Estado, nación y nacionalidad en la Argentina, 1887 ... - Imago Mundi

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Alejandro Falco dentro de esta elite, una reflexión sistemática, desde el plano filosófico, sobre cuales son los elementos que diferencian a nuestra nacionalidad de otras, en donde residen, y de que manera rescatarlos ante el avance de la sociedad inmigratoria aluvional, que se muestra conflictiva y poco apegada a las jerarquías aristocráticas. 15 2. Ramos Mejía: la pedagogía de las estatuas La nacionalización del pasado, y su reelaboración en clave heroica dentro de un relato de historia batalla será uno de los artefactos elegidos, más allá de las elaboradas reconstrucciones mitristas del panteón de próceres, 16 reconstrucción que por otro lado dejará bien en claro que la Argentina existe desde el momento en que el primer navío hispano ingreso al Plata, siendo esta tierra desde entonces, según el fundador del diario La Nación, un edén condenado a la movilidad social ascendente. 17 15 «Por el contrario, les pediría más sociabilidad, más solidaridad en el restringido mundo a que pertenecen, más respeto a las mujeres que son su ornamento, más reserva al hablar de ellas, para evitar que el primer guarango democrático enriquecido en el comercio de suela se crea a su vez con derecho a echar su manito de tenorio en un salón al que entra tropezando con los muebles. No tienes idea de la irritación sorda que me invade cuando veo a una criatura delicada, fina, de casta, cuya madre fue amiga de la mía, atacada por un grosero ingénito, cepillado por un sastre, cuando observo sus ojos clavarse bestialmente en el cuerpo virginal que se entrega en su inocencia. . . Mira, nuestro deber sagrado, primero, arriba de todos, es defender nuestras mujeres contra la invasión tosca del mundo heterogéneo, cosmopolita, híbrido, que es hoy la base de nuestro país.» Cané, M., «De cepa criolla» (1884) en Prosa liguera, Vaccaro, Buenos Aires, 1919. No habría que dejar de tener en cuenta, para analizar esta mirada de alarma, dos elementos políticos importantes: por un lado las maniobras del roquismo, que deja a parte de la elite fuera del manejo de la cosa pública, en la década del 80, (caso que, de todos modos, no incluye a Miguel Cané, ministro y diplomático, por estos años, pero sí a Lucio López, nostálgico de los tiempos preroquistas en que los políticos eran escritores y soldados, y no tenderos y comerciantes) y la revolución del 90, en parte, y sólo en parte, relacionada con el punto anterior. A pesar de todas estas prevenciones aristocráticas, que indicarían ciertas fisuras hacia adentro la elite antes señaladas, los sectores dirigentes nunca revocaron el sentido general del proceso. 16 Lo interesante del caso argentino es que se está construyendo una política de nacionalización de las masas, al mismo tiempo que se están construyendo los símbolos. El panteón de héroes no está aún armado. No hay «padre de la patria». Basta con leer las cosas que el último Alberdi dice sobre San Martín, figura que tomará luego el rango de indiscutible, tanto para la historiografía «oficial», como para los variopintos revisionismos. 17 En la introducción a su Historia de Manuel Belgrano, B. Mitre ve una Argentina existente en los primeros años de la colonización, cuyo ethos reside en estar libre de las rémoras feudales que acosan al Perú y a México; de ser desde los inicios un lugar dónde cada hombre puede forjar su destino sin condicionamientos. Esta épica de frontera, que posibilita el ascenso social y el igualitarismo vía el trabajo duro y el sa- Pero hay otras políticas vinculadas al ámbito educativo, que aunque lo exceden, abarcan otros espacios públicos, y están conectadas con lo que José M. Ramos Mejía llamaba «pedagogía de las estatuas». 18 Estas operaciones intentarán, en el plano simbólico, llevar adelante la tarea de inventariar y darle un pasado heroico al contenido de la nacionalidad, disciplinando y estatizando las fiestas patrias, los himnos, y los héroes de ese pasado glorioso, ya mostrado como patrimonio de todos aquellos que quieran habitar el suelo argentino. 