Estado, nación y nacionalidad en la Argentina, 1887 ... - Imago Mundi

sensibilidad y colores, reinventándolo para su auditorio:
gran parte del gabinete nacional con el presidente
Saenz Peña a la cabeza, y otros miembros
de la elite. El intelectual en acción ofrece un nuevo
producto a su público selecto: este poema también
es parte de la alta cultura.
Pero el gaucho lugoniano del Odeón ya no será
el paria marginal huyendo de la milicada a los toldos,
sin tierra ni hogar: la descripción de su figura
está saturada de elementos europeos (en su vestimenta),
de modernismo y pintoresquismo El orden
natural que ese gaucho reinventado trae a través de
la operación, es aristocrático, estamental. No pide
más, sólo goza de sus mateadas ante el fógón, de
sus guitarreadas entre iguales, de su poesía esencial
y de su trabajo. Es inmune a lo extraño. Con esa
vida, y la mirada atenta del «buen patrón» se conforma,
en contraposición al inmigrante insaciable de
riquezas y derechos. En la operación lugoniana, la
figura gauchesca ha sido despojada de la vitalidad
bárbara facciosa y combativa que desbordaba el Facundo,
para mostrar seres cuya toda nobleza reside
en su docilidad, y en la disposición a obedecer y a
colaborar. Lugones percibe que tipo de gaucho, y que
tipo de nacionalidad, la clase dirigente argentina está
buscando.
En su disertación, induce e intenta dar pautas
a la elite sobre el mejor orden a seguir, y se ubica
estratégicamente como portador de la palabra popular,
que esos dirigentes deben conocer, y él les ofrece
a manos llenas.
Desde aquí, Lugones abandona la campaña del
arte por el arte típica de la impronta modernista, para
politizar su prosa. Es el intelectual que ha conseguido
un lugar desde donde ser escuchado con atención,
de legitimación en y ante la coalición estatal,
y percibe de parte de esta, y también de la sociedad
una demanda de identidad, de definir que es
ser argentino. Y no duda: interviene reinventando
el Martín Fierro, y construyendo diversos niveles de
legitimidad: el de la función del intelectual, el de un
poema, de un género y de un héroe nacional, que establecen
modelos de nacionalidad. Es la cumbre de
su consagración como intelectual: ha operado inventando
un artefacto verosímil y útil que venía siendo
buscado desde décadas. Ha reinstalado la función del
intelectual en la sociedad. Pudo percibir claramente
que había un mercado (formado fundamentalmente
por las clases dirigentes y el estado, pero también
en menor medida por las clases subalternas de la
sociedad civil) que reclamaba el bien de la identidad
nacional que él produce, y que esta dispuesto a
brindar.
Estado, nación y nacionalidad en la Argentina, 1887-1910
No sería descabellado afirmar, por todo lo anteriormente
sostenido, que el presunto estado liberal,
prontamente buscó nutrirse de símbolos e imágenes
que contradecían, o chocaban abruptamente con el
ideario iusnaturalista que aparentemente inspiraba
su accionar, impactado ante los niveles de conflictividad
social, político y cultural que el propio proceso
de modernización y desarrollo capitalista en el marco
de la división internacional del trabajo impulsada
por el imperialismo británico, implicaban. Se trataba
de movilizar entonces, instancias de integración
y represión, de homegeneización y disciplinamiento.
Dentro del estado, y fundamentalmente en el
plano educativo, 53 aparecen elementos que serán apropiados,
ordenados, seleccionados, reciclados y nuevamente
ofrecidos a éste mismo como vías para regenerar
a la nación, por el nacionalismo cultural del
centenario. 54 Estos elementos quizá nos dan la posibilidad
de pensar que ya aquí, en esta comunicación
incesante, se encuentren datos importantes, (disponibilidad
de los dirigentes argentinos inclusive), para
rastrear la fuerte tradición antiliberal 55 y antidemocrática
que en términos culturales y políticos (leídas
ambas como una manera de contener al conflicto social
y a las ideas maximalistas, con mayor énfasis
después de 1917) será hegemónica en el estado y
en las clases dominantes argentinas en la década de
1930. 56
53 En este escrito hemos dejado de lado el otro artefacto
nacionalizador, conectado con la educación: el servicio militar
obligatorio.
54 Queda abierta la pregunta de si este primer nacionalismo
rompe con la conciencia liberal imperante en esos años.
Rastros de dónde encontrar la respuesta pueden hallarse: en
la caracterización del mismo liberalismo de fines del XIX, recusado
en su núcleo jacobino por los intelectuales más influyentes
de occidente, (es decir que asoma un liberalismo conservador
aristocratizante y estamental a lo Hipólito Taine,
tierra fértil para especulaciones no igualitarias, y aventuras
imperiales con el que el pensamiento nacionalista no necesita
romper, o no se siente muy incómodo), y por otro lado, en
lo que los intelectuales nacionalistas del centenario abonaron
más tarde: Lugones una versión vernácula de un protofacismo
pagano, y Gálvez los nacionalismos integristas católicos.
Por lo que podríamos afirmar, que este primer nacionalismo sí
recusa las visiones más igualitarias y democráticas del pensamiento
liberal, de cualquier forma algo demode en los círculos
de «gente bien» en esos años, como también las consecuencias
más notorias de la modernización: una sociedad cosmopolita,
urbanizada y conflictiva, con individuos poco apegados a las
jerarquías estamentales.
55 Quizá este antiliberalismo sea preso de una noción heroica
de liberalismo, más emparentada con las barricadas europeas
de 1830, que al «liberalismo realmente existente» a
principios del siglo XX
56 Esta mirada, vería al estado argentino ya en estos años
(1900 – 1910), (y al ejército, parte de ese estado), como un
terreno fértil para las concepciones antiliberales e integristas
que sostendrán la iglesia católica y otros grupos políticos e
intelectuales en los años 20 y 30. Con lo que la ruptura entre
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