CUENTOS Y APÓLOGOS - Luz Espiritual
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LA SENDA DE LUZ<br />
Cuando el primer hombre descendió a los valles y a los montes de la<br />
Tierra, sintió que la miseria le entrababa todos los pasos. Entristecido, ante la<br />
contemplación de pantanos y desiertos, volvió, receloso, al Trono del Señor y<br />
rogó con voz suplicante:<br />
— ¡Padre misericordioso, compadécete de mí! ¡La indigencia me<br />
persigue, socórreme en mi extrema pobreza!...<br />
Y el Todo Bondadoso, prometiéndole protección y cariño, le recomendó<br />
el trabajo con las manos.<br />
El hombre tornó a la tierra oscura y triste y actuó con coraje.<br />
Improvisando utensilios rústicos, distribuyó las aguas, drenó los<br />
charcos, seleccionó las plantas fructíferas y consiguió edificar el primer nido<br />
doméstico.<br />
Mientras tanto, instalado en una casa simple, reconoció que la<br />
ignorancia le ensombrecía la imaginación. Amedrentado con las inhibiciones<br />
espirituales que lo sofocaban, regresó al Cielo, implorando:<br />
—Señor, Señor, mi cabeza yace en las tinieblas... ¡Auxíliame! ¡Dame<br />
claridad al entendimiento!...<br />
Y el Todo Sabio, reafirmando su amor infinito, le aconsejó el trabajo del<br />
pensamiento.<br />
Atendiendo la indicación, el hombre comenzó a observar con redoblada<br />
paciencia los fenómenos que lo rodeaban, adquiriendo preciosas lecciones de<br />
la Naturaleza y creando, con el esfuerzo propio, los primeros libros de piedra.<br />
Pero se encontraba aislado con sus tareas y estudios, y experimentó el<br />
ansia de exteriorizarse y volar... La soledad le amargaba el espíritu. Aspiraba a<br />
la comunión con otros seres, anhelaba penetrarlos secretos del firmamento.<br />
Después de muchas lágrimas, retornó al Paraíso y pidió en llanto:<br />
—Padre, estoy solo... ¡Ampárame! ¡Ayúdame a huir de la cárcel de mí<br />
mismo!...<br />
El Todo Poderoso, acariciándole la frente, bendijo su presencia y le<br />
recetó el trabajo de los sentidos.<br />
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