esta improbable - Zoo de Barcelona

Las camas
de los
gorilas
Los gorilas
construyen
dormir una
en estado natural
diariamente para
tosca cama o nido
.TORGE SABATER PI
La tarde cae en la selva, la manada de gorilas
capitaneada por un gran macho de espalda plateada
come intensamente en unos campos de
Aframomum que bordean unas fincas nativas de
yuca y plátanos.
No obstante lo numeroso del grupo, los únicos
ruidos audibles son los chasquidos secos
que se producen cuando los gorilas tumban,
con sus fuertes manos, los largos tallos de Aframomum
para lograr sus apetitosas médulas que
son uno de los alimentos que más prefieren.
De vez en cuando un ligero ronquido, apenas
discernible, y el movimiento de las ramas señalan
la situación de algunos ejemplares que permanecen
invisibles entre la tupida vegetación.
El sol envía sus últimos destellos que tiñen
de púrpura las copas de los gigantes de la sel-
va inmediata; el día, en los trópicos, declina rápidamente,
no existiendo apenas crepúsculo.
A poca altura pasa volando una ruidosa bandada
de calaos negros en busca de lugar para
pernoctar; después unos murciélagos gigantes
cruzan el cielo zigzagueando y se alejan en raudo
vuelo buscando frutales donde saciar su gran
voracidad. En la espesura, los grillos inician su
monótono e insistente concierto que sólo cejará
con las luces del alba.
Es este el momento en que los gorilas deben
acomodarse para dormir, es cuando deben preparar
sus camas.
El macho dominante avanza cauteloso, la mirada
altiva, apoyado en los nudillos de los dedos;
su aspecto es impresionante y puede paranganarse
en majestad al león o al tigre, que siernpre
hemos considerado los reyes del mundo animal;
se detiene, mueve la cabeza, y coge con
la mano dos o tres tallos de Aframomum que
tumba en el suelo; entonces se sienta sobre los
mismos y dobla otro manojo que estaba a su
alcance colocándolo bajo su cuerpo, después
iguala las ramas que sobresalen intentando lograr
un conjunto redondeado y de confortable
mullidez; unas hojas de Palisota y otras de Sarcophrynium,
cogidas al azar, ayudan a dar a
esta cama la estructura necesaria.
Los demás componentes de la manada al observar
el comportamiento del «jefe » inician, individualmente,
la construcción de sus camas distribuidos
en un amplio perímetro.
Una hembra acompañada de su hijo de corta
edad que corretea a su lado, se sitúa a 4 metros
del macho dominante e inicia la construcción
de su nido operando igual que él.
A unos 15 metros, una hembra ha subido pausadamente
a la cruz de un árbol de escasa altura,
dobla las ramas laterales que halla a su
alcance y las deposita sobre la plataforma natural
hasta lograr un sitio estable y cómodo donde
pasar la larga noche.
Poco a poco, el lugar donde descansan los
gorilas queda sumido en una oscuridad total;
los animales se acomodan en sus nidos buscando
posiciones cómodas. El gran macho, todavía
inquieto, se ha sentado y golpea su pecho con
fuerza mientras profiere un bronco aullido; luego,
despacio, se echa boca arriba finalizada la
tensión emotiva. El animal que se había instalado
en la copa de un árbol, está echado sobre el
vientre y apoya la cabeza sobre los antebrazos
que mantiene cruzados.
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