían su marcha<br />

militar las cosquillas <strong>de</strong> un apego sincero.<br />

Pero como un asesino que se enamora<br />

<strong>de</strong> su víctima, tenía un plan y lo


iba a llevar a cabo. No me podía <strong>de</strong>jar<br />

impresionar por la magia <strong>de</strong>l momento.<br />

Así que le invité a un par <strong>de</strong> rayas.<br />

A todas las tormentas <strong>de</strong>l mundo las<br />

anuncia una nave <strong>de</strong> papel charol acostumbrada<br />

al pulso <strong>de</strong>l cielo y al negro<br />

<strong>de</strong> los océanos. Sin embargo, el día que<br />

ella se precipitó al vacío <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ventana<br />

<strong>de</strong> mi apartamento, no llovía.<br />

Cuando llegó, tenía la cara <strong>de</strong>scompuesta.<br />

Se <strong>de</strong>shizo en lágrimas con la<br />

velocidad <strong>de</strong> un hielo que se <strong>de</strong>rrite en<br />

una mano. Intenté tranquilizarla.<br />

Descorché una botella <strong>de</strong> vino, puse<br />

música suave, bajé la luz, y si hubiera<br />

sido un prestidigitador, si hubiera<br />

podido meterme la mano en el pecho y<br />

sacar la paloma blanca <strong>de</strong>l consuelo, lo<br />

habría hecho sin dudarlo.<br />

A ella le crecía el llanto más y más,<br />

hasta hacerse una bestia acuática que le<br />

cortaba las palabras en la garganta, con<br />

el tajo <strong>de</strong> un suspiro hondo. La besé y<br />

me besó en un instante <strong>de</strong> tregua. Le<br />

acaricié la cara con mis <strong>de</strong>dos que olían<br />

a tabaco. Y <strong>de</strong> nuevo, dos gotas diáfanas<br />

le hincharon los párpados.<br />

¿Qué te pasa?<br />

Ella no contestaba. Noté en su mirada<br />

un angustia terrible. Una sombra veló<br />

sus pupilas, les restó luz, bailó con pasos<br />

tétricos por el negro radiante <strong>de</strong> sus ojos.<br />

V y yo seguíamos bebiendo <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>l abrazo. El polvito blanco que dignifica<br />

los baños públicos hacía brillar<br />

nuestras palabras. Entonces V me habló<br />

<strong>de</strong> ella <strong>de</strong> nuevo, y ahora, la conversación<br />

me dolía entre el cinturón y el<br />

ombligo. Pensé pedirle que se callara,<br />

que cerrara la puta boca, pero hubiera<br />

sido un grave error: téngase en cuenta<br />

que no éramos dos borrachos que la<br />

noche había juntado, sino una víctima<br />

y un <strong>de</strong>predador, y se acercaba el<br />

momento <strong>de</strong> ejecutar el plan.<br />

El otro día me estaba follando a mi<br />

novia y tardé más <strong>de</strong> una hora y media<br />

en correrme. ¡Una hora y media!<br />

Imaginar a V tocándola me resultaba<br />

nocivo, igual que ver a una niñita con<br />

las nalgas tiznadas <strong>de</strong> hollín, o un pájaro<br />

chapoteando en un charco <strong>de</strong> petróleo,<br />

o el fino humo que sale cada cuarenta<br />

años <strong>de</strong> la biblioteca <strong>de</strong> Alejandría. Abad<br />

· 17


18 · Abad<br />

Sus ja<strong>de</strong>os se entremezclaban en mi<br />

cavidad craneal con el sonido <strong>de</strong> una<br />

moneda <strong>de</strong>slizándose por un tubo <strong>de</strong><br />

cobre, con el estrepitoso graznido <strong>de</strong> un<br />

cuervo atropellado por una bicicleta.<br />

¿Quieres que vayamos <strong>de</strong> putas?<br />

Por fin me atrevía. Creía que era el<br />

momento <strong>de</strong> soltarlo y lo hice con mucha<br />

naturalidad. Aquello me estaba llevando<br />

más tiempo y esfuerzo <strong>de</strong>l que habría<br />

<strong>de</strong>seado, pero no me quería acobardar.<br />

Ahora la memoria late con el pulso<br />

<strong>de</strong> mi testimonio. Allí tengo grabado<br />

con la consistencia <strong>de</strong> un tatuaje aquel<br />

día en que salí a dar un paseo, <strong>de</strong>spejar<br />

la cabeza, tomar un poco <strong>de</strong> aire, y en el<br />

parque, clavado en el césped, encontré<br />

un arpón. Al ir a verlo <strong>de</strong> cerca, movido<br />

por la curiosidad, me di <strong>de</strong> bruces con<br />

ella. Fue como una visión divina, como<br />

pronunciar una palabra cifrada en el<br />

lenguaje <strong>de</strong> los sueños. Tenía la belleza<br />

<strong>de</strong> los objetos extraviados en el fondo<br />

<strong>de</strong> una piscina.<br />

Creo que esto hay que celebrarlo. No<br />

todos los días puedo presumir <strong>de</strong> haber<br />

encontrado un arpón en un parque.<br />

¿Quién ha dicho que lo encontraste<br />

tú y no yo?<br />

Así que fuimos a tomar un café y<br />

otro, y luego una cerveza y otra más. Y<br />

cuando ya estábamos un poco sueltos,<br />

cuando nos mirábamos más <strong>de</strong> la cuenta<br />

y hablábamos con <strong>de</strong>masiada familiaridad,<br />

ella me confesó que tenía novio.<br />

Pum. Disparo a bocajarro.<br />

Seguro que por mucho que os queráis<br />

hay algo que no le perdonarías. Por<br />

ejemplo que te sea infiel.<br />

Qué tontería. Sí que le perdonaría<br />

que me fuera infiel. ¿Quién está libre <strong>de</strong><br />

pecado?<br />

Es un ejemplo. Da igual. Lo mismo<br />

es otra cosa. Tiene que haber algo. Al<br />

fin y al cabo, una relación es un contrato,<br />

y explícita o implícitamente tiene<br />

cláusulas por las que una <strong>de</strong> las partes<br />

pue<strong>de</strong> rescindirlo.<br />

Sí. Ya sé. Nunca le perdonaría que<br />

fuera <strong>de</strong> putas.<br />

Así que nos fuimos <strong>de</strong> putas.<br />

Rogaría que no se me juzgara con dureza<br />

por esto. Después <strong>de</strong> todo, lo hice por<br />

amor. Fuimos a un club frío y hermoso.


Bebimos champán con varias chicas. V<br />

encontró una que le gustaba lo suficiente.<br />

Antes <strong>de</strong> irse con ella, me pidió<br />

que le invitara a una raya más. En el<br />

baño, mientras dibujaba la línea <strong>de</strong><br />

polvo, me confesó que era la primera<br />

vez que venía a un sitio así, a un club.<br />

En ese momento me sentí tremendamente<br />

aliviado.<br />

En los seis meses que duró nuestra<br />

relación, ella sólo me hizo un regalo,<br />

un libro <strong>de</strong> poesía. Una noche, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> hacer el amor, leímos el último<br />

poema, que terminaba preguntando<br />

quién no lleva en la punta <strong>de</strong> su<br />

arpón una ballena blanca. La coinci<strong>de</strong>ncia<br />

nos sorprendió. Un arpón en el<br />

parque, en el verso, una ballena blanca,<br />

una pregunta. En ese momento, a<br />

los dos nos hubiera gustado creer en<br />

una mística que explicara las casualida<strong>de</strong>s,<br />

en una presencia numinosa<br />

situada más allá <strong>de</strong>l azar que anudara<br />

con hilos invisibles cada una <strong>de</strong> las<br />

coinci<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> nuestras vidas. Pero<br />

por <strong>de</strong>sgracia, ambos éramos personas<br />

<strong>de</strong> poca fe.<br />

Meses <strong>de</strong>spués, un amigo común<br />

me contó que el día en que se quitó la<br />

vida, ella venía <strong>de</strong>l médico. Se quejaba<br />

<strong>de</strong> un dolor extraño en el bajo vientre,<br />

<strong>de</strong> un resquemor metálico en la boca<br />

<strong>de</strong>l útero, <strong>de</strong> un picor caliente que le<br />

incendiaba el pis. También <strong>de</strong> una<br />

intensa cefalea, <strong>de</strong> una presión en el<br />

pecho semejante a una gripe, <strong>de</strong> un<br />

cansancio que le espesaba los músculos.<br />

El médico, tras interpretar el análisis,<br />

le diagnosticó que el VIH había<br />

entrado en su organismo. Por el recorrido<br />

anaranjado <strong>de</strong> sus venas, se hacía<br />

fuerte a gran velocidad. En esos<br />

momentos, mientras ella lloraba y<br />

bebía y me besaba, en la sangre que circulaba<br />

por su cuello fino, por las<br />

minúsculas costuras <strong>de</strong> sus ojos, en el<br />

mapamundi <strong>de</strong> sus nalgas, el virus se<br />

multiplicaba y mutaba sin obe<strong>de</strong>cer a<br />

nada, ni a la sístole ni a la diástole, ni a<br />

la inspiración ni a la espiración, ni al<br />

amor ni al odio: recorría esa <strong>de</strong>lgada<br />

línea que no sabe ni <strong>de</strong>l bien ni <strong>de</strong>l mal,<br />

que es la biología.<br />

La música tenue, a lo lejos, nos<br />

amansaba. Ella lloraba y yo no sabía por Abad<br />

· 19


20<br />

qué. No dijo ni una palabra mientras la<br />

intentaba consolar, y guardó el mismo<br />

silencio cuando la agasajé con mis caricias,<br />

cuando la mimé con palmas<br />

ardientes <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la ropa. Permaneció<br />

envuelta en el mismo mutismo en el<br />

momento en que la <strong>de</strong>snudaba, cuando<br />

besé con suavidad sus pezones, cuando<br />

<strong>de</strong>slicé mis manos entre sus nalgas,<br />

cuando, con una ligera presión, le metí<br />

el <strong>de</strong>do corazón en el ano. Pero justo<br />

antes <strong>de</strong> penetrarla, dijo:<br />

No olvi<strong>de</strong>s el condón.<br />

El condón. Recordé aquella noche<br />

cuando, al salir <strong>de</strong>l club, ebrio y radiante,<br />

disfrutando <strong>de</strong> mi plan maquiavélico<br />

y triunfal, escuché cómo V comentaba:<br />

Menuda coca. Es la hostia. Casi ni<br />

me corro. Mira que puse empeño, hasta<br />

rompimos el condón.<br />

El cielo tiene una nave <strong>de</strong> papel charol<br />

que trae la lluvia. Y el día que ella se<br />

arrojó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi ventana no llovía, ni<br />

había nubes, ni nada, pero sobre los<br />

tejados y las azoteas, al asomarme y<br />

compren<strong>de</strong>r lo que había ocurrido, vi la<br />

nave, o la intuí, o la imaginé.<br />

Esa noche, a escondidas, me quité el<br />

condón. Ella estaba borracha y no se dio<br />

cuenta.<br />

Eyacular fue como si <strong>de</strong> un collar,<br />

rota la tanza, se hubieran <strong>de</strong>sprendido<br />

los abalorios sobre su pecho.<br />

Nacho Abad (León, 1980). Narrador, poeta y ví<strong>de</strong>o creador. Autor <strong>de</strong> los poemarios DE LAS PALA-<br />

BRAS PALOMAS (2001) y COMUNICADO (<strong>2006</strong>). Su último cortometraje se titula “Tripulantes” y se<br />

incluye en la antología <strong>de</strong> relatos <strong>de</strong>l mismo nombre (Eclipsados, <strong>2006</strong>).<br />

Mikaela Secada Martínez (Santan<strong>de</strong>r, 1977). Formada en Grabado y Técnicas <strong>de</strong> Estampación, y en<br />

Artes aplicadas a la Escultura. Ha trabajado así mismo en forja, cerámica y restauración.<br />

Actualmente imparte clases <strong>de</strong> dibujo y pintura en León.


Noticias <strong>de</strong>l infierno<br />

Antonio Orihuela<br />

El señor presi<strong>de</strong>nte<br />

que fumó marihuana pero no se tragó el humo.<br />

Ven al sabor,<br />

disfruta <strong>de</strong> la libertad sin límites <strong>de</strong><br />

El secretario <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa<br />

que confiesa gastarse un billón <strong>de</strong> dólares al año en armas<br />

y 50.000 millones en <strong>de</strong>sarrollo<br />

esperando que este argumento traiga la paz<br />

y la estabilidad al mundo.<br />

Afortunadamente, hay cosas que nunca fallan, como<br />

El Musarraf<br />

que era un dictador<br />

cargaito <strong>de</strong> armas <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción masiva<br />

hasta que los Estados Unidos lo necesitaron<br />

para invadir Afganistán y se convirtió,<br />

<strong>de</strong> la noche a la mañana,<br />

en un <strong>de</strong>mócrata <strong>de</strong> toda la vida.<br />

Antonio<br />

Orihuela<br />

Camarhynchus<br />

psittacula<br />

Orihuela · 21


22 · Orihuela<br />

La vida es móvil, móvil es<br />

La señora ministra <strong>de</strong> la vivienda<br />

que no va a frenar la especulación,<br />

la construcción sin límites<br />

los precios abusivos<br />

y las hipotecas<br />

pero que sabe <strong>de</strong>cir keli y chachipiruli.<br />

Profesionales que respon<strong>de</strong>n, te lo garantiza<br />

El ministro <strong>de</strong> trabajo que nos llama compañeros<br />

con los dientes sucios <strong>de</strong> bolitas <strong>de</strong> caviar.<br />

Te lo has ganado, como<br />

La ministra <strong>de</strong> medio ambiente<br />

que habla <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollo sostenible<br />

mientras se salta el protocolo <strong>de</strong> Kyoto a la piola<br />

y el uso <strong>de</strong> recursos naturales supera en un 20%<br />

la capacidad regenerativa <strong>de</strong>l planeta.<br />

Empieza a trabajar en tu futuro, mira a<br />

El portavoz <strong>de</strong>l gobierno hablando <strong>de</strong> pluralidad informativa<br />

cuando el 90% <strong>de</strong> las imágenes que circulan por el mundo<br />

son suministradas por la CNN, VISNEWS y WTN.


75.000 canciones<br />

para 75.000 estados <strong>de</strong> ánimo.<br />

Es un consejo <strong>de</strong><br />

El presentador <strong>de</strong> televisión para el que no es tragedia ni noticia<br />

la cotidiana muerte <strong>de</strong> 15.000 personas por el sida,<br />

la tuberculosis o la malaria,<br />

y otras 50.000 que se mueren, sencillamente, <strong>de</strong> hambre.<br />

En Mayo, 2x1.<br />

El que con<strong>de</strong>na la violencia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un banco.<br />

El futuro elige VISA.<br />

Los secretarios generales <strong>de</strong> los sindicatos mayoritarios<br />

conferenciando sobre el Estatut, la tregua <strong>de</strong> ETA<br />

y la receta <strong>de</strong>l pollo al chilindrón<br />

en el mitin <strong>de</strong>l primero <strong>de</strong> mayo.<br />

Porque el tiempo nos da la razón.<br />

El que se crucifica con cemento y ladrillos<br />

y pone él los clavos.<br />

¿Tienes problemas para llegar a fin <strong>de</strong> mes?<br />

Agrupamos todos tus préstamos en uno.<br />

Orihuela · 23


24 · Orihuela<br />

El que sale <strong>de</strong> casa con el intermitente puesto<br />

exigiendo como propio el carril <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lantamiento.<br />

¿Te gusta conducir?<br />

El que vive <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una serie, <strong>de</strong> un telediario<br />

o peor aún pensando que no hay vida más allá<br />

<strong>de</strong> verse retratado y entrevistado diariamente<br />

en el periódico <strong>de</strong> su pueblo<br />

pagado por su propio partido.<br />

Ha llegado la revolución<br />

¿Te vas a quedar fuera?<br />

El que se queja <strong>de</strong>l precio <strong>de</strong> la consola Nintendo<br />

y su móvil <strong>de</strong> última generación<br />

y quiere que le <strong>de</strong>scuenten<br />

los tres millones <strong>de</strong> muertos que<br />

han provocado las multinacionales en el Congo<br />

compitiendo por la extracción <strong>de</strong> los componentes minerales<br />

con los que se construyen nuestras chucherías.<br />

Elígenos y no te preocupes <strong>de</strong> nada.<br />

El que elimina el costo <strong>de</strong> las interacciones <strong>de</strong> la vida diaria,<br />

el manipulado que objetiviza sus opiniones<br />

y las imágenes correspondientes.


