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El Progreso del Peregrino - John Bunyan.pdf - cristo mi pastor

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que lo vi llegar a una montaña, y en cuya cima había una cruz, y un poco más abajo un<br />

sepulcro. Al llegar a la cruz, instantáneamente la carga se soltó de sus hombros, y rodando<br />

fue a caer en el sepulcro, y ya no la vi más.<br />

¡Cuál no sería entonces la agilidad y el gozo de Cristiano! "¡Bendito <strong>El</strong> —le oí<br />

exclamar—, que con sus penas me ha dado descanso, y con su muerte me ha dado vida!"<br />

Por algunos instantes se quedó como extático <strong>mi</strong>rando y adorando, porque le era muy<br />

sorprendente que la vista de la Cruz así hiciese caer su carga; continuó contemplándola,<br />

pues, hasta que su corazón rompió en abundantes lágrimas. Llorando estaba, cuando tres<br />

Seres resplandecientes se pusieron <strong>del</strong>ante de él, saludándole con la 'Paz". Luego, el<br />

primero le dijo: —Perdonados te son tus pecados. Entonces el segundo le despojó de sus<br />

harapos y le vistió de un nuevo ropaje, y el tercero le puso una señal en su frente; le<br />

entregó un rollo sellado, el cual debía estudiar en el ca<strong>mi</strong>no, y entregar a su llegada, a la<br />

puerta celestial. Cristiano, al ver todo esto, dio tres altos de alegría, y continuó cantando:<br />

Vine cargado con la culpa mía<br />

De lejos, sin alivio a <strong>mi</strong> dolor;<br />

Mas en este lugar, ¡oh, qué alegría!,<br />

Mi solaz y <strong>mi</strong> dicha comenzó.<br />

Aquí cayó <strong>mi</strong> carga, y su atadura<br />

En este sitio rota, yo sentí.<br />

¡Bendita cruz! ¡Bendita sepultura!<br />

¡Y más bendito quien murió por mí!<br />

CAPITULO VII<br />

Cristiano encuentra a Simplicidad, Pereza y Presunción entregados<br />

a un profundo sueño; es despreciado por Formalista e Hipocresía;<br />

sube por el collado Dificultad; pierde el rollo y le halla otra vez.<br />

Pasada esta escena, vi en <strong>mi</strong> sueño que Cristiano continuó su ca<strong>mi</strong>no, y llegando a<br />

una hondonada, vio algún tanto desviados <strong>del</strong> ca<strong>mi</strong>no, entregados a un profundo sueño y<br />

con grillos en sus pies, a tres sujetos que se llamaban simplicidad, Pereza y Presunción. Se<br />

acercó a ellos, con objeto de despertarlos, y les dio voces diciendo: —Desepertad, que<br />

sois como los que duermen en lo alto de un mástil, que tienen debajo de sus pies el mar<br />

muerto, que es un abismo sin fondo. Levantaos y venid con<strong>mi</strong>go; yo os ayudaré también a<br />

quitaros esos grillos, porque si pasa por aquí el león rugiente, indudablemente caeréis en<br />

sus terribles garras. Los tres se despertaron, fijaron sus <strong>mi</strong>radas en Cristiano, empezando a<br />

contestarle <strong>del</strong> modo que sigue. Simplicidad dijo: —Yo no veo aquí peligro alguno. —<br />

Pereza añadió a su vez: Aún un poco más de dor<strong>mi</strong>r. —Y Presunción se quejó por —<br />

meterse en lo que nada le importaba; y con esto se entregaron de nuevo al sueño, dejando<br />

a Cristiano que siguiese su ca<strong>mi</strong>no. Así lo hizo éste, aunque profundamente entristecido y<br />

lastimado de ver aquellos hombres, puestos en riesgo tan in<strong>mi</strong>nente, rehusar testarudos al

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