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TOMO V

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— loo -mahan<br />

la siguiente opinion que debia un dia ser expresada por<br />

un escritor protestante : «Las consecuencias buenas ó malas de<br />

«esta destruccion , dice Schcell 1 , no son aquí enteramente extra-<br />

« ñas. Simple historiador, vamos á, referir los lechos en cuanto<br />

«conciernen al reino de Portugal. Cierto es que estos hechos han<br />

«sido envueltos en las tinieblas, y que mas de una vez se nos ha--<br />

«ce imposible -penetrar hasta la verdad ; pero á pesar de las den-<br />

« sas nubes que la circundan, resulta un solo teorema : á saber,<br />

«que los hechos fundados de que Carvalho pudo acusar á los Pa-<br />

« dres se reducen á cosas insignificantes, y que el Ministro ha<br />

« empleado con mas frecuencia las armas de la mala fe, de la<br />

«exageracion y de la calumnia, que las de la lealtad. »<br />

Indignado Pombal del silencio que observaba en derredor suyo,<br />

y de las ovaciones de la caridad, que por do quiera acogian á<br />

las víctimas de su despotismo, creyó modificar esta sensacion<br />

unánime entregando á un Jesuita á las hogueras de la Inquisicion.<br />

Odiaba hacia ya tiempo al P. Malagrida, y quiso pedirle cuenta<br />

de la reprobacion con que le abrumaban los pueblos. Gabriel de<br />

Malagrida, anciano cási octogenario y nacido en Italia el 18 de<br />

setiembre de 1689, habia transcurrido la mitad de su vida en el<br />

ejercicio de las misiones ultramarinas. Vuelto á llamar á Portugal,<br />

hacia pasado á ser, particularmente desde el terremoto ocurrido<br />

en Lisboa, un objeto de veneracion á los ojos de los pobres<br />

y poderosos. Comensal íntimo desde entonces de la familia de los<br />

Tavora , no por esto semejante intimidad le constituia cómplice<br />

del atentado del 3 de setiembre ; porque para complicarle en él<br />

era preciso establecer la premeditacion, conocer á los culpables,<br />

y proceder con las pruebas en la mano. Pero Pombal no era hombre<br />

que se arredrase ante estos indispensables preliminares : deseaba,<br />

como lo prueba la sentencia que pronunció él mismo, que<br />

el P. Malagrida y demás sacerdotes del Instituto fuesen los fautores<br />

del regicidio ; y si el Jesuita, que debia perecer con sus<br />

coacusados, fue reservado por entonces, solo lo debió á un capricho<br />

ministerial. Tres años hacia ya que Malagrida gemía entre<br />

cadenas donde parecía como olvidado , cuando acordándose de<br />

él Pombal, y. desdeñando el primer fallo á que se hallaba sometido<br />

todavía, y por el que podía ser ejecutado de un dia á otro<br />

,-como instigador de un atentado contra la vida del Soberano, tra-<br />

Curso de historia de los Estados europeos, tomo XXXIX, pág. O.

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