Acrílico <strong>de</strong> Elia Torrecilla Patiño<br />

Elia · 25


26 · Orihuela<br />

Buscamos personas como tú.<br />

El que ce<strong>de</strong> sus órganos en el chat oniric love on line<br />

los fines <strong>de</strong> semana<br />

y en el <strong>de</strong> la Congregación Virtual <strong>de</strong> la Amistad Galáctica<br />

sólo los jueves.<br />

Buscamos personas como tú.<br />

Lo que se achata, se serializa, se vuelve repetitivo y reiterativo<br />

y es vendido cada vez como la última novedad <strong>de</strong>l mercado.<br />

Pronto todo el mundo lo tendrá.<br />

La locomotora que valía, en 1980, 12.910 sacos <strong>de</strong> café<br />

y que vale hoy 137.400,<br />

siendo la locomotora y el saco <strong>de</strong> café los mismos.<br />

¿Necesitas dinero?<br />

Reventamos los precios.<br />

Tú eliges.<br />

La Organización Mundial <strong>de</strong> la Salud<br />

que se plantea apoyar el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> los países pobres<br />

al uso <strong>de</strong> genéricos<br />

mientras los Estados Unidos lo bloquea<br />

y amenaza con recortar sus aportaciones<br />

a esta organización.


Don<strong>de</strong> no llegan las medicinas<br />

llega Coca-Cola,<br />

bébete la chispa <strong>de</strong> sus vidas<br />

y eructa.<br />

Antonio Orihuela (Moguer, 1965). Doctor en Historia. Poeta, ensayista y narrador. Sus últimas<br />

publicaciones son LA CIUDAD DE LAS CROQUETAS CONGELADAS (Baile <strong>de</strong>l Sol, <strong>2006</strong>) y TÚ QUIÉN ERES TÚ<br />

(Ediciones I<strong>de</strong>a, <strong>2006</strong>). Cultiva también la poesía visual y coordina los Encuentros <strong>de</strong> Poetas “Voces<br />

<strong>de</strong>l Extremo”, <strong>de</strong> la Fundación Juan Ramón Jiménez.<br />

Elia Torrecilla Patiño (Vigo, 1984). Estudia Ilustración en la Escuela <strong>de</strong> Arte <strong>de</strong> Segovia. Ha obtenido<br />

el Primer Premio en el Certamen Nacional <strong>de</strong> Artes Plásticas <strong>de</strong> Pola <strong>de</strong> Laviana. Participó en la<br />

exposición colectiva itinerante “José Lapayese Bruna” (Teruel).<br />

27


Macarena<br />

Trigo<br />

Catamenia<br />

inornata<br />

28 · Trigo<br />

Un horizonte más<br />

Macarena Trigo<br />

Anoche mal dormía y te soñaba. Estábamos en casa y no llovía. Yo <strong>de</strong>jaba los<br />

grifos abiertos como venas y el agua te inundaba y tú dormías y no te dabas cuenta<br />

<strong>de</strong> mojado. Y entonces me asustaba y te llamaba pero no respondías esta vez.<br />

Encontré tu cabeza entre las aguas. Seguías muy dormido como si... Creo que yo<br />

grité que <strong>de</strong>spertaras y entonces sí, lo hiciste. Sacaste la cabeza como un pez volador<br />

y me miraste. Entendiste el <strong>de</strong>sastre y lo arreglaste pronto y secaste mi llanto<br />

por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l agua, pese al susto tan gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> verte así... dormido.<br />

Y si duermo y te sueño como acaso los peces que no <strong>de</strong>scansan nunca, que no<br />

recuerdan nada y no saben <strong>de</strong> trenes o ganas <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rse en el fondo <strong>de</strong> un cuento<br />

que no sea tan propio, entre líneas <strong>de</strong> Oriente, con letras dibujadas como si fueran<br />

cuadros que guardaran secretos <strong>de</strong> tiempos milenarios don<strong>de</strong> el amor llegaba<br />

como hasta aquí la lluvia, <strong>de</strong> golpe, sin aviso, enrareciendo todo sólo para aclararlo,<br />

para salvar al mundo <strong>de</strong> tanta geometría, tanto perfil exacto, tanto tictac al fin.<br />

Y si <strong>de</strong>spierto y pienso en ti por acci<strong>de</strong>nte como acaso los gatos que miran distraídos,<br />

aunque muy fijamente, a esas almas en pena que sólo ellos aciertan a oler<br />

entre las sombras <strong>de</strong> antiguas medianoches que nunca terminaron y que siguen<br />

acá, recordando quién sabe qué besos nunca dados, qué promesa incumplida, qué<br />

*<br />

a F. P.


pena <strong>de</strong> vivir entre tanta tristeza, viendo pasar las fiestas don<strong>de</strong> nadie recuerda el<br />

color <strong>de</strong> sus ojos.<br />

Y si tú te enfadaras o te asustaras mucho y pensaras que no, que es <strong>de</strong>l todo<br />

imposible, <strong>de</strong>l todo innecesario, muy <strong>de</strong>saconsejable, tenerme así <strong>de</strong> cerca, a toda<br />

hora <strong>de</strong>l día, ignorando <strong>de</strong>lirios que cruzan por mi frente cada vez que apareces<br />

como si fueras alguien <strong>de</strong>l todo inolvidable con quien soñar <strong>de</strong>spierta.<br />

Y si tú me dijeras que hasta aquí hemos llegado, que nada <strong>de</strong> esto existe, que no eres<br />

el que pinto con mis torpes palabras y que no he retratado ni un pedazo <strong>de</strong> ti en toda<br />

esta montaña <strong>de</strong> papel <strong>de</strong>slucido, emborronado ahora con este <strong>de</strong>satino que trata <strong>de</strong><br />

enredarte como si fueras pez, acaso azul y frío, ignorando el anzuelo que tan pacientemente...<br />

Y si tú me miraras como sueles hacerlo, así, sin darte cuenta, a corazón abierto,<br />

encontrando respuestas que acaso sólo tú, y entendieras que estoy estando en<br />

todo sólo porque estás cerca, como si mereciera tu presencia en mis días, tus ojos<br />

sobre mí, tu voz cansada.<br />

Nada suce<strong>de</strong>rá. Por eso escribo. No importa no enten<strong>de</strong>r. No importo yo.<br />

*<br />

Entonces poco más. Un corazón <strong>de</strong> charcos, con mis dudas, unas manos atentas,<br />

un mar vulgar <strong>de</strong> llanto, una ceguera antigua y este miedo <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r besar<br />

el horizonte y <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> dormir. Soñar, mejor, soñar, y ser siempre feliz o estar tranquilo<br />

con hormigas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los pies y algún torpe reloj que nos atrase las ganas<br />

<strong>de</strong> partirle la boca a tanta gente. Trigo<br />

· 29


30 · Zantleifer<br />

Ilustración <strong>de</strong> Dalmiro Zantleifer<br />

Macarena Trigo (Madrid, 1979). Autora <strong>de</strong> LOS POEMAS PERDIDOS DE ELEONORA QUE MARIANA ENCON-<br />

TRÓ NO SABE DÓNDE (Amarú, <strong>2006</strong>), Premio Internacional <strong>de</strong> Poesía Iberoamericana Víctor Jara.<br />

Dalmiro Zantleifer Ojeda (Buenos Aires). Realizó estudios <strong>de</strong> Diseño Gráfico y Dibujo Humorístico.<br />

Actualmente estudia Ilustración con Daniel Roldán. Su web es www.dalmiro.com.


El silencio que pasa<br />

Adolfo Alonso Ares<br />

Me gusta ese silencio que conjuga<br />

La nada con el signo <strong>de</strong> mi tierra<br />

La eclosión que se nutre a cada paso<br />

Navegando sin rumbo. Me <strong>de</strong>tengo<br />

En las horas que nombro, en el constante<br />

Latir, en el verdugo que me espera<br />

Don<strong>de</strong> la noche rompe su espejismo.<br />

I<br />

Febril misterio, <strong>de</strong>sdén que me cobija<br />

Alud <strong>de</strong> la agonía y el recuerdo<br />

Explicación veraz, mancha que rompe<br />

Un sueño en la palabra, piel <strong>de</strong>snuda.<br />

Rival en ese ruido que se vierte don<strong>de</strong> el hombre no existe.<br />

Adolfo Alonso<br />

Ares<br />

Passerina<br />

amoena<br />

Ares<br />

· 31


32 · Ares<br />

Dibujo <strong>de</strong> Adolfo Alonso Ares


RETOMARÉ EL OTOÑO<br />

Como renglón que agota tu presente.<br />

Raíz que se ha servido <strong>de</strong> la escarcha<br />

Para acotar el cielo.<br />

Templo don<strong>de</strong> la piedra se hace lajas<br />

Plegaria que se nutre <strong>de</strong> emociones<br />

Lumbre <strong>de</strong> las hogueras apagadas<br />

Pudor que fue conciencia.<br />

Viviré en el jardín, don<strong>de</strong> la lluvia<br />

Es vieja y el tiempo no transcurre.<br />

Adolfo Alonso Ares (Astorga, 1956). Autor <strong>de</strong> los poemarios UN RENGLÓN INFINITO (1998), EL VÉRTI-<br />

GO SAGRADO (1998), ALACENAS BLANCAS (1999), EL LIQUEN DE LOS ROBLES (2000), DEL ROJO AL<br />

NEGRO (2000) y PLEGARIA DEL METAL (XIII Premio Gil <strong>de</strong> Biedma, 2003). Coordina los encuentros<br />

poéticos anuales “Poemas en el claustro”, que se celebran en la Catedral <strong>de</strong> León.<br />

33


Roxana<br />

Popelka<br />

Certhi<strong>de</strong>a<br />

olivacea<br />

34 ·<br />

Popelka<br />

El <strong>de</strong>sahucio<br />

Roxana Popelka<br />

Pasar aquí el resto <strong>de</strong> tu vida.<br />

¿Piensas pasar aquí el resto <strong>de</strong> tu vida?


¿En este lugar?<br />

¿Con el olor? Es por el olor.<br />

¿Qué es exactamente lo que hace a los hogares <strong>de</strong> hoy tan diferentes, tan atractivos?<br />

A veces el olor llegaba a marearme. Por el olor, era por el olor. Popelka<br />

· 35


36 · Popelka<br />

Las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sconchadas y los azulejos grasientamente siniestros. Me oían.<br />

Apuesto a que los azulejos escuchaban lo que <strong>de</strong>cía.<br />

Y las moscas, miles <strong>de</strong> moscas, moscas posadas sobre las mondas <strong>de</strong> patatas,<br />

jugando con las mondas <strong>de</strong> patatas, cagando sobre las mondas <strong>de</strong> patatas.


¿Qué es exactamente lo que hace a los hogares <strong>de</strong> hoy tan diferentes, tan atractivos?<br />

Y un solo aviso para el <strong>de</strong>sahucio.<br />

¿Quieres que te cuente cómo se movían las pare<strong>de</strong>s? Se movían las pare<strong>de</strong>s.<br />

Popelka<br />

· 37


38 ·<br />

Popelka<br />

¿Cuánto tiempo llevas ahí sentada? ¿Una hora o más? ¿Llevas una hora o más con<br />

la mente perdida, flotando?<br />

A lo lejos las fábricas, las lúgubres acerías.


¿Qué es exactamente lo que hace a los hogares <strong>de</strong> hoy tan diferentes, tan atractivos?<br />

Las cosas no van a ser diferentes el año que viene, tampoco el otro.<br />

La memoria cada vez más frágil. El <strong>de</strong>terioro final. Es la <strong>de</strong>molición. Es mi casa<br />

<strong>de</strong>shabitada.<br />

Popelka<br />

· 39


40<br />

¿Qué es exactamente lo que hace a los hogares <strong>de</strong> hoy tan diferentes, tan atractivos?<br />

Roxana Popelka (Gijón, 1966). Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología, y Doctora en Filosofía.<br />

Ha publicado los poemarios CIUDAD DEL NORTE (1989) y SIMPLEMENTE NADA COMÚN (1991). Dirige la<br />

revista literaria “Lúnula”, <strong>de</strong>l Ateneo Obrero <strong>de</strong> Gijón. Es codirectora y guionista <strong>de</strong> cortometrajes<br />

como “La vida en corto” o “El aparcamiento” (premiado en el Festival <strong>de</strong> Cine <strong>de</strong> Gijón).


Preludio nº2<br />

Jesús Díez Fernán<strong>de</strong>z<br />

Estaba acostado en la cama, con los<br />

ojos abiertos. Sonó el timbre <strong>de</strong>l portal<br />

<strong>de</strong> la calle. No hizo caso, pensó en los<br />

carteros comerciales. Giró levemente la<br />

cabeza y sintió el roce suave <strong>de</strong> la almohada<br />

en su mejilla. Dejó que se hundiera<br />

su rostro y el resto <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong>snudo,<br />

en las señales <strong>de</strong> bruma perfumada<br />

que aún tenía la tibieza <strong>de</strong>l recuerdo y<br />

que le había <strong>de</strong>jado entre las sábanas<br />

una mujer, antes <strong>de</strong> irse para siempre.<br />

Pensó en el asedio diario <strong>de</strong> los carteros<br />

comerciales y siguió escuchando<br />

en su equipo <strong>de</strong> música a Chik Corea,<br />

en el tema The Loop. Volvieron a insistir<br />

en la llamada, pulsando el timbre <strong>de</strong>l<br />

portero automático. El hombre miró<br />

hacia la mesilla <strong>de</strong> noche. Con los rayos<br />

<strong>de</strong> luz solar, que a esas horas <strong>de</strong>l día<br />

entraban a través <strong>de</strong> las lamas <strong>de</strong> la persiana<br />

no bajada al completo, pudo ver el<br />

resto <strong>de</strong> la bebida alcohólica que aún<br />

quedaba diluida con el hielo, en el<br />

fondo <strong>de</strong>l vaso.<br />

Bebió sin ningún temblor aquel<br />

último trago, como un sediento que a<br />

través <strong>de</strong> un espejismo llega a un oasis<br />

y no repara en si el agua está turbia.<br />

Cerró los ojos y siguió escuchando el<br />

siguiente tema <strong>de</strong>l álbum… I hear a<br />

Rahpsody. Sólo sintió unos segundos el<br />

dolor. Fingió que se levantaba, que salía<br />

a la calle, que caminaba sin rumbo, en<br />

medio <strong>de</strong> la gente que iba y venía inundando<br />

las aceras <strong>de</strong> la ciudad. Se paraban<br />

frente a los escaparates, sin saber el<br />

porqué y para qué. Fingían ser felices<br />

mirando a las gran<strong>de</strong>s pantallas <strong>de</strong> los<br />

televisores, que anunciaban más pantallas<br />

<strong>de</strong> otros televisores. Así hasta el<br />

infinito.<br />

Sus ojos se llenaron <strong>de</strong> espejos inútiles<br />

en los que po<strong>de</strong>r reflejarse. Siguió<br />

Jesús Díez<br />

Fernán<strong>de</strong>z<br />

Molothrus<br />

badius<br />

Díez · 41


42 · Puertas<br />

Óleo <strong>de</strong> Rosa Puertas


caminando. Abatido, <strong>de</strong>jó caer la cabeza<br />

sobre el hombro y el pecho <strong>de</strong> una<br />

mujer, que fingió al cruzarse con él,<br />

mirarle intensamente y compren<strong>de</strong>rle.<br />

Estaba acostado en la cama, con los<br />

ojos muy abiertos y fijos en el trenzado<br />

que había tejido una araña, entre la<br />

lámpara que seguía encendida y el<br />

techo <strong>de</strong> la habitación; en los últimos<br />

minutos <strong>de</strong> su vida, mientras él ya via-<br />

jaba a través <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong> verano, que<br />

latía en el corazón <strong>de</strong> un piano…<br />

Summer Night.<br />

Volvieron a insistir en la llamada los<br />

carteros comerciales y también un<br />

agente bancario, para ofrecerle un<br />

seguro <strong>de</strong> vida o un plan <strong>de</strong> pensiones.<br />

Él fingió que cerraba los ojos Night And<br />

Day para siempre, escuchando el<br />

Prelu<strong>de</strong> nº 2 <strong>de</strong> Scriabin. Mock up.<br />

Jesús Díez (Sopeña <strong>de</strong> Curueño, León). Autor <strong>de</strong> los poemarios LA NIEVE ¿QUÉ SILENCIO? (Huerga y<br />

