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El velo del destino

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también nos haremos luminosos. Entonces el ojo tal cual está hoy constituido no<br />

será de utilidad alguna para nosotros, por lo tanto está empezando a cambiar ahora<br />

y estamos experimentando la molestia inherente a toda reconstrucción. Puede<br />

decirse también con referencia a la Aurora Boreal y a sus efectos sobre nosotros,<br />

que estos rayos son irradiados por medio de todas las partes de la Tierra, la cual es<br />

el cuerpo de Cristo, y desde el centro a la periferia, pero en los puntos poblados <strong>del</strong><br />

mundo tales rayos son absorbidos por la humanidad, al igual que los rayos de los<br />

Espíritus-Grupo <strong>del</strong> vegetal son absorbidos por la flor. Estos rayos representan y<br />

constituyen el "impulso interno" que está, lenta pero seguramente, impeliendo a la<br />

humanidad a que admita y practique el ideal altruista. Son los rayos fecundantes que<br />

fertilizan nuestra alma y de este modo en su día se manifestará la inmaculada<br />

concepción y el Cristo nacerá dentro de nosotros. Cuando todos hayamos sido de<br />

este modo perfectamente fecundados, la luz de Cristo empezará a irradiarse de<br />

nosotros. Entonces caminaremos en la Luz como Él está en la Luz y tendremos<br />

confraternidad unos con otros.<br />

Para terminar esta lección diremos solamente unas palabras acerca <strong>del</strong> <strong>destino</strong><br />

colectivo.<br />

Además <strong>del</strong> <strong>destino</strong> individual generado por nosotros mismos en cada vida, hay<br />

también un <strong>destino</strong> colectivo en el cual incurrimos por el hecho de ser miembros de<br />

una comunidad o nación.<br />

Es bien sabido que las sociedades algunas veces actúan en bloque, tanto para el<br />

bien como para el mal y es natural y justo que estas acciones colectivas tengan<br />

también un efecto colectivo en vidas futuras sobre los miembros de tales pueblos o<br />

naciones que forman parte de ellos; habiéndose visto que cuando tales actos son<br />

malos la deuda contraída por ellos es liquidada generalmente mediante los llamados<br />

accidentes en gran escala. También se ha afirmado en efecto que no hay accidentes<br />

salvo en los casos en que el hombre, que tiene la prerrogativa divina de iniciar<br />

causas nuevas, interviene en las vidas de otros produciendo cambios en sus<br />

negocios y condiciones y cuando por negligencia arrebata la vida de un semejante.<br />

Lo último es un accidente en muchos casos. Pero tales calamidades como las que<br />

presenciamos en Sicilia y como las de los terremotos en San Francisco, la Gran<br />

Guerra europea, etc., no son accidentes, sino efecto causales de las comunidades<br />

implicadas como resultado de actos correspondientes en vidas anteriores.<br />

Sabiendo cuánta parte tomamos nosotros en la manifestación de la ley de la<br />

mortalidad infantil, podemos comprender fácilmente, por ejemplo, que como quiera<br />

que tantos cientos de millares de víctimas de la Gran Guerra pasaron al más allá<br />

sobre el campo de batalla en cuyas condiciones es imposible absolutamente para<br />

las víctimas observar el panorama de su vida que acaba de terminar, debe ser<br />

necesario el morir durante la infancia en la próxima encarnación, y ¿cómo puede<br />

manifestarse esta espantosa mortandad de niños en su día, sino es por medio de<br />

alguna epidemia o algún cataclismo que les barra de la Tierra? Sobre tal hipótesis<br />

podemos considerar el terremoto de Sicilia, la destrucción de San Francisco, el<br />

problema <strong>del</strong> hambre en Irlanda y la India y otras catástrofes nacionales por el estilo;<br />

la acción <strong>del</strong> <strong>destino</strong> <strong>del</strong> pasado, llevando a cada nación los frutos de sus vidas<br />

anteriores y de acciones comunales.<br />

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