Libro Muerte al amanecer def.pmd - Salta

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se veía la espuma dormida acariciando el aguaje del bagre que la acobija. ¡Ah malaya ver de nuevo! el remanso del Apure donde sembré mi semilla. Del llano recio y bravío tierra donde nace el sol traigo un mensaje de versos de paz y de redención La musa de mis recuerdos que me dio mi inspiración para cantar con orgullo como llanero que soy. Llano que rompiste un día con furia, garra y valor el yugo que a Colombia tenía el imperio español. Con catorce lanceros comandados por Rondón centauros de raza indomable recios como el ventarrón. Terminé cantando, con la imagen de Pantano de Vargas retozándome en el corazón.» [116]
Cantaban, cada uno su balada, porque la música ha sido siempre el encanto del llanero, donde quiera que exista llano, en esta América mestiza. Entre los gauchos, la payada; entre los venezolanos, el contrapunteo en desafío de ingenio. Para los gauchos cantarle a Nuestra Señora del Luján; para los venezolanos, a la Virgen del Real de Plata. Pero siempre desafiándose en rueda de amigos, envueltos en leyendas. Las viejas leyendas del llano que nos llegaron con los romanceros de España, juglares de todos los tiempos. Santos Vega, en Argentina, un payador tan faculto que el único que pudo vencerlo fue el diablo. Florentino, en los llanos de Venezuela y Nueva Granada, tan grande con su verso, que en noche sin luna, pudo lograr la hazaña de vencer al mismo diablo. El perenne mito que nos envuelve, sin dejar de envolvernos nunca. [117]
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FUNDACIÓN CULTURAL BARINAS
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Muerte al amanecer
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JOSÉ LEÓN TAPIA Muerte al amanece
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Presentación Esta primera edición
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Prólogo Asumir el desafío de un p
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Entre esos animales que llegaron co
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¡Qué largo viaje! Poblado de luch
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La felicidad de la escritura Borges
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Desde el primer momento le aclaré
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Capítulo I El calabozo de Salta, e
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Pero de repente, revivió la mañan
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carero, de milagro no morí porque
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el viento de las patas de los cabal
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Capítulo II Sin poder evitarlo le
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car en sus playas los miles de sold
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Parecían cadáveres salidos de sus
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Era baqueano en esas soledades de t
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Capítulo III Parecía que al cesar
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amarillo. Parecían una bandada de
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Me curaba a diario y eso debe haber
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Capítulo IV «Después, comenzaron
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Con su aguda voz, aquel hombre delg
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Por eso cuidábamos tanto los cabal
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Después, en el Sur, supimos que al
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Nuestro escuadrón lo miraba embele
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Capítulo V Todo un acontecer de fa
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so con la información del triunfo
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me hubiera pasado el afecto que a B
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Sabía que no la vería más y lo i
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Ay Cumaná quién te viera en otro
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Capítulo VI Se hizo un vacío en l
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De caballo, soga y lazo relancino s
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