Fierro, 2005), CLEPSIDRA DE OTOÑO (Ed. Libertarias, 1995) o NOGAL DE PERGAMINO (Andrómeda,<br />

1991), así como <strong>de</strong> los libros <strong>de</strong> relatos EQUIPAJE DEL OLVIDO (Huerga y Fierro, <strong>2006</strong>) y EL NIÑO DEL<br />

TREN HULLERO (Alfasur, 2004), entre otros títulos.<br />

Rosa Puertas. Ha expuesto en el Certamen Anual <strong>de</strong> Artistas en la Estación <strong>de</strong> Atocha, en el<br />

Aeropuerto <strong>de</strong> Barajas, en el Botánico, Estudios Solana <strong>de</strong> Madrid, etc. Forma parte <strong>de</strong>l grupo<br />

Estudio Arte Cras. Ha ilustrado varios libros <strong>de</strong> Jesús Díez. 43


Candidata a la presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l CCL, reponiéndose


The Children’s Book of American Birds<br />

el hambre


Y <strong>de</strong>spués que hubimos gustado los alimentos y la<br />

bebida, envié algunos compañeros —dos varones<br />

a quienes escogí e hice acompañar por un tercero<br />

que fue un heraldo— para que averiguaran cuáles<br />

hombres comían el pan en aquella tierra.<br />

Fuéronse pronto y juntáronse con los lotófagos,<br />

que no tramaron ciertamente la perdición <strong>de</strong><br />

nuestros amigos; pero les dieron a comer loto, y<br />

cuantos probaron este fruto, dulce como la miel,<br />

ya no querían llevar noticias ni volverse; antes<br />

<strong>de</strong>seaban permanecer con los lotófagos, comiendo<br />

loto, sin acordarse <strong>de</strong> volver a la patria.<br />

·<br />

Mas yo los llevé por fuerza a las cóncavas naves y,<br />

aunque lloraban, los arrastré e hice atar <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> los bancos. Y mandé que los restantes fieles<br />

compañeros entrasen luego en las veloces embarcaciones:<br />

no fuera que alguno comiese loto y no<br />

pensara en la vuelta. Hiciéronlo en seguida y,<br />

sentándose por or<strong>de</strong>n en los bancos, comenzaron<br />

a batir con los remos el espumoso mar.<br />

Homero, Odisea, Canto IX


El hambre<br />

48 · Vaz<br />

“Ambre”, fotografía <strong>de</strong> Eva Vaz


Caín leyendo<br />

José Luis Piquero<br />

Mon semblable, mon frère<br />

En mi tar<strong>de</strong> más negra quiero tocar el cielo.<br />

Sentado en lo más hondo<br />

<strong>de</strong>l autobús, y el libro entre las uñas,<br />

¡adiós, vertiginosa jornada laboral; adiós, salario;<br />

adiós a mi Macintosh, que ronronea y piensa por su cuenta!<br />

Leo como leía cuando era adolescente:<br />

moriría <strong>de</strong> versos.<br />

Escucha tú, <strong>de</strong> quien sé bien el nombre<br />

pero has <strong>de</strong> ser un tipo poco recomendable —como todos nosotros—,<br />

que <strong>de</strong>vuelve los golpes con precisión <strong>de</strong> fiera<br />

y sabe un par <strong>de</strong> cosas que todos sospechábamos.<br />

Dime que hasta la última palabra<br />

todo es verdad, verdad,<br />

o dame una señal para olvidarme el libro en el asiento.<br />

En esta negra tar<strong>de</strong> se busca una certeza<br />

y cruzo la ciudad como un feto motoro,<br />

respirando en el libro.<br />

No vayas a <strong>de</strong>cirme que el mundo está ahí afuera.<br />

No es más real que este terrible soplo al corazón.<br />

José Luis<br />

Piquero<br />

Arremon<br />

abeillei<br />

Piquero · 49<br />

El hambre


El hambre<br />

50<br />

¿Nos hemos olvidado <strong>de</strong> escribir,<br />

idiotas instruidos mientras ella se va dando un portazo?<br />

Entonces hasta el más sórdido adolescente<br />

<strong>de</strong>bería escupirnos su <strong>de</strong>sprecio en la cara.<br />

Sea Dios el libro mientras nos susurra<br />

su espantosa verdad. Reseña: calla,<br />

no vales el talón que te ha pagado.<br />

Escucha bien:<br />

te doy mi libertad, eres la sombra<br />

que vigila la luz <strong>de</strong> mi ventana.<br />

Yo te he dado las llaves y ahora asústame.<br />

Eras el preferido <strong>de</strong> mi Padre, jamás te perdoné, el mejor <strong>de</strong> nosotros.<br />

Tú y yo somos iguales, sólo eso sé <strong>de</strong>cir.<br />

Y que todo el dolor y la alegría y la furia<br />

son verdad, son verdad,<br />

porque si no soy yo quien está muerto y tú estás muerto<br />

y en esta gran mentira <strong>de</strong> los poemas ar<strong>de</strong>remos todos<br />

hasta que cada libro no sea más que ceniza.<br />

José Luis Piquero (Mieres, 1967). El conjunto <strong>de</strong> su poesía, reunida bajo el título AUTOPSIA (2004),<br />

le valió el Premio Ojo Crítico <strong>de</strong> RNE. Escribe crítica <strong>de</strong> libros y arte, y ha traducido al asturiano<br />

obras <strong>de</strong> Charles Dickens, Herman Melville o Arthur Miller.<br />

Eva Vaz (Huelva, 1972). Ha publicado, entre otros, los poemarios LA OTRA MUJER (2003), LEÑA<br />

(2004) y METÁSTASIS (<strong>2006</strong>). Se ha <strong>de</strong>dicado al campo <strong>de</strong> la escena, el periodismo y las artes plásticas.<br />

Dirige la empresa <strong>de</strong> gestión cultural Ex-Libris. Su web es www.evavaz.net.


La gran dieta<br />

Alberto R. Torices<br />

Nuestro querido Micael C. Peace ya ha pasado a engrosar (con perdón) la nómina <strong>de</strong> los<br />

inmortales. Requiescat in pace. Escritor <strong>de</strong>smedido y amigo entrañable, prodigioso ser<br />

humano, fue también miembro <strong>de</strong>l oscuro y ya casi olvidado Oblivion’s Club; atlante,<br />

titán, portento <strong>de</strong> la naturaleza, su silueta ensombreció la <strong>de</strong> todos sus colegas. Hoy, el<br />

honor <strong>de</strong> haberlo conocido y tratado me impone el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> glosar, con la ignominia <strong>de</strong> la<br />

brevedad, la odisea emprendida por este hombre formidable. Pues bien, hela aquí:<br />

Antes <strong>de</strong> comenzar la redacción <strong>de</strong><br />

El banquete, la novela por la que será<br />

recordado en los tiempos veni<strong>de</strong>ros,<br />

Micael C. Peace pesaba ciento setenta y<br />

dos kilos y era un hombre feliz.<br />

Durante los nueve años que tardó en<br />

escribirla, perdió ciento veinte kilos,<br />

buena parte <strong>de</strong>l cabello y la totalidad <strong>de</strong><br />

sus relaciones con el mundo. Opera<br />

prima y a la vez postrema, hercúlea,<br />

insuperable, el manuscrito <strong>de</strong> El banquete<br />

se componía <strong>de</strong> seis mil trescientos<br />

veintinueve folios numerados y<br />

homogéneos, escritos por ambas caras<br />

con una letra menuda pero legible, y<br />

con más agregados que tachaduras.<br />

Recuerdo bien el día que Micael se<br />

presentó en las oficinas <strong>de</strong> Mnemosyne<br />

Publishers Ltd., por aquel entonces<br />

situadas en un sótano <strong>de</strong> All Saints<br />

Avenue. Pálido como un cadáver,<br />

escuálido y tambaleante como si acabara<br />

<strong>de</strong> escapar <strong>de</strong> un campo <strong>de</strong> concentración,<br />

portaba bajo el brazo una<br />

carpeta sencilla e insuficiente para<br />

dar cabida a los papeles que contenía.<br />

Tras presentarse, dijo: «Éste es el primer<br />

capítulo <strong>de</strong> una novela un poco<br />

larga. Si se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n a publicarla les<br />

haré llegar los ciento ochenta y tres<br />

restantes por mensajería. Estoy un<br />

poco débil.»<br />

Alberto R.<br />

Torices<br />

Ictinia<br />

mississippiensis<br />

Torices · 51<br />

El hambre


El hambre<br />

52 · Kovacs


Si he <strong>de</strong> ser sincero —y pretendo<br />

serlo, acaso más <strong>de</strong> lo que me conviene—,<br />

bastó la primera página para convencerme<br />

<strong>de</strong> que aquella carpeta contenía<br />

la promesa <strong>de</strong>l que había <strong>de</strong> ser mi<br />

mayor logro como editor.<br />

La primera edición <strong>de</strong> El banquete,<br />

que yo dirigí y hoy es fetiche <strong>de</strong> coleccionistas,<br />

constaba <strong>de</strong> seis volúmenes<br />

<strong>de</strong> unas mil quinientas páginas cada<br />

uno, impresos en papel biblia y a cuerpo<br />

nueve.<br />

Pues bien, por más que cueste creerlo,<br />

Micael C. Peace escribió esta inconcebible<br />

historia <strong>de</strong> un solo tirón, como<br />

quien dice. A lo largo <strong>de</strong> las entrevistas<br />

que mantuvimos durante el proceso <strong>de</strong><br />

corrección <strong>de</strong> pruebas (en cada una <strong>de</strong><br />

las cuales aparecía ante mí un Micael<br />

más recuperado y risueño, saludable y<br />

orondo), tuvo la generosidad <strong>de</strong> contarme<br />

el relato <strong>de</strong> los nueve largos años que<br />

le supuso el alumbramiento <strong>de</strong>l prodigio.<br />

Así conocí el secreto literario y<br />

metabólico <strong>de</strong>l más gran<strong>de</strong> autor <strong>de</strong><br />

nuestros días, y acaso <strong>de</strong> todos los tiempos:<br />

escribir le a<strong>de</strong>lgazaba, engordaba si<br />

no lo hacía. Supe, también, cuál fue la<br />

disciplina a que se sometió durante la<br />

redacción <strong>de</strong> El banquete, la más gran<strong>de</strong><br />

novela <strong>de</strong> nuestros días y acaso... en fin.<br />

Se levantaba a las seis <strong>de</strong> la mañana. Sin<br />

lavarse ni quitarse el pijama, se sentaba<br />

a su mesa y comenzaba a escribir. A las<br />

ocho, su mujer, la adorable Rosario<br />

O’Babian, entraba sigilosa en el cuarto y<br />

<strong>de</strong>jaba sobre sus papeles una ban<strong>de</strong>ja<br />

con café, leche, azúcar, zumo recién<br />

exprimido, tostadas y las píldoras para<br />

la vesícula. A las diez, la hoy viuda aparecía<br />

otra vez en la habitación don<strong>de</strong><br />

trabajaba el genio, le reprochaba que<br />

sólo hubiera tomado el café, suplicaba<br />

que hiciera al menos el esfuerzo <strong>de</strong> tragar<br />

las píldoras y salía al fin murmurando:<br />

«Qué va a ser <strong>de</strong> este hombre, Dios<br />

mío...» Al mediodía, una nueva ban<strong>de</strong>ja<br />

llena <strong>de</strong> comida aterrizaba sobre la<br />

mesa <strong>de</strong>l escritor; a las catorce, era retirada<br />

fría e intacta. A las diecisiete y a las<br />

veintiuna horas, otro tanto ocurría con<br />

la merienda y con la cena. Por lo <strong>de</strong>más,<br />

cada tres horas Micael C. Peace se levantaba<br />

para estirar las piernas, vaciar la<br />

vejiga y el cenicero, y hacer más café. Y<br />

a las veintidós horas, se metía en la Torices · 53<br />

El hambre


El hambre<br />

54 · Torices<br />

cama y se entregaba a un sueño siempre<br />

insuficiente y agitado.<br />

Con el tiempo, y tras mucho rogar e<br />

insistir, Rosario consiguió que su marido<br />

tomase al menos zumos naturales y<br />

frutos secos sin sal. Pero no logró, durante<br />

los nueve años <strong>de</strong> su cruzada, que<br />

el infatigable autor <strong>de</strong>scansase una sola<br />

tar<strong>de</strong>, ni que al menos los domingos<br />

sumara más <strong>de</strong> ocho horas <strong>de</strong> reposo.<br />

Micael C. Peace, sin embargo, nunca<br />

temió por su salud. Antes <strong>de</strong> abordar El<br />

banquete, me dijo, había llenado su<br />

cuerpo con reservas grasas suficientes<br />

para aquella larga hibernación. Y conforme<br />

a este carácter previsor, durante<br />

los catorce años que había permanecido<br />

como contable en la plantilla <strong>de</strong> una<br />

empresa <strong>de</strong>dicada a la importación <strong>de</strong><br />

carnes, había ido ingresando dinero en<br />

una cuenta bancaria hasta alcanzar la<br />

cifra que le permitiría tan prolongado<br />

período <strong>de</strong> inactividad laboral. Así,<br />

cierto día, volvió <strong>de</strong> la oficina antes <strong>de</strong><br />

