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Criminales, víctimas y verdugos - Ediciones Península

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prólogo<br />

darse. Solo había sitio, de momento, para un semanario de<br />

sucesos. Pero con el desarrollo económico y la consolidación<br />

de la clase media, el mercado se amplió, apareció Por qué (1960-<br />

1975), dirigido por uno de sus reporteros independizado, Miguel<br />

Rubio, y ya en la etapa final del Régimen, en la que el<br />

franquismo se debilitaba a ojos vista, aparecieron el mensual<br />

Crimen y Castigo (1972-1976)yStop (1974, <strong>Ediciones</strong> Sedmay).<br />

El Caso cerró en 1987. Su editor había amasado una fortuna<br />

que le hizo propietario de catorce revistas, con cabeceras<br />

como Sábado Gráfico y El cocodrilo Leopoldo o Velocidad, Aire libre,<br />

La bota, Discóbolo, Cine en 7 días y Burladero.<br />

Desde su refugio asturiano y con noventa años recién cumplidos,<br />

Suárez declaraba el año pasado a Patricia Gosálvez, en<br />

el diario El País: «Entonces éramos los únicos que hacíamos<br />

algo que se podía llamar periodismo, buscábamos la noticia,<br />

salíamos a la calle, creábamos opinión... El resto se limitaba a<br />

transcribir notas de prensa oficiales, aquello no era un trabajo,<br />

era una manera de ser». Durante décadas, la gente enrollaba<br />

las páginas de El Caso del revés como si fuese pornografía ya<br />

los niños se les prohibía leerlo. «Pero no era nada comparado<br />

con la casquería que sale ahora por la tele». ¿Cómo conseguían<br />

ese lujo de detalles? «¡Nos lo inventábamos, hija! —le<br />

dice Suárez, y luego añade arrepentido—: Aunque procurábamos<br />

contar la verdad». Y cuando la periodista le pide un consejo<br />

para enfrentarse al oficio, dice: «Si no te responden, insiste;<br />

si te echan de un sitio, vuelve; aunque te echen a patadas,<br />

tienes que volver».<br />

«No chorreaba sangre —contaba Suárez en 2008 a Juan<br />

Carlos Rodríguez de El Economista— porque estuvo racionado<br />

por el Régimen a un suceso mortal por número. Y en aquella<br />

época se mataba poco y mal». Era «un periodismo duro, exigente,<br />

difícil, surgido en la desolación informativa de una coyuntura<br />

histórica determinada, que entretenía la curiosidad<br />

—morbosa si ustedes quieren— de miles de lectores. Escrito<br />

correctamente y con un firme y permanente objetivo: estar<br />

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