You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
LA PUTA.- (Asiente con la cabeza.)<br />
EL HOMBRE.- Eso es. Muy bien.<br />
LA PUTA.- Mi amor, mi amor...<br />
EL HOMBRE.- ¿Te mueres?<br />
LA PUTA.- Sí.<br />
EL HOMBRE.- (Le limpia los labios.)<br />
LA PUTA.- Mi amor... (Come con avaricia. Se atraganta.)<br />
EL HOMBRE.- Despacio, despacio...<br />
LA PUTA.- Quiero que lo sepas. Yo le pedía que me arrastrara del pelo<br />
por la habitación, que me retorciera los brazos, no porque el castigo<br />
me diera placer sino porque lo necesitaba. El no quería. Entonces yo<br />
le hacía daño a él. El se enfadaba y me ataba y me amordazaba sin<br />
intención de satisfacerme, sólo para que le dejara en paz. También le<br />
pedía que me sodomizara. Aquello sí que le gustaba porque se corría.<br />
A mí también me gustaba porque me hacía daño, porque le sentía<br />
más, porque escuchaba el ruido de su semen trotándome por las<br />
venas, por el orgasmo frustrado, por la diarrea del día siguiente.<br />
Recuerdo un par de sueños que seguramente soñé despierta: él me<br />
expulsaba, me encerraba en una habitación sin luz o me arrojaba a la<br />
calle en plena noche de invierno, desnuda. Yo sólo podía llorar. Y él<br />
se burlaba. No en los sueños, no. Se burlaba y decía: eres<br />
encantadora.<br />
EL HOMBRE.- Eres encantadora.