la hora habitual y le dijo a la mujer que,<br />

a su modo, tanto amaba: «He <strong>de</strong>jado el<br />

trabajo. Voy a escribir una novela. Me<br />

llevará algún tiempo, pero aquí —y<br />

mostró la cartilla <strong>de</strong>l banco— encontrarás<br />

dinero para ir tirando. Llama<br />

antes <strong>de</strong> entrar en mi cuarto, y sólo si es<br />

imprescindible. Gracias, cariño.» Dicho<br />

lo cual, besó a una Rosario estupefacta,<br />

y se encerró en su <strong>de</strong>spacho.<br />

Como cabía esperar, a la sensata,<br />

enamorada y temperamental mujer,<br />

semejante discurso no le bastó, y<br />

Micael C. Peace tuvo que hacer el esfuerzo,<br />

paciente, amoroso, <strong>de</strong> explicárselo<br />

un par <strong>de</strong> veces más, tras lo cual se<br />

mostró inflexible, hermético, inexpugnable.<br />

No permitió más intrusiones<br />

que las preestablecidas, no toleró ruidos<br />

domésticos, no habló apenas.<br />

Comenzaron tiempos difíciles para<br />

el matrimonio, pero nada hay contra lo<br />

que no pueda la Costumbre, esa vieja<br />

tejedora. Rosario cambió el estri<strong>de</strong>nte<br />

aspirador por la sigilosa mopa, empezó<br />

a escuchar con auriculares su programa<br />

<strong>de</strong> radio favorito y hasta para sonarse la<br />

nariz buscaba el rincón más alejado <strong>de</strong><br />

la habitación don<strong>de</strong> trabajaba el astro.<br />

Es verdad que al principio, cauta y<br />

cabal, Rosario había pensado que aquello<br />

sólo sería una extravagancia pasaje-


a; la crisis <strong>de</strong> los cuarenta, quizá, o<br />

algún sueño <strong>de</strong> juventud no <strong>de</strong>l todo<br />

olvidado. Por eso hizo llamadas y,<br />

valiéndose <strong>de</strong> piadosas mentiras, obtuvo<br />

<strong>de</strong> la John & James Transoceanic Meat<br />

Corporation la promesa <strong>de</strong> que readmitirían<br />

en plantilla a su marido una vez<br />

se le pasara la tontería. Pasaron, en<br />

cambio, los días, las semanas y los<br />

meses, y Micael no se atuvo a razones.<br />

Al final, vista la inutilidad <strong>de</strong> sus amonestaciones,<br />

<strong>de</strong> sus reclamos y sus<br />

lágrimas, Rosario se limitó a lo único<br />

que, aun con esfuerzo, podía hacer:<br />

preservar mínimamente la salud <strong>de</strong> su<br />

marido. Y la principal herramienta <strong>de</strong><br />

que dispuso para ello fue, <strong>de</strong> manera<br />

paradójica, el tabaco. Tras años <strong>de</strong> abstinencia,<br />

el mismo día que comenzó a<br />

escribir su novela, Micael volvió a<br />

fumar, y como se resistía a salir <strong>de</strong> casa<br />

siquiera para ir al estanco, su mujer le<br />

proveía <strong>de</strong> cigarrillos siguiendo una<br />

pauta innegociable: por un <strong>de</strong>sayuno<br />

completo, tres cigarrillos; por medio<br />

<strong>de</strong>sayuno, sólo uno. Por una ensalada<br />

bien surtida, cinco cigarrillos; por una<br />

chuleta con guarnición, que Micael<br />

masticaba trabajosamente mientras las<br />

lágrimas surcaban su rostro, ocho pitillos.<br />

A pesar <strong>de</strong> la repugnancia que,<br />

durante su encierro, Micael mostró<br />

hacia la comida, aquel <strong>de</strong>licado equilibrio<br />

mercantil logró mantener los<br />

mínimos dietéticos imprescindibles<br />

para un organismo humano e impidió<br />

que el escritor fuese víctima <strong>de</strong> un enfisema<br />

pulmonar.<br />

Hubo, claro es, muchos más dilemas,<br />

graves disputas familiares y numerosos<br />

problemas <strong>de</strong> todo tipo, dada la<br />

testaru<strong>de</strong>z con la que Micael se negó a<br />

salir <strong>de</strong> su guarida e incluso a emitir<br />

sonidos. Su limitado interés con respecto<br />

al caso que nos ocupa, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>uda contraída con el insigne creador,<br />

nos impi<strong>de</strong>, no obstante, que hagamos<br />

aquí tan enojosa enumeración.<br />

Por fortuna, y aunque ya en el límite<br />

<strong>de</strong> la capacidad menguante <strong>de</strong> su<br />

organismo, Micael C. Peace terminó la<br />

novela. El día que escribió la palabra<br />

“Fin” en el último folio, en una bella<br />

mañana <strong>de</strong> junio, salió <strong>de</strong> su cuarto silbando<br />

y dio la buena nueva a su esposa,<br />

que lloró durante mucho rato. Luego se Torices · 55<br />

El hambre


El hambre<br />

56 · Torices<br />

duchó, se afeitó y vino a verme. Ese<br />

mismo día, también, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> fumar y<br />

recuperó su fabuloso apetito. Lo celebraron<br />

en un restaurante francés, y<br />

comenzó para el matrimonio un nuevo<br />

período <strong>de</strong> dicha... que no había <strong>de</strong><br />

durar <strong>de</strong>masiado, por <strong>de</strong>sgracia.<br />

Micael C. Peace pudo haberse conformado<br />

con recuperar el peso previo a<br />

El banquete y con la gloria que le proporcionó<br />

la publicación <strong>de</strong> esta ingente<br />

novela, gran<strong>de</strong> entre las más gran<strong>de</strong>s.<br />

No lo hizo. En realidad, ya nunca <strong>de</strong>jó<br />

<strong>de</strong> engordar. En menos <strong>de</strong> un año había<br />

ganado los ciento veinte kilos perdidos.<br />

Y cuando se cumplió el primer aniversario<br />

<strong>de</strong> su gesta, ya superaba los doscientos.<br />

No salía <strong>de</strong> casa, esta vez no por<br />

propia voluntad, sino porque hubiera<br />

hecho falta tirar varios tabiques.<br />

Micael, sin embargo, era feliz, no se<br />

quejaba, no pedía nada... excepto tener<br />

siempre a mano un plato <strong>de</strong> comida.<br />

Supe todo esto porque recibí un día<br />

la llamada <strong>de</strong> Rosario. Estaba <strong>de</strong>sesperada,<br />

no sabía qué hacer. Llegó a <strong>de</strong>cirme<br />

que se volvería loca si Micael no<br />

reventaba antes. Había tenido que<br />

poner un candado en la <strong>de</strong>spensa, mantenía<br />

el frigorífico bajo mínimos para<br />

evitar los ataques nocturnos y temía<br />

que la economía familiar, pese a los<br />

notables divi<strong>de</strong>ndos obtenidos por las<br />

ventas <strong>de</strong> El banquete, no pudiera resistir<br />

el <strong>de</strong>saforado apetito <strong>de</strong> su marido.<br />

Hice lo posible por consolarla y prometí<br />

que hablaría con Micael. Le llamé,<br />

traté <strong>de</strong> hacer que entrara en razón.<br />

Nunca olvidaré sus palabras: «No sé <strong>de</strong><br />

qué te quejas, Thomas. Sabes mejor que<br />

nadie que yo no engordo, yo acumulo<br />

i<strong>de</strong>as. Escucha, creo que en dos años<br />

más, si Rosario no me mata <strong>de</strong> hambre,<br />

habré conseguido el peso que necesito<br />

para acometer mi nuevo proyecto. Lo<br />

titularé La orgía, y pue<strong>de</strong>s creerme: ésta<br />

sí que será una gran novela. Calculo que<br />

andará por las cincuenta mil páginas,<br />

quizá más.» Micael siguió hablando<br />

largo rato <strong>de</strong> la nueva novela que pretendía<br />

escribir. Estaba entusiasmado,<br />

febril. Yo tardé algunos minutos en<br />

articular palabras. Nada <strong>de</strong>seaba más<br />

que leer nuevas páginas <strong>de</strong>l maestro,<br />

pero la perspectiva <strong>de</strong> una edición<br />

semejante me resultó terrorífica.


Mientras él hablaba, hice el cálculo <strong>de</strong>l<br />

número <strong>de</strong> mecanógrafos, correctores<br />

y maquetistas que necesitaría para editar<br />

aquella monstruosidad en un plazo<br />

razonable. Colgué el aparato recorrido<br />

por fuertes temblores.<br />

Le llamé más veces. En cada ocasión,<br />

Micael comenzaba por ponerme al<br />

tanto <strong>de</strong> los kilos que había ganado.<br />

Siempre creía, sin embargo, que sus<br />

i<strong>de</strong>as aún no tenían suficiente “peso”.<br />

De nada sirvieron mis consejos, mis llamadas<br />

a la pru<strong>de</strong>ncia. Micael hablaba<br />

siempre con la boca llena y, a la vez que<br />

masticaba y <strong>de</strong>glutía, me aseguraba que<br />

esta vez sí, lo presentía, iba a escribir la<br />

más grandísima novela <strong>de</strong> toda la historia<br />

<strong>de</strong> la humanidad, la obra <strong>de</strong>finitiva,<br />

insuperable, aplastante. Yo le repetía<br />

que aquella obsesión acabaría arruinando<br />

su salud, que <strong>de</strong>bía cuidarse,<br />

comer menos, empezar a escribir poco<br />

a poco y sin hacer locuras. «La obesidad<br />

—me dijo una vez— es incompatible<br />

con la escritura, pero al mismo tiempo<br />

es su condición fundamental. El escritor<br />

tiene que aprovisionarse primero<br />

<strong>de</strong>l material que se propone evacuar, y<br />

una vez que empieza ha <strong>de</strong> limitar su<br />

ingesta al puro numen divino.<br />

Cualquier otro alimento estorbará en su<br />

intestino sobrecargado. A excepción<br />

<strong>de</strong>l café y los cigarrillos, por supuesto.»<br />

Y añadía: «No sabes, amigo mío, cuántas<br />

veces trabajé inútilmente durante<br />

horas, las mismas que tardaba en digerir<br />

un simple huevo frito. Pero eso,<br />

claro, la pobre Rosario no lo entendía.»<br />

La pobre Rosario, como él dijo, me<br />

llamó <strong>de</strong> nuevo pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

mi última conversación telefónica con<br />

el escritor. Su voz fue, en esta ocasión,<br />

gélida e inapelable. Me dijo: «Micael ha<br />

muerto», y añadió el lugar y la hora en<br />

que tendría lugar el entierro. No me dio<br />

<strong>de</strong>talles sobre el modo en que ocurrió el<br />

<strong>de</strong>ceso, ni yo se los pedí. Para qué.<br />

Afirmé que el mundo perdía un gran<br />

hombre, y el silencio <strong>de</strong> Rosario me hizo<br />

sentirme idiota, tal vez justamente<br />

insultado. No le dije —tuve esa mínima<br />

luci<strong>de</strong>z— que se había perdido también<br />

una gran novela, que a<strong>de</strong>más hubiera<br />

sido la novela más gran<strong>de</strong> jamás escrita.<br />

El 6 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1989, festividad <strong>de</strong><br />

San Samuel, profeta, Micael C. Peace Torices · 57<br />

El hambre


El hambre<br />

58 · Torices<br />

fue enterrado en su tierra natal: en una<br />

parcela <strong>de</strong>l sector <strong>de</strong>dicado a Gran<strong>de</strong>s<br />

Personalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l cementerio <strong>de</strong><br />

Monticello, en el condado <strong>de</strong> Jefferson,<br />

Florida.<br />

Durante el sepelio, diez hombres<br />

cargaron con un féretro que, por sus<br />

dimensiones, parecía más bien una<br />

cama <strong>de</strong> matrimonio. El foso, recién<br />

excavado, me hizo pensar en los<br />

cimientos <strong>de</strong> una casa. Al triste evento<br />

acudieron autorida<strong>de</strong>s y hombres <strong>de</strong><br />

letras, lectores <strong>de</strong>votos, endocrinólogos,<br />

célebres maîtres. Lamentablemente,<br />

también hicieron acto <strong>de</strong> presencia<br />

los miembros vivos <strong>de</strong>l ya citado<br />

Oblivion’s Club, amigos <strong>de</strong> juventud <strong>de</strong><br />

Micael C. Peace.<br />

Cabe informar a los lectores que lo<br />

ignoren, que el Oblivion’s Club fue una<br />

especie <strong>de</strong> capillita literaria integrada<br />

por una media docena <strong>de</strong> escribidores<br />

sin talento ni suerte, pseudointelectuales<br />

iluminados, hombres <strong>de</strong> poco edificante<br />

carácter, bebedores, prostibularios...<br />

Es cierto que podría juzgarse la<br />

pertenencia <strong>de</strong> Micael C. Peace a dicho<br />

círculo como un <strong>de</strong>sliz, un tanteo, un<br />

insignificante pecado <strong>de</strong> juventud. Pero<br />

tampoco po<strong>de</strong>mos eludir la importancia<br />

que semejante experiencia llegaría a<br />

tener en su condición <strong>de</strong> escritor, como<br />

sin duda había comprendido la afligida<br />

Rosario O’Babian.<br />

Ésta, cuando vio aparecer a semejante<br />

panda, comenzó a dar gritos, se<br />

abrió paso hacia ellos acumulando<br />

furia y los abofeteó, escupió e insultó.<br />

—¡Vosotros —gritaba—, vosotros<br />

aquí! ¡¿Es que no respetáis nada?!<br />

No <strong>de</strong>sprovista por completo <strong>de</strong><br />

razón, la <strong>de</strong>sdichada mujer les hacía<br />

responsables <strong>de</strong>l infortunio al que se<br />

vio abocado su marido, por haberle<br />

contagiado el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za<br />

literaria:<br />

—Si no os hubiera conocido nunca,<br />

“Mikki” y yo estaríamos ahora paseando<br />

por Blossom’s Boulevard.<br />

—Pero señora —alegó uno <strong>de</strong> ellos,<br />

el flaco Henry Pathè—, si él ya escribía<br />

cuando le conocimos...<br />

—¡Cuentos, maldita sea, relatos<br />

cortos!<br />

Mientras la sujetaban, la viuda, casi<br />

<strong>de</strong>lirando, dijo que al principio Micael


Kovacs · 59<br />

El hambre


El hambre<br />

60<br />

solo escribía por placer y en ratos perdidos,<br />

y que nunca hasta que empezó El<br />

banquete le había negado una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

paseo, <strong>de</strong> compras, <strong>de</strong> chocolate con<br />

churros. Y amenazando con el puño a<br />

los <strong>de</strong>l Oblivion’s Club, pru<strong>de</strong>ntemente<br />

retirados, añadió:<br />

—¡Al menos sé que la novela <strong>de</strong><br />

“Mikki” eclipsará todos vuestros ridículos<br />

opúsculos! ¡Vuestras obritas!<br />

¡Vuestras cagaditas <strong>de</strong> literatos estreñidos!<br />

—y Rosario lloraba y reía, se arañaba<br />

el rostro y lamentaba su triste<br />

suerte.<br />

Ciertamente, El banquete eclipsará<br />

muchas cosas, y no sólo por el espacio<br />

que ocupa. En cuanto a La orgía, no me<br />

atrevo a imaginar lo que habría sucedido,<br />

Micael, si hubieras logrado tus propósitos.<br />

Probablemente, una <strong>de</strong>nsa<br />

oscuridad se hubiera cernido sobre<br />

todo el planeta durante años. Y sin<br />

embargo, te imagino y sólo puedo pensar<br />

con tristeza en esa obra monumental<br />

<strong>de</strong> la que ahora mismo —paciente,<br />

trabajosa, inevitablemente— ya están<br />

dando cuenta los gusanos.<br />

Sit tibi terra levis.<br />

Relato perteneciente a la serie “Memorias <strong>de</strong>l Oblivion’s Club”<br />

Alberto R. Torices (Guernica -Vizcaya-, 1972). Se ha ido a vivir a un pueblo muy pequeño.<br />

Lazslo Kovacs (Lensk -Siberia-, ¿1946?). Personaje <strong>de</strong> tupé ensortijado que camina siempre en diagonal<br />

porque necesita pensarse dos veces las cosas. Es omnívoro y zurdo para todo menos para<br />

escribir y para los <strong>de</strong>portes que no practica. Fumador pasivo empe<strong>de</strong>rnido, nunca se acuesta sin<br />

hacer sus ejercicios <strong>de</strong> glúteos para mantener el culo inquieto.


