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5º<br />
Sara Mosquera Pedreiro<br />
Colegio Compañía de <strong>María</strong><br />
El Ferrol (La Coruña)<br />
En una fría mañana del mes de marzo, mientras toda la ciudad dormía después<br />
de un laborioso día, una luz se mantenía todavía inquebrantable, desafiando a<br />
la creciente oscuridad que se cernía sobre ella. Aquel chorro de luz iluminaba<br />
un libro, y sobre ese libro se alzaba un hombre. Un hombre, cuyos cansados<br />
ojos denotaban los efectos de una noche en vela, sus antiguas gafas ampliaban<br />
unas suaves arrugas, fruto de sus muchos años de experiencia, y su alborotado<br />
cabello, plateado y canoso era fiel prueba del paso de los años. Mas su anciana y<br />
experta mirada pasaba vivazmente de línea en línea saciando su sed de<br />
conocimientos. Sus ojos se quedaron fijos en un capítulo de ese sucio y raído<br />
libro, que rezaba:”Vida eterna”, y a continuación citaba que si viajaba alguien<br />
continuamente hacia el Este, iría rejuveneciendo progresivamente debido a la<br />
rotación de la Tierra.<br />
Aquel hombre releía sin cesar ese párrafo con una sagaz expresión de júbilo.<br />
Por fin había conseguido lo que buscaba, había alcanzado su objetivo. Si eso era<br />
cierto, podría desafiar a la misma muerte, incrementar su experiencia, sus<br />
conocimientos, conseguiría comenzar una nueva carrera, una nueva vida...<br />
Cavilaba en ello, mientras se preparaba para emprender su partida. Su destino<br />
era el Este, poco le importaba adónde.<br />
Ya en el cielo, muy lejos de su hogar y mirando a las estrellas, aquel hombre se<br />
mantenía en silencio, sentado en su solitario compartimiento. De verdad<br />
deseaba rejuvenecer, pero ¿a qué precio?. Tendría que estar viajando<br />
continuamente y su familia no lo reconocería al llegar. Pero, gracias a ello, se<br />
convertiría en la persona tan admirada que era, siendo joven. No podría olvidar<br />
nunca lo irresponsable que fue hace tanto tiempo. Se pasaba todo el día viendo<br />
la televisión e ignorando el tan poco valorado almacén de conocimientos que<br />
poseían los libros, hasta que un día se le estropeó aquella máquina tonta, y<br />
empezó a descubrir aquel mundo nuevo, aquel paisaje inexplorado, y no cejó en<br />
su empeño de conseguir más. Sin duda, de no ser por ese incidente, no habría<br />
podido encontrar dicha información, y no podría haber conseguido esa fórmula<br />
del elixir de la vida, tan codiciado últimamente por todo el mundo.<br />
Aquel hombre proseguía su tarea sin cesar, día tras día, año tras año, sin<br />
embargo, su cuerpo y su cara seguían igual de ancianas, incluso más débiles,<br />
pero su mente también cada vez más abierta, más extrovertida, más culta y sin<br />
darse cuenta, había rejuvenecido, pero no físicamente, sino mentalmente. Poco