19 A pesar de la situación conflictiva que hacia los años de 1890 pareciera querer recusar la fe en los dictados y premoniciones de los ideólogos de la organización nacional, un trasfondo lineal con las premisas del 80 aún subsiste: los contenidos ideológicos crificio, tiene sus orígenes rastreables en la obra de Fernimore Cooper, (La pradera, El último de los mohicanos), textos posiblemente leídos por Mitre (seguro por Sarmiento, que cita el primero de ellos en Facundo), que abonaron la expansión estatal estadounidense a los territorios «nuevos», la inevitable (pero aún no festejada en la letra de Cooper) eliminación de las poblaciones originarias como condición necesaria al arribo de la familia farmer, (otra épica autocomplaciente, excedida de ternura y rastreable hasta en la cinematografía estadounidense del siglo XX) y la noción de destino manifiesto antes señalada, como elemento constitutivo central de la nacionalidad norteamericana. 18 Sobre la paternidad de este concepto aparece una controversia, algo simpática, que da algunas señales sobre continuidades y rupturas. Ramos Mejía lo utiliza en sus publicaciones del Consejo Superior de Educación, y en sus recomendaciones a las escuelas. Algunos años después, Ricardo Rojas, termina adjudicándose su autoría en La restauración nacionalista. Esta sugerente doble paternidad da pistas sobre los fluidos vínculos (tanto en las preocupaciones, como en las soluciones) que los nacionalistas del centenario tendrán con los particulares positivistas argentinos. Rojas dice así: «La historia no se enseña solamente en la lección de las aulas: el sentido histórico, sin el cual es estéril aquélla, se forma en el espectáculo de la vida diaria, en la nomenclatura tradicional de los lugares en los sitios que se asocian a recuerdos heroicos, en los restos de los museos y hasta en los monumentos conmemorativos, cuya influencia sobre la imaginación he denominado pedagogía de las estatuas». Op. cit. p. 139. La propuesta de Rojas también excede el ámbito geográfico del aula, para tomar la esfera pública metropolitana como ámbito ideal para educar bajo la nueva nacionalidad. Esta recomendación de Rojas inspirada en el culto ramosmejiano de la patria, pone en texto con presunta ideología sustentatoria detrás, algo que era debatido en la sociedad y que en realidad el estado ya estaba realizando: en 1900 se inaugura una estatua de Sarmiento hecha por Rodin en Palermo, en 1902 la Municipalidad de Buenos Aires lanza la idea de llamar a un concurso internacional para la construcción del monumento conmemorativo del centenario, para la época el gobierno de Santa Fe cubre la provincia de estatuas de San Martín , y es levantado el monumento al Ejército de los Andes en el Cerro de la Gloria, Mendoza. 19 Bertoni, L. A. «Construir la nacionalidad: héroes, estatuas y fiestas patrias, 1887-1891». Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana «Dr. E. Ravignani» N o 5, Buenos Aires, 1992. 4 Imago Mundi, (4 de marzo de 2008 21:55) — www.serviciosesenciales.com.ar
no recusan el marco positivista y liberal - conservador que es hegemónico desde estos años. El balance sigue siendo positivo. La fe en el proceso, maltrecha pero incolumne. Sólo se requieren operaciones rectificatorias, correcciones lógicas ante la realidad cambiante. Si bien hay en muchos escritos un deja vu 20 de las buenas épocas de la espada y el levantamiento, más un rubor de aristocracia amenazada por una creciente cantidad de burgueses aureus, la clase dirigente cree en la orientación original. El aroma cosmopolita de Buenos Aires, levanta todavía la admiración de Carlos Pellegrini, quien sólo haya esta virtud en la paradigmática Chicago. 21 El estado mediante sus diversos instrumentos, pondrá las cosas en su lugar. Los primeros síntomas de alerta entonces no recusaran lo hecho, tendrán respuestas en el marco ideológico liberal - positivista, recreado en términos patológicos y biologistas, operando la psiquiatría y la criminología lombrosiana como ramas de la sociología. Pero un elemento habrá transmutado: la confianza ilimitada, cede ante la precaución temerosa (a veces paranoica) por una sociedad conflictiva, sin estratos geológicos claros. En este marco, y bajo los auspicios de Gustav Le Bon, José María Ramos Mejía, y su discípulo el segundo Ingenieros, propondrán rectificativos, tipos y explicaciones de porqués sobre masas patologizadas, 22 que todavía, pueden ser redimidas, rescatadas y civilizadas en el culto religioso de la patria. 23 20 López, L. La gran aldea. Buenos Aires, CEAL, 1983. 21 Gallo, E. Los nombres del poder. Carlos Pellegrini. Buenos Aires, FCE, 1997. 