Alimento para un sueño<br />

Rafael Saravia González<br />

Tú que acumulas tanto y tan bueno,<br />

nunca tendrás suficiente.<br />

I<br />

Harás <strong>de</strong> tu primera montaña cordillera,<br />

<strong>de</strong> tu primer logro,<br />

un múltiple canal <strong>de</strong> prosperidad;<br />

<strong>de</strong> tu mayor victoria,<br />

tu punto <strong>de</strong> partida<br />

en las sucesivas conquistas.<br />

Pero el hambre siempre será hambre,<br />

cielo sin reposo para un sueño<br />

que nunca se antoja eterno.<br />

Despliega, a través <strong>de</strong> la renuncia,<br />

tus anhelos atrapados en la infancia.<br />

En tu intento <strong>de</strong> gloria,<br />

pájaros <strong>de</strong> colores se aferrarán a tu cebo<br />

y el aire te colmará <strong>de</strong> nuevo.<br />

Rafael Saravia<br />

González<br />

Paromachrus<br />

mocino<br />

Saravia · 61<br />

El hambre


El hambre<br />

62 · Muñiz<br />

Fotografía <strong>de</strong> Sandra Muñiz


II<br />

Fuiste tenue, <strong>de</strong> arroz.<br />

Caminabas por medio <strong>de</strong> un río <strong>de</strong> migas<br />

gustando el zumbido <strong>de</strong> avispas a un lado,<br />

al otro un hilo <strong>de</strong> hambruna callado.<br />

Después te fuiste <strong>de</strong> amor.<br />

Más tar<strong>de</strong>, si cabe.<br />

Rafael Saravia González (Málaga, 1978). Poeta, editor y fotógrafo; fundador y miembro <strong>de</strong>l Club<br />

Leteo y Ediciones Leteo. Formó parte <strong>de</strong> las antologías poéticas Novilunio (1998) y Petit<br />

Comité (2003), y en 2001 publicó la plaquette <strong>de</strong> poesía Pequeñas conversaciones <strong>de</strong><br />

rojo, títulos todos ellos <strong>de</strong> Ediciones Leteo.<br />

Sandra Muñiz Justel (León, 1983). Licenciada en Publicidad por la Universidad Complutense <strong>de</strong><br />

Madrid. Ha realizado diversas campañas publicitarias, así como el diseño <strong>de</strong> varias publicaciones<br />

<strong>de</strong>l Club Leteo. 63<br />

El hambre


El hambre<br />

64 · Arce<br />

Ilustración <strong>de</strong> Javier Arce


Brion LeBunny<br />

Vladimir Laxa<br />

Aprendieron los jóvenes maléficos a<br />

cultivar ajenjo (furioso golem <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>s<br />

ojos) en la azotea y huía espantado<br />

Brion Lebunny cada vez que se convocaba<br />

una nueva fiesta en el piso.<br />

El ajenjo (jilguero <strong>de</strong> rubí) adulteraba<br />

tanto la percepción <strong>de</strong>l que lo consumía,<br />

brillaban tanto sus pupilas que<br />

parecían sumi<strong>de</strong>ros ebrios sobre las<br />

cuencas <strong>de</strong> los ojos... Adulteraba tanto<br />

la percepción —ya digo— que nohabíamanerahumanadiablos<strong>de</strong>escribirunalíneasinfaldas<strong>de</strong>ortografia.<br />

Aprendieron los jóvenes maléficos<br />

a administrárselo a nuestro Brion<br />

Lebunny sin que lo supiese. Cuando lo<br />

hacían, veía cosas horribles. Buen<br />

ejemplo <strong>de</strong> ello eran los cráneos <strong>de</strong><br />

generales franceses con murciélagos<br />

A Vito Gallo<br />

bicéfalos enroscados en jazmines por<br />

sombrero, o los dientes <strong>de</strong> gato, distribuidos<br />

en platos como comida para<br />

aves vigías <strong>de</strong>l parnaso... A<strong>de</strong>más,<br />

molestos ancianos vestidos tan sólo<br />

con chanclas se amontonaban sobre un<br />

televisor <strong>de</strong> ébano y bebían distraídos<br />

zarzaparilla. Cosas terribles, el pobre...<br />

Surgían <strong>de</strong> los haces <strong>de</strong> luz, divinas<br />

orgías <strong>de</strong> mujeres cuyos pechos estaban<br />

cubiertos <strong>de</strong> muérdago y los clítoris<br />

fumeteaban palabrotas tales como<br />

hijo<strong>de</strong>grandísimafulana, intentaban<br />

alzar el vuelo <strong>de</strong>dos que habían afanado<br />

diamantes marfileños <strong>de</strong> los cajones<br />

y (en ocasiones) el mismisisisimo<br />

Barrabás, enfundado en un traje espacial<br />

color miel <strong>de</strong> la Alcarria, le daba <strong>de</strong><br />

lo lindo al grog codo con codo con el<br />

cónsul irlandés <strong>de</strong> Valparaíso bajo el<br />

volcán.<br />

Vladimir Laxa<br />

Larus pipixcan<br />

Laxa · 65<br />

El hambre


El hambre<br />

66 · Laxa<br />

Y se cagaba en diosyensumadre<br />

mientras pensaba para él: “Lo han vuelto<br />

a hacer”, y es que se veía nuestro<br />

heroico protagonista conducido <strong>de</strong>l<br />

brazo <strong>de</strong>l opiáceo (kaleidoscopio <strong>de</strong><br />

caléndula) hasta la nevera en plena<br />

madrugada sin saber bien por qué ¡diablos!<br />

y sentía tanta hambruna que se<br />

proclamaba Oliver Twist por el pasillo<br />

mientras gritaba ¡¡¡¡ostiaputaaa!!!!<br />

Aunque volviese saciado a la cama<br />

no tardaba en verse fotografiado en<br />

cada vidrio, criaturita, con la cara tan<br />

<strong>de</strong>sencajada como un peso pesado <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haber perdido el título mundial<br />

(no precisamente a los puntos) contra<br />

uno <strong>de</strong> esos negratas <strong>de</strong>l Bronx con<br />

nombre <strong>de</strong> trapero.<br />

Aunque hubiese <strong>de</strong>vorado <strong>de</strong>licioso<br />

emparedado <strong>de</strong> atún en escabeche y<br />

mayonesa con aceitunas ver<strong>de</strong>s rellenas<br />

<strong>de</strong> anchoas y aceitunas negras con<br />

hueso, el ajenjo le hacía cosquillitas en<br />

la planta <strong>de</strong> los pies y se sentaba a la<br />

altura <strong>de</strong> su caja torácica susurrando:<br />

“Eres tú, esta bola <strong>de</strong> cheedar eres tú,<br />

chiquitín, este trozo <strong>de</strong> carne a la brasa<br />

que pronto vomitaré, eres tú, pequeñajo,<br />

cachorro <strong>de</strong> marsupial” y negaba tan<br />

fuerte con la cabeza que siempre acababa<br />

dándose contra alguna pared.<br />

Oía carcajadas, nuestro Brion<br />

Lebunny, mientras <strong>de</strong>positaba sin elegancia<br />

alguna alimentos en la taza <strong>de</strong><br />

váter. Risas <strong>de</strong>sbocadas que se abrían<br />

camino sobre su nuca, mientras —ya<br />

digo— echaba a per<strong>de</strong>r un embutido <strong>de</strong><br />

primera... Después, otra vez el hambre,<br />

atrapado como un pájaro en la barriga<br />

<strong>de</strong> un adolescente somalí, arañaba las<br />

entrañas <strong>de</strong>l tierno Brion Lebunny que<br />

suplicaba un trozo más <strong>de</strong> pan, un poco<br />

más <strong>de</strong> comida “por favor” —clamaba—<br />

y las risas cesaban ya por un nanosegundo<br />

para volver con más alegría a<br />

sobrevolar aquel piso <strong>de</strong> estudiantes...<br />

Y Brion Lebunny, que cursaba primero<br />

<strong>de</strong> ciencias exactas en la Autónoma,<br />

que calzaba un cuarenta y dos,<br />

que se leía el prospecto <strong>de</strong> los profilác-


ticos porque era alérgico a noséqué,<br />

cuyo estómago era lo suficientemente<br />

duro como para echarle un centenar <strong>de</strong><br />

polvos a su rolliza y fea novia.<br />

Brion Lebunny, que hablaba con la<br />

boca llena, que se afeitaba con una<br />

navaja herrumbrosa, que arrastraba<br />

los pies y tarareaba ese estúpidoestúpido<br />

tema <strong>de</strong> Neil Diamond mientras<br />

preparaba té, que se rascaba los huevos<br />

prácticamente la mayor parte <strong>de</strong>l<br />

día y fumaba esa mierda <strong>de</strong> tabaco <strong>de</strong><br />

liar llenando la moqueta <strong>de</strong> hebras,<br />

que apestaba a neo burgués y que se<br />

comportaba como un bañista vacacional.<br />

Brion Lebunny, al que Jules y Jim<br />

aburrió mortalmente (sic) <strong>de</strong>jándola<br />

sin rebobinar, que encontraba todo tan<br />

barato, todo tan bonito y que / nunca,<br />

jamás, nunca / había oído hablar <strong>de</strong><br />

Viaje al final <strong>de</strong> la noche, se agarraba las<br />

saciadas tripas y gimoteaba.<br />

Salió esta mañana cargado con sus<br />

cosas, como alma que lleva el diablo,<br />

cargado con sus maletas camino <strong>de</strong> la<br />

hermosísima Buffalo que le vio nacer.<br />

No hemos tardado mucho en poner un<br />

anuncio en la prensa, calculamos que<br />

esta misma tar<strong>de</strong> vendrán los primeros<br />

jovenzuelos rosados a visitar nuestra<br />

bella habitación en alquiler*.<br />

*Hemospensadoaumentaren30$elprecio<strong>de</strong>losgastosestadulceflor(musgoenlaaxila<strong>de</strong>l<strong>de</strong>miurgo)no<br />

sestá<strong>de</strong>jandocasisinBlanca.<br />

Vladimir Laxa (Nizhni Nóvgorod, 1956). Cursa actualmente segundo <strong>de</strong> bachillerato en el Instituto<br />

<strong>de</strong> las Artes “Anna Nietochka Nezvanova”, Moscú. Compagina sus estudios con un trabajo a media<br />

jornada en la mayor fábrica exportadora <strong>de</strong> estramonio <strong>de</strong> Rusia. Su madre aún espera la conclusión<br />

<strong>de</strong> su primera novela (UN ARTIFICIO EPISTOLAR SOBRE LA GUERRA DEL PELOPONESO).<br />

Javier Arce (León, 1981). Programador informático, diseñador y fotógrafo. Responsable <strong>de</strong> algunos<br />

diseños <strong>de</strong>l Club Leteo. Edita el weblog elhombrequecomiadiccionarios.com. 67<br />

El hambre


El hambre<br />

David<br />

González<br />

Camarhynchus<br />

heliobates<br />

68 · González<br />

La boca <strong>de</strong>l estómago<br />

David González<br />

que no<br />

que ya está bien <strong>de</strong> tanta coña<br />

que ya os vale, jo<strong>de</strong>r,<br />

que no<br />

que no subimos al chabolo<br />

para la hora <strong>de</strong> la siesta, ¿vale?<br />

Vinieron más boqueras.<br />

que no<br />

que esto no hay quien lo coma<br />

que esto<br />

ni es comida<br />

ni es nada<br />

que no<br />

que pasamos <strong>de</strong> subir al chabolo<br />

para la hora <strong>de</strong> la siesta, ¿vale?<br />

Llegó el Jefe <strong>de</strong> Servicios.<br />

¿cómo que qué pasa aquí?<br />

¿a usted qué le parece?<br />

se supone que esto son lentejas, ¿no?,<br />

pues mire, ¿lo ve?,<br />

aquí no hay más que agua, ¿lo ve?,


y hasta que no nos traigan<br />

una jala como dios manda<br />

<strong>de</strong> aquí no nos movemos<br />

no subimos a la celda<br />

para la hora <strong>de</strong> la siesta, ¿queda claro?<br />

Tuvieron que avisar al Doble 1 .<br />

voy a ir pasando lista <strong>de</strong> uno en uno<br />

y al que no <strong>de</strong>ponga su actitud<br />

y siga negándose a subir a su celda<br />

se le castigará con un fin <strong>de</strong> semana<br />

<strong>de</strong> aislamiento<br />

en las celdas <strong>de</strong> castigo.<br />

¿He hablado con la suficiente claridad?<br />

con tanta claridad<br />

que perdimos el culo<br />

escaleras arriba<br />

a ver cuál <strong>de</strong> nosotros<br />

cogía primero<br />

el sueño.<br />

Después, por la noche, para cenar,<br />

las mismas<br />

putas<br />

lentejas.<br />

1 El director. González · 69<br />

El hambre


El hambre<br />

70 · González<br />

JUGO DE NARANJA<br />

Apenas te sostienes <strong>de</strong> pie.<br />

Son cinco días ya sin probar ni bocado.<br />

Los dos últimos, a<strong>de</strong>más, sin beber nada.<br />

Una huelga <strong>de</strong> hambre en plan salvaje.<br />

Piensas constantemente en comida.<br />

En la comida <strong>de</strong> la cárcel.<br />

En el agua tibia con cuatro lentejas.<br />

En los garibolos, que podrían servir<br />

muy bien para jugar a las canicas.<br />

En el arroz viscoso:<br />

prueba a tirarlo contra la pared<br />

y verás como se queda allí pegado.<br />

En las patatas fritas, frías y revenidas.<br />

En los huevos fritos, sin yema,<br />

cachos <strong>de</strong> cáscara rasgando la clara.<br />

El Mellado entra en la celda.<br />

Lleva una naranja en la mano.<br />

La naranja más gran<strong>de</strong> que has visto en tu vida.<br />

Se la pasa <strong>de</strong> una mano a la otra.<br />

La lanza al aire, la recoge.<br />

Te mira, se cachon<strong>de</strong>a.


¿Qué, pringao?<br />

¿Cómo lo llevas?<br />

¿Todavía no te has muerto?<br />

Se apalanca en la cama, a tu lado,<br />

y se pone a pelar la naranja.<br />

La pela <strong>de</strong>spacio, sin ninguna prisa,<br />

cuidadosamente.<br />

Las mondas las arroja al suelo.<br />

No consigues apartar la mirada<br />

<strong>de</strong> sus uñas llenas <strong>de</strong> roña.<br />

El jugo <strong>de</strong> la naranja<br />

le resbala por los <strong>de</strong>dos sucios<br />

y <strong>de</strong>ja por un momento <strong>de</strong> pelar<br />

y se los chupa,<br />

haciendo todo el ruido <strong>de</strong> que es capaz,<br />

haciéndolo adre<strong>de</strong>, por supuesto.<br />

Se pasa la lengua por los labios.<br />

Relamiéndose. Como lo perra que es.<br />

Algunas gotas han caído sobre la almohada,<br />

muy cerca <strong>de</strong> tu cara, <strong>de</strong> tus labios,<br />

<strong>de</strong>masiado cerca diría yo.<br />

Termina, por fin, <strong>de</strong> mondar la naranja,<br />

la acerca a los labios, abre la boca,<br />

y cuando va a pegarle el primer mordisco,<br />

parece arrepentirse, entonces te mira, sonríe.<br />

González · 71<br />

El hambre


El hambre<br />

72<br />

¿Quieres que te dé un gajo?<br />

No. Uno no.<br />

Uno es poco. Todos. Los quieres todos.<br />

Le arrancas la naranja <strong>de</strong> las manos<br />

y te la llevas entera a la boca. No entra.<br />

Te muer<strong>de</strong>s la lengua.<br />

También un trozo <strong>de</strong> labio.<br />

Entonces arrancas los gajos <strong>de</strong> tres en tres,<br />

los llevas a la boca<br />

y para que entren <strong>de</strong>l todo<br />

los empujas con la yema <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos.<br />

Tienes tanta gusa que los pasas enteros.<br />

Sin masticar. Lo que masticas<br />

son tus propios <strong>de</strong>dos, tus propias uñas.<br />

Te atragantas con las pepitas.<br />

Te empapizas. Toses. Te dan arcadas.<br />

Te entran ganas <strong>de</strong> vomitar.<br />

Pero sigues <strong>de</strong>vorando epilépticamente<br />

la naranja.<br />

Después te tiras <strong>de</strong> cabeza al suelo.<br />

Todavía tienes que comer<br />

las mondaduras.<br />

David González (San Andrés <strong>de</strong> los Tacones,-Gijón-, 1964). Entre sus poemarios, figuran: REZA LO<br />

QUE SEPAS (<strong>2006</strong>), EL AMOR YA NO ES CONTEMPORÁNEO (2005) o SPARRINGS (2000). Dirige la colección<br />

<strong>de</strong> poesía “Zigurat”, <strong>de</strong>l Ateneo Obrero <strong>de</strong> Gijón. Su web es www.davidgonzalezpoeta.com.


