EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO - Dios te llama
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clavado: Estaba <strong>te</strong>ndido descansando en el polvo y la sombra de la<br />
muer<strong>te</strong>. Y allí, al <strong>te</strong>rcer día, se levantó de las profundidades del<br />
infierno al que había descendido, cargado con los pecados y tris<strong>te</strong>zas<br />
de todos nosotros. Y de pie, erguido, gritó: Y volvió a ascender al<br />
cielo. Entonces, en el silencio, mirando a su Hijo y al resto de sus<br />
hijos, el Padre dijo a sus sirvien<strong>te</strong>s: «¡Rápido! Traed la mejor túnica y<br />
ponédsela; ponedle un anillo en el dedo y sandalias en los pies;<br />
¡comamos y celebrémoslo! ¡Porque mis hijos, que, como sabéis,<br />
estaban muertos, han vuelto a la vida; estaban perdidos y han vuelto a<br />
ser hallados! Mi Hijo pródigo los ha traído de vuelta.» Entonces todos<br />
empezaron a fes<strong>te</strong>jarlo vestidos con sus largas túnicas, lavados en la<br />
sangre del Cordero.»<br />
Mirando otra vez al Hjo Pródigo de Rembrandt, lo veo ahora de una<br />
forma distinta. Veo a Jesús volviendo a su Padre y mi Padre, a su <strong>Dios</strong><br />
y mi <strong>Dios</strong>.<br />
No es muy probable que Rembrandt pensara en el hijo pródigo de esta<br />
forma. Esta comprensión no formaba par<strong>te</strong> de las predicaciones y<br />
escritos de su tiempo. Sin embargo, ver a Jesús en es<strong>te</strong> joven cansado<br />
y destrozado consuela mucho. El joven abrazado por el Padre ya no es<br />
sólo el pecador arrepentido, sino la humanidad en<strong>te</strong>ra volviendo a<br />
<strong>Dios</strong>. El cuerpo destrozado del pródigo se convier<strong>te</strong> en el cuerpo<br />
destrozado de la humanidad, y la cara de bebé del niño que regresa se<br />
convier<strong>te</strong> en la cara de toda la gen<strong>te</strong> que sufre deseando volver al<br />
paraíso perdido. Así, el cuadro de Rembrandt se transforma en algo<br />
más que en el mero retrato conmovedor de una parábola. Se<br />
transforma en el resumen de la historia de nuestra salvación. La luz<br />
envolviendo a Padre e Hijo habla ahora de la gloria que aguarda a los<br />
hijos de <strong>Dios</strong>. Me vienen a la memoria las palabras de Juan: (1 Jn 3,2)<br />
Pero ni el cuadro de Rembrandt ni la parábola allí representada nos<br />
deja en un estado de éxtasis. Cuando vi en aquella reproducción del<br />
despacho de Simone, la escena central del padre abrazando al hijo que<br />
vuelve, no reparé en los cuatro curiosos que con<strong>te</strong>mplaban la escena.<br />
Pero ahora conozco las caras de los que rodean el . Son enigmáticas<br />
—por no decir algo peor—; sobre todo la del hombre alto que está de<br />
pie en el lado derecho del cuadro. Sí, hay belleza, gloria, salvación...<br />
pero están también los ojos críticos de los que miran sin<br />
comprome<strong>te</strong>rse. Añaden una nota de limitación al cuadro y previenen<br />
de cualquier in<strong>te</strong>nto de solución rápida y romántica a la cuestión de la<br />
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