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"Cuando se echaban los cimientos de la nueva Albania".

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Qamil, sino también por ligarlo a <strong>la</strong> lucha que habíamos<br />

iniciado. Un maestro y patriota respetado como Xhaf,<br />

haría un gran trabajo en <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> que conocía. Sus<br />

pa<strong>la</strong>bras, inspiradas en nuestra lucha, tendrían efecto<br />

sobre todo entre <strong>los</strong> jóvenes, cuando vieran que esta<br />

lucha también había renovado <strong>la</strong>s energías <strong>de</strong> <strong>los</strong> ancianos.<br />

La pa<strong>la</strong>bra y el ejemplo <strong>de</strong> hombres tales como<br />

Xhaf Zelka, con su experiencia rica en vitalidad y combatividad,<br />

sin lugar a dudas <strong>se</strong>rviría para <strong>de</strong><strong>se</strong>nmascarar<br />

a aquel<strong>los</strong> «patriotas» que querían vivir <strong>de</strong> <strong>la</strong> «gloria»<br />

<strong>de</strong>l pasado, sin haber tenido ni siquiera <strong>la</strong> décima<br />

parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> actividad <strong>de</strong> Xhaf Zelka. Naturalmente, no<br />

podía hab<strong>la</strong>rle francamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día. Lo<br />

mantendría cerca, lo acogería como merecía y posteriormente<br />

nuestra amistad <strong>se</strong> <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>ría <strong>de</strong> forma natural.<br />

Días <strong>de</strong>spués volvió y me trajo el dinero. Le saqué<br />

otros tres paquetes.<br />

—¡¿Otra vez <strong>la</strong> misma canción, <strong>se</strong>ñor?! —me dice<br />

Xhaf.<br />

—No —le digo—, no es <strong>la</strong> misma canción, esta vez<br />

ha pagado, aquí está, ha puesto <strong>la</strong>s monedas sobre el<br />

mostrador.<br />

—¿Cómo te l<strong>la</strong>mas, hijo? —me preguntó Xhaf<br />

mirándome con sus vivos y atentos ojos.<br />

—Me l<strong>la</strong>mo Enver Hoxha —le respondí— y soy<br />

<strong>de</strong> Gjirokastra. Este es mi padre.<br />

Mi viejo permanecía <strong>se</strong>lencioso en una sil<strong>la</strong> y<br />

escuchaba. Xhaf <strong>se</strong> dirigió a él y le saludó. Mi padre<br />

que era una persona <strong>se</strong>ncil<strong>la</strong>, <strong>se</strong> levantó y <strong>de</strong>volvió el<br />

saludo.<br />

—Tienes un buen hijo —le dijo Xhaf.<br />

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