Libro Muerte al amanecer def.pmd - Salta

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Chacho, se les echó encima con sus granaderos, para penetrar las filas cerradas de la infantería de Facundo. Lo vimos perderse arropado por el manto gris de la polvareda y al atardecer todo estaba perdido. No lo encontrábamos por ninguna parte en aquel tumulto de lamentos, bajo un sol declinante que enturbiaba la mirada. En el campo del Tala, esterado de muertos, perdimos dos de nuestros lanceros, así me lo avisó el Zambo Palomo con aire de reproche en la palabra, como queriéndome decir si valdría la pena seguir con los unitarios. Solo valiéndonos de un prisionero que lo había visto caer, pudimos encontrar herido a La Madrid, en la oscuridad de un matorral. Después, al mejorar, continuó luchando contra Quiroga, acompañándolo nosotros, hasta El Rincón de Valladares donde volvimos a ser llaneros. Ese día, con los míos en formación, ante Facundo, juramos serle fiel a este riojano valiente, duro y feroz, pero un gaucho de verdad que por su respaldo popular ya era famoso en toda Argentina. Sin embargo, me sentía culpable de haber servido con La Madrid, con gente que no era la mía, pero tuve que hacerlo por compromiso militar. [100]
La gente mía es la llanerada de todas partes, siempre mal vista por el blancaje dominante; y mis ideas, liberales, amantes de la igualdad. Las que dejé plasmadas en el documento firmado en Bolivia, la noche en que deserté del ejército más glorioso de América.» [101]
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FUNDACIÓN CULTURAL BARINAS
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Muerte al amanecer
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JOSÉ LEÓN TAPIA Muerte al amanece
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Presentación Esta primera edición
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Prólogo Asumir el desafío de un p
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Entre esos animales que llegaron co
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¡Qué largo viaje! Poblado de luch
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La felicidad de la escritura Borges
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Desde el primer momento le aclaré
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Capítulo I El calabozo de Salta, e
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Pero de repente, revivió la mañan
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carero, de milagro no morí porque
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el viento de las patas de los cabal
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Capítulo II Sin poder evitarlo le
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car en sus playas los miles de sold
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Parecían cadáveres salidos de sus
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Era baqueano en esas soledades de t
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Capítulo III Parecía que al cesar
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amarillo. Parecían una bandada de
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Me curaba a diario y eso debe haber
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Capítulo IV «Después, comenzaron
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Con su aguda voz, aquel hombre delg
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Por eso cuidábamos tanto los cabal
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Después, en el Sur, supimos que al
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