El Progreso del Peregrino - John Bunyan.pdf - cristo mi pastor
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LOC. — Con mucho gusto les acompañaré.<br />
FIEL. — Vamos, pues, juntos, y pasemos nuestro tiempo hablando de cosas<br />
provechosas.<br />
LOC. — Muy grato me es hablar de cosas buenas con ustedes o con otro<br />
cualesquiera, mucho me alegro de haberme encontrado con los que tienen afición a tan<br />
buena obra, porque, a la verdad, son pocos los que así emplean el tiempo de sus viajes; la<br />
mayor parte prefieren hablar de cosas fútiles, lo cual siempre me ha afligido mucho.<br />
FIEL. — Es en verdad muy lamentable, porque nada hay más digno de ocupar<br />
nuestra lengua y nuestros labios como con las cosas <strong>del</strong> Dios de los cielos.<br />
LOC. — ¡Cuánto me agrada oír a usted hablar de esta manera! Porque su lenguaje<br />
revela una profunda convicción. Es verdad; ¿hay nada comparable con el placer y<br />
provecho que se saca de hablar de las cosas de Dios? Si el hombre gusta de las cosas<br />
maravillosas, por ejemplo, de historia, de los <strong>mi</strong>sterios, <strong>mi</strong>lagros, prodigios y señales,<br />
¿dónde podrá hallar lectura tan <strong>del</strong>iciosa y tan dulcemente escrita como en las Sagradas<br />
Escrituras?<br />
FIEL. — Es mucha verdad; pero debemos siempre procurar sacar provecho de<br />
nuestra conversación.<br />
LOC. — Eso <strong>mi</strong>smo digo yo: hablar de esas cosas es muy provechoso, porque por<br />
ahí puede un hombre llegar al conoci<strong>mi</strong>ento de otras muchas, como son la vanidad de las<br />
cosas mundanas y el provecho de las celestiales. Esto en general; y descendiendo a<br />
particularidades, puede un hombre aprender la necesidad <strong>del</strong> nuevo naci<strong>mi</strong>ento, la<br />
insuficiencia de sus obras, su necesidad de la justicia de Cristo, etcétera. Además, puede<br />
aprender en esta conversación lo que es arrepentirse, creer, orar, sufrir, y cosas por el<br />
estilo. Puede también enterarse de cuáles son las grandes promesas y consuelos <strong>del</strong><br />
Evangelio para su propio solaz, y, por fin, puede llegar a conocer cómo se han de refutar<br />
las falsas opiniones, defender la verdad e instruir a los ignorantes.<br />
FIEL. — Mucha verdad es todo esto y mucho me gusta oír de usted tales cosas.<br />
LOC. — ¡Ay! La falta de esto es causa de que tan pocos entiendan la necesidad de<br />
la fe y de la obra de la gracia en su alma para alcanzar la vida eterna, y que vivan por<br />
ignorancia en las obras de la ley por las cuales en manera alguna puede el hombre llegar al<br />
reino de los cielos.<br />
FIEL. — Pero voy a decir, con per<strong>mi</strong>so de usted, que el conoci<strong>mi</strong>ento espiritual de<br />
estas cosas es don de Dios. Ningún hombre las alcanza por sólo los esfuerzos humanos o<br />
por hablar de ellas.<br />
LOC. — Lo sé muy bien, porque nada podemos obtener que no sea dado de arriba.<br />
Todo es de gracia, no por obras; centenares de textos hay para confirmación de esto.<br />
FIEL. — Bueno; vamos ahora a girar nuestra conversación sobre un tema particular.<br />
LOC. — Sobre lo que usted quiera; hablaré de cosas celestiales o de cosas<br />
terrenales, de cosas morales o cosas evangélicas, de cosas sagradas o profanas, de cosas<br />
pasadas o venideras, de cosas extranjeras o <strong>del</strong> país, de cosas más esenciales o más<br />
accidentales. Y siempre con la condición de que todo se haga para provecho.<br />
FIEL. — (Maravillándose y acercándose a Cristiano, porque todo este tiempo había<br />
andado un poco retirado de ellos.) —¡Qué buen compañero hemos encontrado; de seguro