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Roberto Arlt TRATADO DE LA DELINCUENCIA - El Ortiba

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Pero, ¿de qué rincón de tu fantasía sacaste esa novedad que pregonas? ¡Me han restringido el<br />

crédito! ¿O es que te ha dado por hacerte el humorista? Pero tu humorismo asusta. En cambio,<br />

si estás en trágico, haces reír. Con esa frase quisiste hacer un vodevil. Es demasiado serio.<br />

¿O es que engañabas a un prójimo? Pero es que el prójimo tenía una facha malandrína que no<br />

le iba a la zaga a la tuya. ¿O es que era algún prestamista? Pero, ¿qué? Los prestamistas, en<br />

cuanto ven en las puertas de sus casas un sujeto de tu talla, aprontan la ametralladora y solicitan<br />

refuerzos al Departamento. Mira, ¡cómo para entrar vos a la caverna de uno de esos legalísimos<br />

asaltantes!<br />

Por donde se mire<br />

Yo no sé; pero, por donde examino tu frase, no le encuentro atadero. ¿Te habrá trastornado el<br />

hambre las facultades mentales? ¿O es que la miseria, con sus vapores, ha introducido el delirio<br />

en tu cráneo? ¿O es que sufrís los efectos de una parálisis progresiva que como todas las<br />

parálisis progresivas (¡mira qué progreso!) te convertirá en huésped permanente de Vieytes?<br />

¡Qué sé yo, viejo! Lo único que puedo decir es que la frase macabra que largaste en el pórtico<br />

de ese café donde se congregan sinvergüenzas, cómicos malos y buenos, pesquisas, autores<br />

geniales para la familia y la novia, apuntadores, partiquinos, amigos de autores, etc., lo único<br />

que sé es que esa frase que lanzaste en medio del tumulto de la calle más linda y atorranta de<br />

Buenos Aires, hace un mes que la llevo bailando en los sesos, y es inútil que quiera olvidarme<br />

de ella. Anochece, y en cuanto paso por ese café, me acuerdo de tu vozarrón de laringítico en<br />

cierne, exclamando roncamente:<br />

En estos últimos tiempos me han restringido el crédito.<br />

¡Cuidado, viejo! Yo creo que lo que te van a restringir es la libertad de andar buscando giles a<br />

quienes engatusar con esa novela. Pone la barba en remojo y déjate de macanas, que hoy, en<br />

este país, el que no vuela anda en submarino, y ya te digo nuevamente: esa historia no te la va<br />

a creer en las 18.000 hectáreas cuadradas que tiene esta ciudad, ni el más ingenuo habitante<br />

de Bosnia.<br />

[<strong>El</strong> Mundo, 24 de diciembre de 1929]<br />

Barranca abajo<br />

Cafetín tenebroso; matices de todas las bellaquerías en las jetas de los concurrentes. Pensamiento,<br />

en cuanto se entra: nada se perdería con barrer con una ametralladora a toda esta<br />

inmundicia. Arriba una victrola y dos muchachas. Una, cara de haber vivido todo lo que puede<br />

vivir una mujer; la otra es nueva, española, cara de media bruta. Las dos, jóvenes.

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