22 Tendríamos que tomar en cuenta en estos momentos, el comienzo de una operatividad que intenta explicar la situación de estas masas: el de la categoría de anomia, «inventada» por Durkheim para dar cuenta de este fenómeno del pasaje de sociedades agrarias a urbanas, en donde los seres humanos pierden los viejos lazos comunales, para convertirse en entes anónimos en la división social del trabajo que imprime el desarrollo capitalista. El suicidio durkheimiano, título de su tesis, deja de ser un hecho privado, para convertirse en síntoma social de no lugar, de mujeres y hombres que han perdido la comuna rural, y con ella la contención afectiva y social que brindaban las redes parentelares, para ganar, un anónimo sitio en la ciudad y la fábrica, y una muerte en el hospital. 23 «Así pues, los viejos lazos entre creencia y poder, ¿se habían roto, habían pasado, en estos primeros años del siglo XX, a la categoría de los vestigios, de las supervivencias? Así lo creían algunos hombres sinceros, que no supieron discernir que, en el campo sociológico, la parte de los sagrado no había sido borrada, sino transferida. Alguna cosa exigía todavía un amor sagrado. Era la patria. (. . . ) ¿Cómo y dónde la multitud-materia engendra la masa?» Vilar, P. Pensar históricamente, pp. 24-43. Crítica, Barcelona, 1997. Desde otro punto de vista, el legado psicobiologista, que plantea ciertas formas de «no conciencia», o de irracionalidad de las masas, da por tierra a la vertiente más radicalizada del liberalismo, Estado, nación y nacionalidad en la Argentina, 1887-1910 Tanto en su rol de funcionario público 24 como en el de ensayista que transitó (cruzó) los campos de la medicina y la historia, 25 Ramos Mejía diseñará las rutas y los remedios, naturalizando el conflicto (ya que en toda sociedad se verifican luchas y contradicciones lógicas y entendibles entre capacidades desiguales, impronta imprescindible del darwinismo social) manteniendo los tópicos del programa modernizador, agregándole a éstos una dosis de integracionismo paternalista sobre la inmigración, que sigue considerando a los extranjeros como un aporte complejo aunque imprescindible para la construcción de una nación moderna. Y «no es que no existan remembranzas por ese interior de «vieja cepa» al que después Gálvez consagrará como reservorio de virtudes morales ante el cosmopolitismo corruptor de Buenos Aires, pero en Ramos Mejía esa sospecha eventualmente xenófoba se diluye frente a la renovada confianza en la potencia integradora y pedagógica del ambiente y el estado argentino sobre la psicología social del inmigrante». 26 En Las multitudes argentinas ensayará una paleontología social enumerando una serie de tipos desviados como el guarango, el huaso, el canalla o el compadre, detallando con obsesión al burgués que tiene como única meta enriquecerse, impermeable aún a las virtudes de la caridad y el patriotismo. ya que, si las masas son irracionales por motivos cuantificables y biológicos, la nueva causalidad que explica el hecho social pone en crisis al contractualismo liberal, dominante en la etapa heroica de combate de las burguesías europeas contra el antiguo régimen, que sostiene el credo de que la legitimidad política en la sociedad, se funda en «la soberana y consciente voluntad de sus miembros». El trasfondo político de la trama leboniana en la segunda mitad del siglo XIX, ve aparecer un liberalismo conservador y reaccionario (en definitiva, el de las burguesías sólidamente establecidas en el poder), melodía de fondo de la rapiña y el reparto imperialista. 24 José María Ramos Mejía (1842-1914) fue presidente de los departamentos de higiene pública y asistencia pública, del Consejo Nacional de Educación (actual Ministerio de Educación) y diputado nacional varias veces en las décadas de 1880 y 1890. 25 Algunas de sus obras más importantes fueron: Rosas y su tiempo (1907), Las multitudes argentinas (1899) obra pensada como prólogo de la anterior, La neurosis de los hombres célebres en la historia argentina (1878), La locura en la historia (1898). Una buena semblanza de su trayectoria fue trazada por José Ingenieros en su obra Personalidad intelectual del Dr. José María Ramos Mejía. 26 Terán, O. Positivismo y nación en la Argentina. Puntosur, Buenos Aires, 1987. Fenómenos demográficos inducidos por el desarrollo capitalista, fenómenos urbanos de características novedosas, clima interimperialista y de conflicto internacional. Este es el ambiente dentro del cual los distintos estados nacionales promueven la nacionalización de las masas, pensada ésta como nueva identidad colectiva, y como parte de la problemática abierta por la modernidad. Este tema recorre todo el arco de occidente, que se agudiza en la Argentina por las particularidades de la inmigración. Imago Mundi, (4 de marzo de 2008 21:55) — www.serviciosesenciales.com.ar 5
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