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CUENTOS Y APÓLOGOS - Luz Espiritual

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Agiel, uno de los guardias del sagrado candelero, usa respetable túnica<br />

durante el día y es salteador, durante la noche; sé cuantas personas fueron<br />

asaltadas por él en el último año sabático.<br />

Nenrod, el celador del Santo de los Santos, tiene siete asesinatos en las<br />

costillas; formula oraciones conmovedoras en el lugar divino, pero es un<br />

malhechor contumaz, evadido de Siria.<br />

Manasés, quien explica los Salmos de David, vende palomas a precios<br />

asfixiantes, creando constreñimiento a las mujeres inmundas que buscan la<br />

purificación, para explotar-les la buena fe.<br />

Gad, el fiscal de carnes impuras, tiene la casa repleta de utilidades del<br />

santuario, que cede módicamente, llenándose los cofres de oro y plata.<br />

Efraim, el levita, que se insinúa constantemente en la casa del Sumo<br />

Sacerdote, es político sagaz; la humildad fingida le encubre los tenebrosos<br />

planes de dominación.<br />

Pero dándose cuenta que Jesús se mantenía mudo, el interlocutor se<br />

calló, lo miró con desilusión, y concluyó:<br />

—Señor, acéptame en el ministerio. Estoy listo. Me informaron que te<br />

dispones a fundar un nuevo reino y una nueva orden... Te auxiliaré a masacrar<br />

a los impostores, innovaremos la creencia de nuestro pueblo...<br />

Pero Jesús, sonriendo ahora, compasivo y triste, le contestó muy sereno:<br />

—Datán, te equivocas, naturalmente, como acontece a muchos otros. La<br />

Buena Nueva es de salvación. No busco delatores, ni verdugos, siempre<br />

valiosos en los tribunales. Estamos buscando simplemente mujeres y hombres<br />

que deseen amar al prójimo y ayudarlo, en nombre de nuestro Padre, con el fin<br />

de que nos hagamos mejores unos para con los otros.<br />

El Maestro, sereno y persuasivo, iba a continuar, pero el escriba<br />

elocuente, tan profundo en el conocimiento de las vidas ajenas, enrolló los<br />

pergaminos, a prisa, frunció los labios amarillos de cólera inútil y atravesó el<br />

pasante de la puerta sin mirar atrás.<br />

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