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CUENTOS Y APÓLOGOS - Luz Espiritual

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Un hombre viejo, de uniforme engalanado, se acercó al altar y clama con<br />

fuerte voz:<br />

-A ti, Maestro de Infinita Bondad, mi regocijo por las gratificaciones con<br />

las que me hiciste participe. Mis latifundios proceden de tu bendición. Es<br />

verdad que para preservarlos sustente una lucha en la que muchos miserables<br />

fueron muertos, pero, ¿quién si no tu mismo colocaría la fuerza en mis<br />

manos para la defensa indispensable? De ahora en adelante, no necesitare<br />

pensar en el futuro... En la calma de mi poltrona, hare oraciones fervorosas,<br />

huyendo al inmundo intercambio con los pecadores. Para retribuirte, iOh<br />

Eterno Redentor, hare edificar, en el burgo donde mi fortuna domina, un<br />

templo digno de tu invocación, recordando tus sacrificios en la cruz!<br />

Los agradecimientos continuaban, cuando Vicente de Paul, asombrado,<br />

observó que la imagen del Nazareno adquiría vida y movimiento...<br />

Estático, se vio frente al propio Señor, que descendió del altar florido, en<br />

llanto.<br />

El abnegado sacerdote observó que Jesús se alejaba con paso rápido,<br />

empero, sintiéndose junto a él, cobro animo y le preguntó, igualmente en<br />

lágrimas:<br />

-Señor, ¿por qué te apartas de nosotros?<br />

La Celeste Amigo irguió hacia el clérigo la cara melancólica y explicó:<br />

-Vicente, me siento avergonzado de recibir alabanzas de poderosos que<br />

desprecian a débiles, de hombres validos que no trabajan, de felices que<br />

abandonan a infortunados...<br />

El interlocutor sensible nada mas oyó. Con el cerebro hecho un<br />

torbellino, se desmayó, allí mismo, ante la asamblea intrigada, siendo<br />

inmediatamente sustituido, y febril, deliró por algunos días, prisionero de<br />

visiones que nadie entendió.<br />

Cuando se levantó de la incomprendida enfermedad, se vistió con la<br />

túnica de pobreza, trabajando incesantemente en la caridad, hasta el fin de sus<br />

días.<br />

Entretanto, los adoradores del templo, continuaban agradeciendo los<br />

trofeos de sangre, oro y mentira, ante el mismo altar, y afirmaron que Vicente<br />

de Paul, enloquecido.<br />

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