Acrílico <strong>de</strong> Elia Torrecilla El hambre<br />

Elia · 73


El hambre<br />

Miguel Paz<br />

Cabanas<br />

Tachycineta<br />

thalassina<br />

74 · Cabanas<br />

El <strong>de</strong>vorador <strong>de</strong> luciérnagas<br />

Miguel Paz Cabanas<br />

Están locos si piensan que saldré<br />

sin rechistar, si aceptan que ce<strong>de</strong>ré mi<br />

lecho, mis muebles, la silla en que me<br />

balanceo al atar<strong>de</strong>cer… Mientras conserve<br />

un gramo <strong>de</strong> ira (un soplo minúsculo<br />

<strong>de</strong> fuerza), no consentiré que<br />

me expulsen <strong>de</strong> aquí.<br />

Viene a mi memoria, con fiel exactitud,<br />

el engañoso comienzo: cuando<br />

todo era alborozo y creíamos, unidos<br />

por la aventura, que lo pasaríamos en<br />

gran<strong>de</strong>. Íbamos en capilla, confiados,<br />

anhelosos por llegar a él. Nos sorprendió<br />

la tormenta en el Valle, su estrépito<br />

bronco y bárbaro. Los relámpagos<br />

(culebras <strong>de</strong> oro) y los truenos (negros<br />

timbales) nos llenaron <strong>de</strong> pavor.<br />

Alguien señaló la casa entre las peñas<br />

y rompimos a correr. Siendo innumerables,<br />

sólo yo vi el peligro: el puente<br />

angosto, las tablas frágiles, nuestro<br />

grupo bisoño y civil. Me giré para dar<br />

la alarma, pero era <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>:<br />

entre un mar <strong>de</strong> astillas, como piezas<br />

<strong>de</strong> ajedrez, ellos —todos ellos— se fueron<br />

al fondo.<br />

Los primeros días en el refugio fueron<br />

hostiles. Pensé que el hambre,<br />

sobre todo el hambre, me haría enloquecer.<br />

Exploré los rincones con celo,<br />

pero sólo hallé <strong>de</strong>spojos: carne dura,<br />

pan rancio, un puñado <strong>de</strong> nueces<br />

amargas. Algo <strong>de</strong> lo que comí me<br />

causó fiebre y estuve cerca <strong>de</strong> morir.<br />

Me soñé girando en una esfera, como<br />

un gusano en una bola <strong>de</strong> cristal.<br />

Poco a poco, <strong>de</strong> modo insensible,<br />

conseguí hacerme a él. Pasaba el tiempo<br />

esperando y meciéndome sin cesar.<br />

Vivía casi <strong>de</strong>l aire que impregnaba sus<br />

cuatro pare<strong>de</strong>s; y <strong>de</strong> las luciérnagas,<br />

siempre brillantes, carnales al venir la<br />

noche.<br />

Fue una noche, precisamente,<br />

cuando los oí por primera vez: no<br />

susurros ni pasos torpes, sino algo <strong>de</strong>


mayor magnitud. Sonidos tensos y<br />

oscuros que me infligían un leve<br />

pavor. Aquellos ruidos, crecientes, se<br />

intensificaron días <strong>de</strong>spués. Eran rítmicos<br />

y velados, siempre al morir el<br />

día. Volví a evocar los muertos y su<br />

lúgubre <strong>de</strong>stino: el río, furioso, los<br />

habría llevado al mar... y sólo los buitres,<br />

<strong>de</strong> alas inmensas, podrían llegar<br />

hasta ellos.<br />

Una <strong>de</strong> esas noches, la más larga, oí<br />

un golpe en el exterior. Supe entonces,<br />

con una certeza sombría, que había llegado<br />

mi hora. Por primera vez sentí<br />

miedo e imploré a Dios su ayuda. Fue<br />

complaciente, diré magnánimo, y<br />

reparó en mi torpe oración. No los<br />

escuché por un tiempo y simularon<br />

<strong>de</strong>jarme tranquilo. Pero yo sabía, finalmente,<br />

que no se olvidarían <strong>de</strong> mí.<br />

Ahora (mientras lucho con encono,<br />

mientras bloqueo la puerta maltrecha)<br />

sé que mi suerte será esquiva. Hace<br />

tiempo que oigo sus pasos y sé que<br />

nada los <strong>de</strong>tendrá. Son numerosos y<br />

fuertes, actúan sin escrúpulos. Pero<br />

están locos si piensan que saldré <strong>de</strong><br />

aquí. Por puñales que esgriman, por<br />

gritos que <strong>de</strong>n, les plantaré cara sin<br />

miedo. Gastaré mi último hálito y me<br />

aferraré a este sangriento cordón…<br />

Incluso ahora, cuando, en el paroxismo<br />

<strong>de</strong> mi humillación (mientras me<br />

flagelan las nalgas), les oigo <strong>de</strong>cir:<br />

—¿Qué es, doctora?<br />

—Un varón.<br />

—¡Un niño!<br />

—Sí. Y, por todos los santos... ¡El<br />

muy capullo se negaba a nacer!<br />

Incluso ahora, mientras me arrojan,<br />

en esta noche virgen y helada, en<br />

los brazos <strong>de</strong> mi mamá.<br />

Miguel Paz Cabanas (Sestao, 1963). Narrador y ensayista, su publicación más reciente es CUENTOS<br />

CRUELES PARA LEER TUMBADO EN LA CAMA (Ediciones Leteo, 2004). Escribe relatos cortos en la web<br />

clubleteo.com, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la sección “Libro <strong>de</strong> necrológicas”.<br />

Cabanas · 75<br />

El hambre


El hambre<br />

Uberto Stabile<br />

Anas sibilatrix<br />

76 · Stabile<br />

Poesía urgente<br />

Uberto Stabile<br />

PHOTO PRESS<br />

Te conozco bien,<br />

tu eres la fotografía <strong>de</strong> un niño hambriento,<br />

la última morada <strong>de</strong> la conciencia<br />

junto al anuncio <strong>de</strong>l nuevo software.<br />

Tú eres la conversación que no se sostiene<br />

el reducto <strong>de</strong> mi rabia y la paciencia <strong>de</strong>sbordada.<br />

En tu ignorancia vivimos todos<br />

en tus ojos saltones<br />

—tripón y canijo—<br />

en tus envejecidos rasgos que anuncian<br />

la inminente muerte y el <strong>de</strong>bate en televisión.<br />

Te conozco tanto que ya no te temo<br />

ni me quitas el sueño que no tengo<br />

ni podrás nunca competir<br />

con la imagen que te robó el alma.<br />

Campo <strong>de</strong> refugiados<br />

don<strong>de</strong> gravitan los corazones<br />

don<strong>de</strong> los cuerpos tendidos como ropa<br />

se sostienen al filo <strong>de</strong> la media vida.<br />

Desconfía entonces<br />

<strong>de</strong> quienes fotografían sin pudor tu suerte,<br />

vuestra muerte está sobrevalorada.


Fotografía <strong>de</strong> Rafael Saravia<br />

Saravia · 77<br />

El hambre


El hambre<br />

78 · Stabile<br />

JACK KEROUAC, POCAHONTAS Y YO<br />

Íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yo<br />

camino <strong>de</strong>l sur en mi vieja furgoneta escuchando<br />

John Lee Hooker en la radio<br />

Despeñaperros pa’bajo y algo más en el cuerpo<br />

cuando recogimos al estudiante colombiano<br />

haciendo autostop en la gasolinera <strong>de</strong> Bailén<br />

con un maestría en geología y dos piedras <strong>de</strong> hachís en el bolsillo,<br />

contando historias <strong>de</strong> Manu Chao y las FARC<br />

y el estadio <strong>de</strong> sitio y una muchacha <strong>de</strong> Cáceres que le prometió el amor<br />

y se quedó con sus travelcheques como recuerdo.<br />

Íbamos, digo, camino <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong>sentonando a coro al Camarón<br />

palmeando sobre el salpica<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la Nissan<br />

creyéndonos libres y soberanos en un país que no reconocemos<br />

ni quiere reconocernos,<br />

cuando vimos la luna sobre la ciudad <strong>de</strong> Córdoba y suspiramos<br />

como si fuéramos niños <strong>de</strong> plata en un jardín prohibido,<br />

y nos cogimos <strong>de</strong> la mano porque en un momento todos fuimos indios<br />

como Pocahontas, Moctezuma y nuestro amigo colombiano,<br />

indios en una reserva <strong>de</strong> vino, ceniza y hechizos,<br />

y conjuramos al futuro para que nos fuera propicio<br />

y el futuro se nos hizo <strong>de</strong> pronto irreversible, irreverente, irrevocable.


Y tuvimos que enterrar en una sola noche<br />

a los amigos que habían muerto <strong>de</strong>sbocados, <strong>de</strong> amor,<br />

<strong>de</strong> sobredosis, <strong>de</strong> locura, <strong>de</strong> la vida misma que ahora nosotros<br />

en el umbral <strong>de</strong>l siglo reclamamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la memoria.<br />

Como pasajeros <strong>de</strong> un poema sin <strong>de</strong>stino<br />

íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yo<br />

camino <strong>de</strong>l sur encañonando con insolencia<br />

la sien plateada y sospechosa <strong>de</strong> una Europa limpia<br />

or<strong>de</strong>nada y preparada para repeler el hambre que nunca<br />

nos <strong>de</strong>jaron reclamar.<br />

Uberto Stabile (Valencia 1959). Fundador <strong>de</strong> la Editorial Malvarrosa y Ediciones <strong>de</strong>l 1900. Es responsable<br />

<strong>de</strong> los “Encuentros Internacionales <strong>de</strong> Editores In<strong>de</strong>pendientes y Ediciones Alternativas”<br />

(EDITA). Entre sus libros <strong>de</strong> poemas, figuran: LOS DÍAS CONTADOS (2000), PERVERSO (1997), LAS<br />

EDADES DEL ALCOHOL (1995) o RENDEZ VOUS (1991).<br />

Rafael Saravia (Málaga, 1978). Ha realizado las exposiciones individuales “Nos queda la memoria”<br />

(2004) y “Ramblas” (2005). Ha sido comisario <strong>de</strong> la Exposición Colectiva <strong>de</strong> Fotografía<br />

“Estupor y temblores” (<strong>2006</strong>), en torno a la figura y obra <strong>de</strong> Amélie Nothomb. 79<br />

El hambre


El hambre<br />

80 · Carrera<br />

Fotografía <strong>de</strong> la serie “Niebla”, <strong>de</strong> Remedios Carrera


Hambre <strong>de</strong> niebla<br />

Sergio Santa Cruz Santamarta<br />

Necesitaba aquella noche. Salir a<br />

pasear. Dejarse guiar por las sombras y<br />

<strong>de</strong>leitarse con las ondas que formaban<br />

sus zapatos al pisar los charcos.<br />

La niebla se espesaba <strong>de</strong>jando atrás<br />

la tar<strong>de</strong> lluviosa. Una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> olvido<br />

para caer en la melancolía, supongo.<br />

Como cualquier otra tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> otoño. Es<br />

lo que tiene esta época <strong>de</strong>l año. Ya lo<br />

sabemos. Él no buscaba sentirse <strong>de</strong>sgraciado,<br />

o simplemente especial. Sin<br />

embargo, la atracción <strong>de</strong> la niebla era<br />

superior a cualquier tópico estacional y<br />

manido.<br />

Lo que más le gustaba era el proceso<br />

<strong>de</strong> formación. El paulatino <strong>de</strong>sdibujo<br />

<strong>de</strong> la ciudad. Las sombras que pier<strong>de</strong>n<br />

su po<strong>de</strong>r ante el reflejo anaranjado <strong>de</strong><br />

las farolas. La única verdad <strong>de</strong>l charco<br />

que pisas porque medio metro por<br />

<strong>de</strong>lante el mundo está por <strong>de</strong>scubrir.<br />

Tal vez una hermosa muchacha, pue<strong>de</strong><br />

que un agrio encorvado o quizá una<br />

puñalada drogadicta. El peligro que<br />

siempre entraña explorar, se hace próximo,<br />

más cercano, en las noches <strong>de</strong><br />

niebla.<br />

De niño soñaba con piratas, aventureros<br />

perdidos en el corazón <strong>de</strong> una<br />

selva, guerreros a caballo y damas aladas<br />

que formulaban encantamientos<br />

contra las hordas enemigas. Hazañas<br />

cultivadas en el fondo <strong>de</strong> su almohada.<br />

Creció y comprobó que aquello nunca<br />

estaría a su alcance. Todo el imaginario<br />

que había nutrido durante tantos años<br />

su alma infantil, todas las imágenes <strong>de</strong><br />

sí mismo salvando el mundo con las<br />

que se había alimentado, se <strong>de</strong>rretían<br />

en la lumbre <strong>de</strong> una cal<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> gas ciudad.<br />

