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Roberto Arlt TRATADO DE LA DELINCUENCIA - El Ortiba

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Siguiendo un diálogo<br />

He estado más de una hora observando los gestos de estas dos muchachas al conversar. Apenas<br />

si saben leer y escribir. Digo apenas por este detalle: a momentos un de ellas leía una revista<br />

y leía a media voz, costumbre que sólo tienen los que no están acostumbrados a leer.<br />

A la criolla no le gusta la música de la victrola. A la española la vuelve loca la música. En cuanto<br />

se termina un disco encaja otro en la victrola, mientras que la criolla protesta, mueve la cabeza,<br />

quiere convencerla llevándose los dedos a las orejas, de que ese ruido continuado terminará<br />

por romperles los tímpanos. Gesto característico de la criolla. En cuanto aparece un disco<br />

de esos con canto y acompañamiento de guitarra, la muchacha frunce los labios, hace un gesto<br />

despectivo; parece decirle al invisible guitarrero que canta penas de amor:<br />

A mí ya no me engrupe con esa milonga.<br />

Tiene cara retobada. Se ve que ha pasado las de Caín. La española, en cambio, delira con la<br />

música. De pronto se ponen a conversar. No sé de qué hablan. Veo gestos. Uno de los gestos<br />

me llama la atención. Es la criolla que cuenta con los dedos meses, porque he percibido la palabra<br />

tiempo. Luego el diálogo continúa y, de pronto, la española se toma una mano; se la enseña<br />

a la otra y mueve para abajo los dedos. La criolla abre los ojos, escucha con atención. La<br />

española sigue el relato, se lleva las dos manos a la altura de las orejas, luego nuevamente<br />

mueve la mano; pero como si esa mano estuviera destrozada o rota, porque la criolla hace un<br />

gesto de horror y menea la cabeza. La española habla rápidamente; la otra termina moviendo<br />

la cabeza como si dijera:<br />

¡Qué se le va a hacer! Paciencia, es una desgracia…<br />

Conclusión: la española le está contando un episodio de su vida a la criolla. Ésta la escucha con<br />

atención investigadora. Para mí es real este sentimiento en dicha mujer: lástima hacia la situación<br />

que la ha llevado a esa mujer hasta la victrola.<br />

Vaya a saber…<br />

Forzando el oído percibo una advertencia de la criolla: No le haga caso y, a continuación, esos<br />

visajes que quieren más o menos decir: la engañan, no se deje llevar, peligro.<br />

Yo, a mi vez, tengo una sensación clara, precisa: la española va barranca abajo. Es joven y posiblemente,<br />

seguramente, está sola en este país. Y me pregunto: ¿Quién será el atorrante que la<br />

ha a traído a la muchacha a este bar facineroso? La compañera no; ésa va sola a cualquier parte;<br />

no necesita guía ni lenguaraz, pero ésta… Ésta… que está tan nueva. Y otra vez me digo:<br />

Barranca abajo, sin vuelta. Ha caído entre las manos de un tenebroso. Por ahí empiezan. Por el<br />

palco aéreo de la victrola. Hay que acostumbrarla a la mujer al espectáculo de los hombres. A<br />

que pierda paulatinamente el miedo al monstruo hombre. También hay que acostumbrarla a la

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