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(1) <strong>El</strong> lector se habrá dado cuenta de que el presente trabajo fue escrito durante la<br />
primera conflagración mundial y por lo tanto dará a los párrafos recién leídos el<br />
sentido que realmente tienen. - N. Del T.<br />
Esta forma de emoción podemos llamarla odio abstracto y difiere ampliamente de lo<br />
que se observa en el caso de dos personas que se enojan en la vida privada, tanto<br />
si llegan a las manos como si no. Vista esta circunstancia desde el lado oculto de la<br />
naturaleza, se ve que existen las hostilidades antes de llegar a los hechos. Formas<br />
de deseo daguiformes., dentadas, se proyectan de uno al otro como lanzas hasta<br />
que la furia que de ellas se genera halla expansión. En el enojo patriótico no hay<br />
enemigo personal alguno y por consiguiente las formas de deseo son más bruscas y<br />
estallan sin dejar al individuo que las generó. Los "hombres de acero" tan comunes<br />
en la vida privada en donde la inquietud por las mil y una cosas que nunca ocurren,<br />
lo bloquean con una armadura alrededor de su persona, cuando dejan que el viejo<br />
saturno les aprisione, con los que brillaron y brillan por su ausencia. <strong>El</strong> autor cree en<br />
la hipótesis de que la tensión de su medio ambiente les forzó a alistarse y este<br />
choque rompió la coraza en que estaban encerrados; inmediatamente después, la<br />
familiaridad con el peligro llegó a gustarles. Cierto es que esta gente se ha<br />
beneficiado grandemente con la guerra, pues ningún estado es tan embarazoso para<br />
el desarrollo <strong>del</strong> alma como el que ocasiona el miedo constante y la inquietud. Es<br />
igualmente un hecho notable que aunque los hombres empujados por la guerra<br />
sufren pavorosas privaciones, la masa de ellos cultiva un matiz de un azul celeste<br />
pálido que significa esperanza optimismo y un sentimiento religioso que alborea<br />
dando un toque altruista al carácter. Esto indica que aquel sentimiento universal de<br />
fraternidad que no reconoce distingos de credo, color ni país aumenta y se<br />
desarrolla en el corazón humano.<br />
En los comienzos de la guerra los cuerpos de deseos de los combatientes giraban a<br />
un grado espantoso de rotación era de notar que mientras la gente que desaparecía<br />
por enfermedad, vejez o accidentes ordinarios recobraba su conciencia en corto<br />
lapso de tiempo, variando de unos pocos minutos a unos días, aquellos muertos en<br />
el campo de batalla permanecían en la inconsciencia por varias semanas en muchos<br />
casos y, aunque parezca extraño los que perecían desmenuzados solían<br />
despertarse mucho más deprisa que miles y miles que sufrieron solamente heridas<br />
insignificantes. Este enigma quedó sin descifrar por muchos meses para mí.<br />
Antes de estudiar las causas que motivaban este fenómeno, debemos recordar<br />
primeramente que cuando la gente muerta en estas circunstancias, inflamada de ira,<br />
durante los primeros tiempos de la guerra, despertaron en el mundo invisible, como<br />
de costumbre reanudaron su pelea con el enemigo y hasta tanto que el gran trabajo<br />
educativo iniciado por los Hermanos Mayores y sus Auxiliares Invisibles dio sus<br />
frutos, estos hombres erraban por el espacio con sus cuerpos mutilados y llenos de<br />
mortal congoja a causa de los seres queridos dejados atrás. Ahora (el escritor sigue<br />
situándose durante la primera Gran Guerra) tales acontecimientos son<br />
extremadamente raros y pronto zanjados, puesto que a todos se les ha enseñado<br />
que el pensamiento creará un brazo nuevo, otro miembro y una nueva cara; el odio<br />
patriótico ha desaparecido y los "enemigos", que saben hablar el lenguaje de su<br />
contrincante, a menudo fraterniza con gran provecho para ambos. La encarnada<br />
nube <strong>del</strong> odio va esfumándose, el negro <strong>velo</strong> de la desesperación ha desaparecido,<br />
ya no hay estallidos volcánicos de pasión ni entre los vivos ni los muertos, pero por<br />
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