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Roberto Arlt TRATADO DE LA DELINCUENCIA - El Ortiba

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mente, es decir, comprar mercaderías a un precio más bajo que lo normal. Hablando entre<br />

nosotros, hice de 'reducidor'.<br />

Bueno amigo; poco ducho en este arte de estafa, caí como un otario (a golpes se hacen los<br />

hombres, querido «reducidor»), y previas incomunicaciones, en el breve espacio de ocho días<br />

conocí el cuadro segundo, el tercero, el primero o sea de distinguidos, y las celdas de los tribunales.<br />

Es decir, que anduve como maleta de loco de un lado para otro. Luego el juez ordenó<br />

que se me pusiera en libertad por falta de méritos y salí con paso redoblado por la escalinata<br />

de Moreno, con las pilchas a cuestas, la barba larga y lleno de piojos. Me pegué un buen baño,<br />

me afeité, me fajé una serie de masajes faciales, y el tipo quedó como nuevo, y con más cancha<br />

que antes para cuerpearle a las maromas judiciales.<br />

Ahora bien; quiero mi amigo periodista que me comente un tipo que es la mar de la gracia. Me<br />

fue presentado en el cuadro tercero. Usted sabe que no faltando un par de mangos entre la<br />

merza reunida en tal sitio, todo el paterío está a su disposición. ¡Que necesita un café!… Enseguida<br />

hay quien se encarga de conseguirlo. ¡Pan fresco, diarios, cigarrillos, fiambres, naipes!<br />

Todo se consigue allí con vento. Incluso se levantan quinielas en los cuadros. Bueno. Volviendo<br />

a nuestro asunto, le diré, amigo periodista, que allí me fue presentado un tipo, Fulano de Tal,<br />

alias el Tamborerito. Me llamó la atención su alias y le pregunté ingenuamente (Nene, por<br />

favor, ¿ingenuo vos?) si su mote provenía de haber sido vendedor de tambores o fabricante, o<br />

si había tocado el tambor con los 'boy-scouts' o en las bandas de remates.<br />

—'Nada de eso, compadre —me espetó—. Me dicen el Tamborerito porque acostumbro a<br />

pegar pinas a lo que se cuadre. Mi especialidad es sacudirle el polvo a los botones de la 16a y<br />

como pina que yo tengo suena como tambor, de allí el mote de Tamborerito'.<br />

¿Qué me dice de este tipo y sus alias? A mí me causó una gracia bárbara. Aun más: creo que a<br />

Vaccarezza se le ha escapado del redil, que de no ya estaría popularizado en alguna obra nacional.<br />

Yo le aconsejaría, amigo periodista, que fuera a pasarse unos días al cuadro tercero. Allí se<br />

ilustrará más en tres días que en toda su vida de emborroneador de papeles. (Che, hubieras<br />

dicho de gran escritor, cuando menos de talentoso escritor, pero no de emborroneador de<br />

papeles. La pucha, cómo sos). Métale un comentario y tenga la seguridad que en el mencionado<br />

cuadro festejarán su escrito. Y ¡qué diablos! también es necesario que se sepa en esta capital<br />

que hay quien hace sonar a castañazos a los canas en representación y venganza del lote<br />

numeroso de víctimas de los mismos.<br />

Salúdalo muy atentamente, amigo periodista, S.S.S. Cónsul Vasco».<br />

¿Por qué?<br />

¿Por qué, amigo Cónsul Vasco, en vez de ocuparse de la vida ajena y de tratar que el Tamborerito<br />

se gane una pateadura en el Departamento por dar castañazos tan sonoros, por qué, ami-

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