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Foto: Miguel Aguilar Yo llevo muchos años pescando, o por lo menos acudiendo al río. Todo lo que sé de la naturaleza, la ribera, las truchas y como 54 MI PADRE Siempre me ha gustado leer historias de pesca. Sin duda los artículos de Collado han constituido un referente. Después de él me han contado muchas anécdotas, diarios y jornadas de pesca, pero lo cierto es que escrito he visto poco pescarlas lo he aprendido de mi padre. Nunca pensé que una afición que a él le apasionaba podría llegar a gustarme de esta manera. Aunque Observar detenidamente el río puede ayudarnos a tener éxito con la evolución lógica (pesca sin muerte) nunca bien entendida, pero asimilada y con menos tenacidad (las nuevas generaciones somos otra cosa), lo cierto es que no estoy tan bien en el río con nadie como con él. Recuerdo los años 70, cuando con siete años comenzamos a pescar en el río Trubia. El banzao de Proaza, el Puente Prada o el Puente Villanueva eran nuestros lugares. Aunque lo niegue, comenzó esta afición con la posibilidad de tener más cañas en el agua. Pero como podría pensar que un día mientras sacaba una trucha picara otra desgraciada en la caña de al lado y yo comenzara a recoger y ella a luchar por irse a la otra orilla. Aquí comenzó todo. Es igual que una droga que te hace necesitarlo cada día un poco más. Lo mejor es que aunque crea dependencia esta es sana, y aunque tiene mono acabas quitándotelo en el río. Comenzaron aquí unos años excepcionales. Había pesca, pocos pescadores y tiempo. No faltaba nada. Conocimos toda Asturias. Tan pronto pescábamos en Gandas de Salime como en el Ponga. Cada fin de semana era una aventura. Si pescabas (lo habitual) bien. Si no pescabas, a ver si no llueve y de que son los bocadillos. La panadería del Molinón abría ya a las seis de la mañana y todavía no he encontrado un pan tan bueno para los bocadillos. El primero caía ya para desayunar (hay que tener fuerzas para empezar bien). Otro antes de que empezaran a cebarse (teníamos que estar llenos, que nuestra hora de comer también era la de ellas). Después cuando ya pasaba la mejor hora otro más para reponer la energía perdida con tantos lances. Fue la época de Carlos Margaretto “El Maestro” y de Juanín “Gaylo”. De las cruzadas a cualquier sitio donde nos decían que había mucha pesca. Así conocimos el río del Oro, el Alba o el vedado de la presa del molino de Lubín. Las truchas de Infiesto pesaban todas más de medio kilo. Los lagos de Somiedo tenían unas truchas raras (luego supe que eran salvelinos). Los lagos de Covadonga estaban llenos de cangrejos y las truchas eran asalmonadas. La carrera siempre trae épocas más complicadas. Hay que estudiar, y el poco tiempo disponible se lo lleva la hormona propia de la edad. Aquí comenzó una época de descubrimientos. El salmón y la mosca seca fueron toda una revelación para unas edades ávidas de novedades y búsqueda de alternativas. Había que arriesgar. Ahora o nunca. El grupo se hace más joven, con la única excepción de mi padre. Con el hay que seguir. Todavía conserva el punto de la obstinación, el esfuerzo y la negativa a la derrota. Cuantos peces he pescado gracias a quedarme con él. A lanzar cuando ya estaba seguro de que no había nada que hacer. A quedarme Relatos a pie de río unas horas más en el río. ¡Cómo nos vamos a ir ahora!. Ahora podemos ir pocas veces juntos. También hay mucha menos pesca. Todo el mundo conoce los sitios por remotos que sean. Las comunicaciones han mejorado y cada vez somos más pescadores (o proyectos de). Tan solo dos o tres veces al año. El secreto está en saber saborearlo más. Pasar más tiempo juntos y hablar mucho de ello. Lo importante ya no está solamente en el pez, está en como ha cambiado la postura, en qué árbol es el de la otra orilla o, por que no, en recordar como era hace unos años cuando veníamos aquí. Hay que saber sacar lo mejor de cada momento y de cada circunstancia. La pesca me he enseñando a aprovecharme de ella para sacar lo mejor y el máximo de estos limitados periodos de tiempo con mi padre. Nunca me enseñó nada malo. Jamás una trucha más del cupo y a devolver las pequeñas sin hacerles daño. Tampoco criticaba lo que hacían los demás, pero le preocupada el educarme de forma adecuada. Siempre de cara. No tener nada de lo que avergonzarse. No vamos al río a por carne. Esto si que es autentica educación para la ciudadanía. Yo personalmente no tengo ninguna duda de que los primeros y mejores ecologistas hemos sido los pescadores, ya que hemos aprendido a amar la naturaleza conviviendo con ella. De esta forma la cuidamos y la respetamos aunque le pidamos alguna cosa que otra para satisfacer nuestro ego personal. Hay muchas cosas que agradecer a un padre (yo por lo menos tengo cientos). Algunas se las puedes hacer ver con tus logros a lo largo de la vida. Otras necesitan que se las digas. Yo lo hago aquí. Solamente desearía ser capaz de hacer con mis hijos lo que el ha hecho con los suyos, y si puede ser animándolos a ser pescadores todavía mejor. José Antonio Iglesias Vázquez Socio N o 127 55
Nuestros socios Enviarnos vuestras fotos de pesca, de capturas o de denuncia, y las publicaremos en la próxima revista María José Corral Darriba con el Campanu del Eo. 5,250 Kg. En Piago Mayor. La primera vez que una mujer pesca un “campanu” ¡ENHORABUENA! Luis Miguel García con el campanu 2007. 4,400 Kg. En La Bouza (Narcea) Entrega en, nuestro stand de Asturpesca, de los salmones de oro, plata y bronce a los de mayor peso de la temporada pasada Salmón pescado en el río Narcea por Guillermo Menéndez a sus 9 años. Ganador del trofeo "Marios" al pescador más jóven de Asturias Nuestro Stand en la Feria Asturpesca de Cornellana Paulino Fervienza con el campanu de Asturias 2006, pescando en el coto La Volta del río Eo Pipi y Severino, dos buenos amigos en el Marcel (Narcea) Río Aller hace sólo unos meses... sin comentarios Toni Fernández con su salmón del Eo Instantáneas Abuelo transmitiendo a su nieto sus sabios conocimientos en el arte de la pesca del salmón Braulio González con un enorme salmón de 10 Kg pescado en el Eo en marzo. 56 57
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