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El Progreso del Peregrino - John Bunyan.pdf - cristo mi pastor

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Cristiano iba <strong>del</strong>ante de ellos hablando consigo <strong>mi</strong>smo, unas veces triste, consolado y<br />

alegre otras, y muchas leyendo el rollo que se le había dado y que le proporcionaba<br />

mucho aliento.<br />

De esta manera llegaron al pie de un collado, llamado Dificultad, en el que había<br />

una fuente, y además <strong>del</strong> ca<strong>mi</strong>no que venía desde la puerta, había otros dos, uno hacia la<br />

izquierda y el otro hacia la derecha, por el llano, llamados el primero Peligro y el segundo<br />

Destrucción. <strong>El</strong> ca<strong>mi</strong>no angosto subía derecho por el collado Dificultad. Cristiano se<br />

acercó a la fuente, bebió y se refrigeró. Emprendió después collado arriba por el ca<strong>mi</strong>no<br />

angosto, cantando:<br />

Llegar quiero a la cima <strong>del</strong> collado, Aunque tenga que subir dificultad; <strong>El</strong> ca<strong>mi</strong>no de<br />

vida aquí trazado, Seguiré sin temor ni desmayar.<br />

Arriba, pues, valor, corazón mío; La senda dura y áspera es mejor Que la llana, que<br />

lleva en extravío A la muerte y eterna perdición.<br />

Los otros dos ca<strong>mi</strong>nantes llegaron también al pie <strong>del</strong> collado; pero cuando vieron<br />

su elevación y su gran pendiente, y que había otros dos ca<strong>mi</strong>nos mucho más fáciles y que<br />

probablemente llevarían al <strong>mi</strong>smo tér<strong>mi</strong>no que el que había tomado Cristiano para ir a la<br />

otra parte <strong>del</strong> collado, se resolvieron a ir por uno de ellos. <strong>El</strong> primero tomó el ca<strong>mi</strong>no<br />

Peligro, y fue a parar a un gran bosque; el otro tomó el de Destrucción, que le condujo a<br />

un anchuroso campo lleno de oscuras montañas, donde tropezó y cayó para no levantarse<br />

más.<br />

Volví <strong>mi</strong>s ojos a Cristiano para presenciar su subida a la cumbre. ¡Cuánto trabajo y<br />

cuánta fatiga! No podía correr, y algunas veces casi ni andar; trepaba nada más<br />

ayudándose con sus manos. Afortunadamente, a la <strong>mi</strong>tad de la subida había un agradable<br />

cobertizo, puesto allí por el Señor <strong>del</strong> ca<strong>mi</strong>no para descanso y refrigerio de los fatigados<br />

viajeros. Entró en él Cristiano y se sentó a descansar. Sacó <strong>del</strong> seno su rollo para recrearse<br />

y consolarse con su lectura, y lo <strong>mi</strong>smo hizo <strong>mi</strong>rando al vestido que se le había regalado al<br />

pie de la Cruz. Mas, <strong>mi</strong>entras así se recreaba, le sobrevino el sueño, <strong>del</strong> cual no despertó<br />

casi hasta la noche, y durante el cual el rollo cayó de sus manos. Mientras dormía se le<br />

acercó uno, que le dijo: "Perezoso, ve a la hor<strong>mi</strong>ga, y considera sus ca<strong>mi</strong>nos y aprende<br />

sabiduría". A esta advertencia despertó y, levantándose al instante, emprendió de nuevo su<br />

marcha con toda prisa hasta vencer la cumbre.<br />

Ya en ella, le salieron al encuentro Temeroso y Desconfianza, que retrocedían<br />

corriendo: — ¿Por qué retrocedéis?—les dijo. —Ca<strong>mi</strong>nábamos—respondió Temeroso—<br />

hacia la ciudad de Sión; ya habíamos superado las dificultades de este collado; pero<br />

cuanto más avanzábamos hemos encontrado dificultades mayores; así que nos ha parecido<br />

más prudente retroceder y abandonar esta empresa. —Dice bien <strong>mi</strong> compañero—<br />

añadió Desconfianza—; a poco trecho de aquí hay a los dos lados <strong>del</strong> ca<strong>mi</strong>no dos leones;<br />

si despiertos o dor<strong>mi</strong>dos, no lo sabemos; pero sí temíamos, con razón, que si llegábamos<br />

a ellos nos harían pedazos. —Me infundís <strong>mi</strong>edo—respondió Cristiano— con lo que decís;<br />

pero, ¿adonde huiré para tener seguridad? Si vuelvo a <strong>mi</strong> país, fuego y azufre están<br />

preparados contra él, y allí <strong>mi</strong> perdición es segura; pero si logro llegar a la ciudad celestial<br />

estoy ya asegurado para siempre. Animo, pues, y a<strong>del</strong>ante; tengamos confianza. Volver es<br />

buscar la muerte segura; en el avanzar hay, sí, temor de muerte; pero también la vida

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