María Merchán Rocamora - casbega

Gozamos al máximo con aquella mezcla de pintura, música y palabras, que
describía una fría noche en la que la protagonista de vida superficial y frívola
subía calle arriba, pistola en mano, dispuesta a asesinar a su marido. No sabía
que éste caminaba detrás de ella dispuesto a darle una dulce sorpresa. Por fin la
alcanzó y le entregó una rosa, a la vez que le susurraba unas sinceras palabras
acerca de su amor por ella, quien de repente sintió una llama de pasión en tu
interior. Por su mente pasaron todos los instantes de su malévola vida, dándose
cuenta de que ninguno era realmente feliz. Arrebatada, se aferró a su caballero
y le besó. Se fundieron en un tierno beso, del cual fue testigo una farola de luz
tenue, un clarinetista que pedía limosna en la acera de enfrente, la luna más
llena que nunca; y un revólver, que yacía abandonado en un oscuro rincón de la
acera.
Sin duda fue la mejor tarde de tormenta de nuestras cortas vidas. Aparcamos la
idea del fútbol, aunque saludable, por culpa del tiempo atmosférico. Y
sobrevivimos, incluso sin tele. Es más, descubrimos una nueva forma de ocio: el
arte, nuestra nueva alternativa. El arte, apreciado por tan pocos, paloma que
logra sacar nuestros más profundos sentimientos al exterior, al mundo. Espejo
de esa abstracción que todos escondemos, y que debemos invitar a salir.