Leyó páginas nuevas. Recientes<br />

autores que apelaban <strong>de</strong> nuevo al sabor<br />

<strong>de</strong> la aventura. No era lo mismo. Qué va.<br />

Las nuevas empresas le parecían aburridas,<br />

con todos aquellos datos técni-<br />

Sergio<br />

Santa Cruz<br />

Charistopiza<br />

eucosma<br />

Santa Cruz · 81<br />

El hambre


El hambre<br />

82 · Santa Cruz<br />

cos que distanciaban su atención <strong>de</strong> lo<br />

que realmente le importaba. Ahora<br />

sabía algunas cosas, no <strong>de</strong>masiadas,<br />

pero las suficientes como para que su<br />

mente no se <strong>de</strong>jara engañar. Cuestiones<br />

físicas y matemáticas que aseveraban<br />

que un hombre no podía volar por sí<br />

mismo. La química suficiente como<br />

para afirmar que ningún bebedizo<br />

pue<strong>de</strong> hacerte invisible. La historia<br />

necesaria para creer que los caballeros<br />

más valerosos son leyendas y, claro, las<br />

leyendas no son reales. Pero eso era<br />

exactamente lo que necesitaba, rebelarse<br />

contra las normas <strong>de</strong>l ser adulto. No<br />

quería seudoensayos envueltos en el<br />

celofán <strong>de</strong> una frágil intriga. Había<br />

madurado hasta ser racional. Y sentía<br />

que su cuerpo crecía hueco, sin sustancia.<br />

Experimentaba con las nuevas lecturas<br />

una pavorosa bulimia. Devoraba<br />

las páginas con ansiedad que poco <strong>de</strong>spués<br />

se transfiguraba en <strong>de</strong>cepción<br />

hasta hacerle regurgitar todas y cada<br />

una <strong>de</strong> las palabras. Su cuerpo se hinchaba<br />

con la edad. Con calorías <strong>de</strong> más.<br />

Su alma por el contrario se apagaba<br />

como velas sustentadas en parafina,<br />

artificial y mo<strong>de</strong>rna, versátil y barata;<br />

productiva. Estaba harto <strong>de</strong>l lado oscuro<br />

<strong>de</strong> la condición humana, <strong>de</strong> los <strong>de</strong>seos<br />

colectivos <strong>de</strong> triunfo sobre cualquier<br />

cosa, <strong>de</strong>l sexo cuasireligioso, <strong>de</strong>l amor<br />

<strong>de</strong>sventurado y <strong>de</strong> los justificantes<br />

políticos <strong>de</strong> toda condición. Sentía náuseas<br />

en las carnicerías don<strong>de</strong> podía<br />

comprar cuarto y mitad <strong>de</strong> novela <strong>de</strong><br />

ficción documentada y te regalo un<br />

ramillete <strong>de</strong> falsa poesía. Y llegado a<br />

este punto, está claro que no había otra<br />

salida. Tenía que autoalimentarse.<br />

Crearse a sí mismo, a diario, como un<br />

enfermo <strong>de</strong> muerte que precisara <strong>de</strong> un<br />

suero para no <strong>de</strong>sfallecer. Tenía que<br />

inventar algo. Historias que pudiera<br />

creer con los anhelos <strong>de</strong>l niño que había<br />

sido. Cuentos para engañar a su mente<br />

adulta y aleccionada. No necesitaba<br />

compartirlas, pero surgió la duda en él.<br />

¿Habría más personas en una situación<br />

parecida? Descubrió que sí. Legiones<br />

enteras <strong>de</strong> hombres y mujeres hambrientas<br />

<strong>de</strong> imaginación. Regimientos<br />

<strong>de</strong> creadores que no buscan sino relle-


narse mutuamente el alma vacía.<br />

Participó en alguna pitanza con la sana<br />

intención <strong>de</strong> hacer acopio en la <strong>de</strong>spensa,<br />

aunque no era su principal fuente <strong>de</strong><br />

nutrientes. El sustento primordial<br />

nacía <strong>de</strong> la soledad, <strong>de</strong> la confusión y la<br />

paradoja, <strong>de</strong> qué coño quiero hablar y<br />

cómo empiezo. Y el momento propicio<br />

para lograr este objetivo era, precisamente,<br />

en esta época <strong>de</strong>l año.<br />

El otoño, como dije antes, suele<br />

martirizarnos con la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia, la<br />

melancolía y todas esas vainas tan propicias<br />

a los versos, pero tiene algo realmente<br />

hermoso. La niebla.<br />

Esa niebla que le impedía ver más<br />

allá <strong>de</strong> las ondas que forman los pies en<br />

los charcos. El vértigo y la fascinación<br />

<strong>de</strong> la nada que nutre el alma <strong>de</strong> los<br />

soñadores como él, que nunca quiso ser<br />

gran cosa y sin embargo inventó un<br />

mundo para sí don<strong>de</strong> no tener que dar<br />

explicaciones y volar, si quería, para<br />

salvar al mundo <strong>de</strong> su inminente <strong>de</strong>strucción.<br />

Lentamente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> diez<br />

minutos <strong>de</strong> espera en mitad <strong>de</strong> esa<br />

nada, cuando estuvo completamente<br />

seguro <strong>de</strong> estar sólo, comenzó el verda<strong>de</strong>ro<br />

banquete. Cerró los ojos y aspiró la<br />

humedad. Recogió con las manos<br />

pequeños fragmentos <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nsación,<br />

los llevó a la boca y masticó con<br />

<strong>de</strong>leite. Con cada ración que tragaba,<br />

sentía alojarse en su alacena una colección<br />

<strong>de</strong> fantasmas y héroes a los que<br />

haría bailar más a<strong>de</strong>lante. Sobre el<br />

fondo blanco <strong>de</strong> su or<strong>de</strong>nador. En paraísos.<br />

Infiernos. Y también en extrañas<br />

tierras <strong>de</strong> compleja <strong>de</strong>terminación.<br />

Sergio Santa Cruz Santamarta (Etterbeck -Bruselas-, 1974). En 2005 publicó la selección <strong>de</strong> relatos<br />

CÁRABO, EL TÉ DE LA VERDAD (Ediciones Leteo). Escribe regularmente en la web clubleteo.com,<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la sección “Trillando al<strong>de</strong>as”.<br />

Remedios Carrera (Casayo -Orense-, 1972). Fotógrafa y pintora, ha participado en diversas ferias y<br />

exposiciones <strong>de</strong> arte en España y Portugal; entre las más recientes, la Bienal <strong>de</strong> Pintura <strong>de</strong> Zamora<br />

(<strong>2006</strong>). Dirige la Galería DOSMILVACAS.arte (Ponferrada). 83<br />

El hambre


El hambre<br />

Vicente<br />

Muñoz Álvarez<br />

Arremon<br />

taciturnus<br />

84 · Muñoz<br />

Hambre<br />

Vicente Muñoz Álvarez<br />

Ya no tengo<br />

pellejos en los <strong>de</strong>dos<br />

que arrancar<br />

para sentir<br />

otro dolor<br />

distinto al tuyo<br />

estoy perdido<br />

y solo<br />

y tú no estás<br />

y aunque estuvieras<br />

seguiría estándolo<br />

yo creo.<br />

Necesitaría <strong>de</strong>vorarte<br />

para llenar<br />

tu vacío.


“Gritos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el interior”, grabado <strong>de</strong> Silvia Álvarez López-Dóriga<br />

Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966). Editor <strong>de</strong>l fanzine “Vinalia Trippers”. Entre sus títulos figuran<br />

el poemario PARNASO EN LLAMAS (<strong>2006</strong>) y el libro <strong>de</strong> relatos LOS QUE VIENEN DETRÁS (2002).<br />

Silvia Álvarez López-Dóriga (León, 1982). Pintora y escultora, cursa actualmente Bellas Artes en la<br />

Universidad Complutense <strong>de</strong> Madrid por las especialida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Grabado y Restauración. Dóriga · 85<br />

El hambre


The Children’s Book of American Birds<br />

el hambre


Hora <strong>de</strong>l almuerzo <strong>de</strong>l secretario <strong>de</strong>l Club


Ignacio Escuín<br />

Borao<br />

Xolmis pyrope<br />

88 ·<br />

Escuín<br />

Confesiones<br />

Ignacio Escuín Borao<br />

LA NOCHE<br />

La noche en la que mi padre sintió que le costaba respirar la pasé casi <strong>de</strong>spierto<br />

hasta más allá <strong>de</strong> las seis y media <strong>de</strong> la mañana. Mucho más allá no, sólo un poco,<br />

quizá. Pasé las horas pensando en lo adorables que eran las vecinas <strong>de</strong>l apartahotel<br />

en el que nos alojábamos. Pensaba en ellas y en lo divertidas que resultaban<br />

cuando jugaban a las palas en la playa, y a cada golpe recolocaban su biquini para<br />

no mostrar más <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>seaban. Pensaba también en sus padres, sobre todo en<br />

él, que miraba a cualquiera que se acercase como un perro <strong>de</strong> presa o un doberman<br />

o algo así. Veía, sin necesidad <strong>de</strong> cerrar los ojos para pensar mejor, sus biquinis<br />

relucientes y felices, recién comprados, adquiridos seguramente para estos días<br />

familiares en el mar. Veía sus biquinis tendidos y expuestos al sol y a ellas <strong>de</strong> cuerpos<br />

teñidos y pechos y nalgas blancas sin necesidad <strong>de</strong> hacer esfuerzo ni <strong>de</strong> usar<br />

en exceso la imaginación. Sé que concilié el sueño cuando pasadas ya las seis y<br />

media <strong>de</strong> la mañana mi padre venció a la ansiedad y los ronquidos anunciaron que<br />

estaba mejor. De tanto pensar en mis vecinitas el que casi no podía respirar a esas<br />

horas <strong>de</strong> la mañana era yo.


LISBOA<br />

Si esto fuera Lisboa yo podría hacerte creer en algún café que soy here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />

Pessoa, o ro<strong>de</strong>ados por las luces amarte y <strong>de</strong>cirte que un collar <strong>de</strong> uvas blancas nos<br />

abraza. Adoro las luces <strong>de</strong> Lisboa, redondas y <strong>de</strong>scomunales, sueño con ellas tantas<br />

noches que al <strong>de</strong>spertar creo estar allí en ocasiones. Pero no, mire don<strong>de</strong> mire<br />

no encuentro Lisboa, y quizá tampoco encuentro lugares más cercanos y conocidos.<br />

Busca Lisboa en tu corazón y llena tus manos <strong>de</strong> su primavera, aquí y en mi<br />

pecho hace frío.<br />

Ignacio Escuín Borao (Teruel, 1981). Licenciado en Filología Hispánica. Es director <strong>de</strong> la Editorial<br />

Eclipsados y fue fundador y director <strong>de</strong> la Revista Literaria Eclipse. Ha publicado los poemarios<br />

PROFUNDIDADES (2005), EJERCICIOS ESPIRITUALES (2005) y POP (<strong>2006</strong>). Dirige el ciclo <strong>de</strong> encuentros<br />

poéticos “Este jueves, poesía” en la Universidad <strong>de</strong> Zaragoza. 89


90 · Castro<br />

Fotografías <strong>de</strong> la serie “Autorretrato <strong>de</strong> Kahlo”, <strong>de</strong> Marta Castro


Tres poemas<br />

Luis Alberto <strong>de</strong> Cuenca<br />

PUERTA ABIERTA<br />

“¿Te gusta mi corpiño?” (Aquel corpiño<br />

y un antifaz <strong>de</strong> raso eran sus únicas<br />

concesiones al lobby <strong>de</strong> la tela.)<br />

“¿Te gusta mi perfume?” (Aquel perfume<br />

<strong>de</strong>rretía el cerebro como el polvo<br />

blanco <strong>de</strong> la novela <strong>de</strong> Arthur Machen<br />

y no <strong>de</strong>jaba sana una neurona.)<br />

“¿Qué es lo que más te gusta <strong>de</strong> mi cuerpo?”<br />

(Díganme qué podría respon<strong>de</strong>r<br />

a una pregunta tan abstracta.) “Cómeme.”<br />

(Y me puse, sin más, a la tarea.)<br />

Madrid, 9 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> <strong>2006</strong>.<br />

Luis Alberto<br />

<strong>de</strong> Cuenca<br />

Chon<strong>de</strong>stes<br />

grammacus<br />

De Cuenca · 91


92 ·<br />

Castro


PUERTA ENTREABIERTA<br />

Era el cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> un hotel<br />

<strong>de</strong> contactos: jacuzzi circular<br />

y patitos <strong>de</strong> goma <strong>de</strong>slizándose<br />

por la bañera, grifos sicalípticos<br />

y espejos tapizando las pare<strong>de</strong>s.<br />

Había una rendija <strong>de</strong> luz tibia<br />

por la que pu<strong>de</strong> ver cómo llevabas<br />

a cabo turbadoras ceremonias,<br />

excitantes caricias digitales.<br />

Agrandé la rendija poco a poco,<br />

velado por la niebla <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo.<br />

Barcelona, 2 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> <strong>2006</strong>.<br />

De Cuenca · 93


94 · Castro


PUERTA CERRADA<br />

¿Me abrirías la puerta? Era importante<br />

pensar qué llevarías puesto entonces.<br />

O qué no llevarías. O si aquello<br />

se quedaría en un paraklausíthyron.<br />

Pasé todo un verano imaginando<br />

cómo te dirigías a la puerta,<br />

cómo manipulabas los cerrojos,<br />

cómo, al fin, te mostrabas a mi vista<br />

y me <strong>de</strong>cías: “Pasa, no te que<strong>de</strong>s<br />

ahí. La noche es larga, interminable.<br />

En esta casa no se duerme nunca.”<br />

Madrid, 9 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> <strong>2006</strong>.<br />

Luis Alberto <strong>de</strong> Cuenca (Madrid, 1950). Poeta, traductor y ensayista. Autor <strong>de</strong> poemarios como LA<br />

CAJA DE PLATA (Premio <strong>de</strong> la Crítica, 1985), EL HACHA Y LA ROSA (1993) o LA VIDA EN LLAMAS (Premio<br />

Ciudad <strong>de</strong> Melilla, 2005). Fue director <strong>de</strong> la <strong>Biblioteca</strong> Nacional.<br />

Marta Castro Suárez. (Saba<strong>de</strong>ll -Barcelona-, 1982)Diseñadora, fotógrafa e ilustradora. Creó y dirige<br />

los blogs “Dadanoias” (dadanoias.blogspot.com) y “Ternura porno” (unavidarosa.blogspot.com).<br />

Su obra gráfica pue<strong>de</strong> verse también en www.martacastro.com. 95


Lucas<br />

Rodríguez<br />

Troglodytes<br />

aedon<br />

96 ·<br />

Rodríguez<br />

Cuatro puntos suspensivos<br />

Lucas Rodríguez Luis<br />

NO SÉ<br />

Me he <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> casi todo aquello<br />

que <strong>de</strong> ti<br />

se me quedó atrapado <strong>de</strong>ntro<br />

filtrándose como el gas sarín<br />

lento<br />

hasta que no hubo manera <strong>de</strong> expulsarlo.<br />

Y ya no me quedan las noches<br />

en tu sofá, tu sonrisa<br />

los orgasmos<br />

los paseos, las ciuda<strong>de</strong>s<br />

los momentos, las mañanas<br />

las camas<br />

aquel mundo por <strong>de</strong>scubrirnos<br />

todo aquello que <strong>de</strong>l mundo escondimos<br />

todo lo malo.<br />

—¿Por qué me quieres tanto?<br />

—No sé.<br />

—Entonces, ¿qué hacemos?<br />

—¿Ahora?


—No, ahora no, a partir <strong>de</strong> ahora supongo.<br />

—Pues, no sé.<br />

Ya no me quedan fotos<br />

imágenes<br />

historias o recuerdos<br />

cicatrices, sueños húmedos<br />

pintadas en la calle<br />

papeles repletos <strong>de</strong> palabras<br />

nada,<br />

nada <strong>de</strong> todo eso<br />

pero jo<strong>de</strong>r<br />

cómo te echo <strong>de</strong> menos.<br />

Dibujo <strong>de</strong> Lucas Rodríguez<br />

Rodríguez · 97


98 ·<br />

Rodríguez<br />

Tengo la iniciativa<br />

<strong>de</strong> un puñetazo encajado.<br />

CIUDADANO QUIÉN<br />

El diálogo habitual<br />

<strong>de</strong> una acera tras el <strong>de</strong>sfile.<br />

Soy así, frío<br />

como la nariz <strong>de</strong> un perro <strong>de</strong> presa<br />

jugueteando entre tus piernas.<br />

Eternamente mojado bajo esas nubes privadas<br />

que te persiguen<br />

con sus pequeños diluvios a domicilio.<br />

Con esta cara <strong>de</strong> mala hostia<br />

que dios me ha dado<br />

haciendo rebotar cualquier gesto <strong>de</strong> buena intención<br />

<strong>de</strong> los rostros que observo.<br />

Me gusta ser quien no soy<br />

aparentar lo que nunca quise llegar a parecer<br />

y es que me importa muy poco<br />

el resto <strong>de</strong> las cosas<br />

hoy soñé que tenía tatuada en la cabeza una diana.


ESTRENO DE LA MAÑANA<br />

Se cae la mañana<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo<br />

ar<strong>de</strong>n los dos extremos <strong>de</strong> mi barrio<br />

su cielo se erige en colores<br />

soberano burlón<br />

todo cansa<br />

las pare<strong>de</strong>s que soportan el peso<br />

la calzada<br />

su envoltura<br />

el constante murmullo<br />

<strong>de</strong> una sirena sobre el asfalto<br />

perdida, inmóvil, que anhela el mar<br />

y a Ulises<br />

y a toda su tripulación,<br />

cobrando 50 por un completo.<br />

Se cae<br />

y éste el afilado aguijón<br />

que <strong>de</strong>spliega Babilonia<br />

lenta como el <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> un titán<br />

quedamos ensartados<br />

tocados<br />

y<br />

hundidos.<br />

Rodríguez<br />

· 99


100 ·<br />

Rodríguez<br />

MALABARES<br />

Barájalos y contempla cómo caen<br />

<strong>de</strong> mano en mano<br />

como la auténtica moneda.<br />

Hasta que alguien se la guarda<br />

y hace suyos tus problemas<br />

por el sentir social<br />

o por solidaria conveniencia<br />

o por mera estupi<strong>de</strong>z.<br />

O por lo que suce<strong>de</strong>n al final<br />

la mayoría <strong>de</strong> las cosas más bellas<br />

y más sucias:<br />

Por un jugueteo <strong>de</strong> color<br />

evitando que se caigan al suelo<br />

tus sentimientos,<br />

un baile a ritmo <strong>de</strong> piel que resbala<br />

y contorsiones<br />

y espectáculo<br />

y al final gritos<br />

Mira mamá,<br />

sin manos…


y aplausos<br />

y el truco final.<br />

Una locura <strong>de</strong> colores<br />

rítmica y equilibrada.<br />

Malabares son<br />

pero llámalo sexo.<br />

Lucas Rodríguez Luis (Logroño, 1978). Autor <strong>de</strong> los poemarios QUEDA LO COTIDIANO (www.pagina<strong>de</strong>ausicaa.com,<br />

2003), SAMSARA (Ediciones <strong>de</strong>l 4 <strong>de</strong> Agosto, 2005) y NARCISO EN SODOMA<br />

(Eclipsados, <strong>2006</strong>), entre otros. Dirige el proyecto editorial “Elkoalapuesto”, así como la serie <strong>de</strong><br />

sueltos poéticos “Versus” y el fanzine “Minimal”. 101


102 · Mardaras<br />

Portada <strong>de</strong> Víctor Mardaras. Técnica digital.


Single nº5, “Fetish Control”<br />

David Mur<strong>de</strong>rs & The Representatives Of Evil<br />

En el cuarto, dos chicas se ponían<br />

rayas. El Coronel entró primero y nos<br />

presentó. Eran dos mujeres altas y corpulentas<br />

que llevaban los pezones anillados<br />

y el cuerpo salpicado <strong>de</strong> tatuajes.<br />

—Estas son Katia y Vera —dijo el<br />

Coronel.<br />

Las chicas me miraron y sonrieron.<br />

Una <strong>de</strong> ellas comenzó a esnifar.<br />

—Están colgadas —apostilló el<br />

Coronel.<br />

—Invítale a una raya —dijo la que<br />

se llamaba Vera.<br />

Katia vino hacia mí con una copa en<br />

la mano. Una magnífica melena pelirroja<br />

enmarcaba su rostro y lanzaba<br />

<strong>de</strong>stellos dorados mientras cruzaba la<br />

estancia como una nube.<br />

Me cogió <strong>de</strong> la mano y me guió<br />

hacia el centro <strong>de</strong> la reunión. El Coronel<br />

Cara A. GENTE DIVIRTIÉNDOSE<br />

se acomodó en una butaca y encendió<br />

un cigarrillo. Yo me senté en el sofá y<br />

nos pusimos todos a charlar.<br />

Había una ban<strong>de</strong>ja con trufas sobre<br />

una mesa <strong>de</strong> cristal. Katia me dijo:<br />

—¿Quieres?<br />

—Sí —dije, y me incorporé hacia la<br />

mesa. Me acercó una trufa a la boca y<br />

me la introdujo en ella.<br />

Jugamos una partida <strong>de</strong> billar. El<br />

Coronel contó algunas <strong>de</strong> sus anécdotas.<br />

Katia y Vera reían y aportaban sus<br />

propias historias y contra-anécdotas<br />

entre susurros y exclamaciones como<br />

“oh, sí” y “toma ésa” cuando conseguían<br />

una buena carambola.<br />

Al acabar la partida comenzó la<br />

música y el baile. Katia puso Dancing<br />

Queen, Licence to Kill, Jesus to a Child y<br />

The Girls in the Beach; Vera, The Land of<br />

David Mur<strong>de</strong>rs<br />

Torreornis<br />

inexpectata<br />

Mur<strong>de</strong>rs · 103


104 · Mur<strong>de</strong>rs<br />

Rape and Honey, Gol<strong>de</strong>n Dawn, South of<br />

Heaven y Reign in Blood. En cuanto al<br />

Coronel, resultó ser <strong>de</strong> gustos más clásicos.<br />

Puso temas <strong>de</strong> blues tipo Hoochie<br />

Coochie Man y Back Door Man.<br />

Pero para entonces todo estaba<br />

totalmente <strong>de</strong>smadrado. Recuerdo que,<br />

en algún momento, mientras la fiesta<br />

seguía su curso entre música, copas y<br />

besuqueos <strong>de</strong> toda clase, el Coronel,<br />

—Quiero que todo se vaya a la mierda.<br />

Que los que tienen po<strong>de</strong>r pero carecen<br />

<strong>de</strong> autoridad se pongan a temblar,<br />

quiero su <strong>de</strong>strucción a todas luces.<br />

¿Compren<strong>de</strong>n uste<strong>de</strong>s o se lo tengo que<br />

explicar en chino?<br />

—Cálmese, señor Gutiérrez, seguro<br />

que hay alguna manera <strong>de</strong> solucionar<br />

su problema.<br />

—¿Mi problema? No es mi problema,<br />

no quiero solucionar mi problema,<br />

quiero solucionar un problema.<br />

—Ahora mismo es más tu problema<br />

presa <strong>de</strong> un apasionado entusiasmo, se<br />

levantó, <strong>de</strong>scolgó el teléfono y comenzó<br />

a perorar:<br />

Hemos vampirizado las artes como alimañas<br />

sarnosas acariciando el alma <strong>de</strong> un<br />

niñato repeinado que es el hijo <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong> la nación. Estamos en su cerebro, atrayéndolo<br />

a conversar con el lado oscuro, la<br />

tentación vertiginosa <strong>de</strong> una cremallera<br />

loca, la auténtica diversión.<br />

Cara B. TAKE NO PRISONERS / POWERFUCK<br />

que el <strong>de</strong> cualquier otro, socio. Al<br />

Coronel Gutiérrez no le vengas con sonrisas<br />

conciliadoras, acepta sus consejos<br />

y no le <strong>de</strong>s tú ninguno o te pue<strong>de</strong> partir<br />

la cara por listo.<br />

—Pero Guti, hombre —intervino el<br />

segundo funcionario— que yo te<br />

conozco <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que éramos críos.<br />

—¡Quiero ver a vuestro jefe ahora<br />

mismo!<br />

—¡Ar! ¡Firmes! ¡Ar!<br />

...<br />

—¡Me cago en la hostia puta! —saltó


el Coronel. Por fin había logrado acce<strong>de</strong>r<br />

al pasillo posterior. Llegó a la<br />

puerta <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong>l pasillo y el gorila<br />

que le había estado acompañando se la<br />

abrió.<br />

Bajo las bragas<br />

<strong>de</strong> la señora<br />

ministra ardía<br />

un infierno<br />

hormigueante.<br />

La mueca aviesa<br />

e incontenible<br />

en el rostro,<br />

el brillo anormal<br />

<strong>de</strong> su cris-<br />

talino, la dilatación <strong>de</strong> la pupila, el vello<br />

erizado sobre la piel, los pálpitos y escalofríos<br />

que la turbaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la nuca<br />

hasta los pliegues <strong>de</strong>l esfínter, podían<br />

no ser percibidos<br />

o interpretados<br />

a primera<br />

vista por cualquiera,<br />

pero el<br />

Coronel GutiérrezSatisfaction<br />

sabía perfectamente<br />

lo<br />

que estaba sucediendo.<br />

David Mur<strong>de</strong>rs & the Representatives of Evil son D. Mardaras y los Representantes <strong>de</strong>l Mal. Sus<br />

singles han aparecido en espacioluke.com, clubleteo.com y blues<strong>de</strong>luzazul.blogspot.com.<br />

Forma parte <strong>de</strong> la antología “Tripulantes” (Eclipsados, <strong>2006</strong>). Estos textos son extractos <strong>de</strong> su primer<br />

libr0, TERRORIZER.<br />

Víctor Mardaras (Bilbao, 1978) es diseñador, ilustrador y pintor, y se encarga habitualmente <strong>de</strong>l<br />

diseño en los singles <strong>de</strong> David Mur<strong>de</strong>rs & the RoE. 105


106 · Merlo<br />

Tinta china sobre papel, obra <strong>de</strong> Luis Martínez <strong>de</strong> Merlo


Siria<br />

Luis Luna<br />

1<br />

Traza<br />

líneas en el aire.<br />

Estudia<br />

la arquitectura<br />

<strong>de</strong> su soledad.<br />

2<br />

Poemas para una exposición <strong>de</strong> Guadalupe Luceño<br />

ZOCO<br />

El trazo curvilíneo <strong>de</strong> la bóveda<br />

acomete la esfera <strong>de</strong>l membrillo<br />

se <strong>de</strong>rrama en la duna bermellón <strong>de</strong> la especia<br />

en el oro esplen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l alfanje<br />

en el gajo encendido <strong>de</strong> una boca.<br />

Luis Luna<br />

Amphispiza<br />

belli<br />

Luna<br />

· 107


108 · Luna<br />

3<br />

Siento cómo la especia<br />

nos otorga fragancias<br />

<strong>de</strong> un lugar recordado.<br />

Un espacio que algunos<br />

<strong>de</strong>signan paraíso.<br />

4<br />

Contemplo dos muchachos<br />

que ríen bajo el sol.<br />

Ellos no saben<br />

<strong>de</strong> los símbolos <strong>de</strong> la divinidad<br />

<strong>de</strong>l lenguaje que escribe el sudor en su cuerpo.<br />

5<br />

Me encuentras<br />

como una piedra<br />

en tu camino.<br />

No te inquieta mi calma<br />

te completa.


6<br />

El té oscuro<br />

que juntos disfrutamos<br />

habitará en nosotros<br />

forjando nuestra sangre.<br />

La sangre idéntica que nos recorre.<br />

7<br />

La palabra esperada<br />

<strong>de</strong>rrota<br />

la experiencia<br />

perfila los matices<br />

<strong>de</strong>limita sus sombras.<br />

8<br />

El tiempo se acumula<br />

bajo las blancas<br />

esteras <strong>de</strong>l olvido.<br />

Disemino semillas<br />

para que permanezca mi memoria.<br />

Luna<br />

· 109


110 · Luna<br />

PROFUNDIDAD DE CAMPO<br />

I<br />

Convoca breve luz e inevitable<br />

mente adquieren su relieve<br />

los rincones,<br />

las cajas don<strong>de</strong> guarda su memoria<br />

los pequeños objetos que va diseminando<br />

en este espacio inútil <strong>de</strong>l poema.<br />

II<br />

Se resiste a ser cómplice.<br />

En los márgenes traza<br />

un plano que le guíe<br />

a través <strong>de</strong>l olvido.<br />

Esa forma final <strong>de</strong> la intemperie.<br />

A Armando Zanón<br />

“Soy el que se echa al suelo y me suplica.”<br />

J. Martínez Mesanza


III<br />

Busca su nombre verda<strong>de</strong>ro<br />

aquel por el que un día será convocado<br />

al último inventario <strong>de</strong> existencia<br />

al balance final <strong>de</strong> su anonimia.<br />

IV<br />

(Las razones <strong>de</strong> mi éxito)<br />

Adopta i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s que no le pertenecen<br />

se ampara bajo nombres casi siempre supuestos<br />

e inventa un pasado por él reconstruido.<br />

Usurpa una existencia.<br />

Preten<strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar que es prescindible.<br />

V<br />

A Carlos <strong>de</strong> Gredos<br />

A G. Escarpa<br />

Y con qué claridad se hace carne el andamio<br />

configura un paisaje<br />

<strong>de</strong> escombros<br />

o <strong>de</strong> cuerpos<br />

que renuncian a alzarse<br />

en este ensayo previo<br />

<strong>de</strong> la luz y su angustia. Luna<br />

· 111


112 ·<br />

Luna<br />

VI<br />

“Una surtida colección <strong>de</strong> máscaras y <strong>de</strong>trás,<br />

creo, un agujero negro.”<br />

Enfermos sí. Convalecientes.<br />

Se ha extendido el tumor <strong>de</strong> la melancolía<br />

con su fuerza <strong>de</strong> lluvia<br />

y su insistencia<br />

en dar forma a un paisaje<br />

don<strong>de</strong> hasta nosotros<br />

somos solo figuras<br />

que no nos representan.<br />

VII<br />

Radical negación <strong>de</strong> la espesura<br />

callamiento<br />

y fulgor <strong>de</strong> lenguaje<br />

geografía suma <strong>de</strong> la boca<br />

testimonio <strong>de</strong> fiebre<br />

o hueco<br />

en un pasillo blanco<br />

como última forma <strong>de</strong> inocencia.<br />

J. Cortázar


EPÍLOGO<br />

Negación <strong>de</strong>l silencio<br />

(o estudio sobre composición <strong>de</strong> figuras)<br />

Un niño ofrece<br />

su comida a los pájaros:<br />

soborna su sonido.<br />

No quiere llorar solo. No quiere<br />

llorar<br />

solo.<br />

Luis Luna (Madrid, 1975). Ha participado en varias antologías, entre las que <strong>de</strong>staca TODO ES POE-<br />

SÍA MENOS LA POESÍA (Eneida, 2004). Es miembro <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> la revista “Silencios” y <strong>de</strong> la Red <strong>de</strong><br />

Arte Joven <strong>de</strong> la CAM. Sus obras visuales han podido verse en la Galería Catarsis <strong>de</strong> Madrid o en<br />

ALBIAC, Bienal <strong>de</strong> Arte Contemporáneo Cabo <strong>de</strong> Gata-Níjar, Almería.<br />

Luis Martínez <strong>de</strong> Merlo (Madrid, 1955). Autor <strong>de</strong> los poemarios EL TRUENO, LA MENTE PERFECTA,<br />

FÁBULA DE FAETONTE (Hiperión, 1996 y 1982) y ORPHENICA LYRA (Premio <strong>de</strong> Poesía Ciudad <strong>de</strong><br />

Alcalá, 1985), entre otros, así como <strong>de</strong> la novela UN HOMBRE ANTICUADO (A la luz <strong>de</strong>l candil, 2005).<br />

Ha traducido al castellano a Dante, Leopardi, Bau<strong>de</strong>laire, Verlaine...<br />

113


114 · Secada<br />

“Otro punto <strong>de</strong> vista”, dibujo <strong>de</strong> Mikaela Secada


Este número 3 <strong>de</strong> la revista<br />

The Children’s Book of American Birds,<br />

<strong>de</strong>dicado a “El hambre”,<br />

se acabó <strong>de</strong> imprimir el día<br />

14 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> <strong>2006</strong><br />

(vulg.)<br />

14 Sable 135, E.P.:<br />

Don Quichotte, champion du mon<strong>de</strong>.

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