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Cpor Robert K. Thomas<br />
on frecuencia pensamos que la lectura en general<br />
es interesante, y aun fascinante, pero en<br />
cambio, consideramos que es una obligación leer las<br />
Escrituras, y al leerlas, lo hacemos con la idea<br />
preconcebida de que no nos va a brindar la misma<br />
satisfacción que los demás libros. Cuando nos fijamos<br />
una rutina para la lectura de las Escrituras, muy rara<br />
vez nos preparamos mentalmente para disfrutar de la<br />
lectura al punto de leer más de lo que nos habíamos<br />
propuesto. En verdad, con frecuencia, miramos<br />
cuántos versículos tiene el capítulo que vamos a leer,<br />
y nos sentimos desanimados cuando se trata de uno<br />
de los más largos.<br />
Por consiguiente, lo que necesitamos es tener un<br />
enfoque renovado acerca de los libros más interesantes<br />
que jamás se hayan puesto al alcance de la humanidad:<br />
las Escrituras. Sólo cuando las analicemos,<br />
cuando oremos acerca de ellas y cuando reflexionemos<br />
sobre su contenido, se hará evidente la belleza y<br />
la importancia que encierran. Una lectura en serio<br />
nunca es superficial, pero puede ser gratificante y<br />
alentadora, porque a través de ella llegamos a conocer<br />
a personajes que, al igual que nosotros, se'han<br />
esforzado por darle un significado especial a su vida.<br />
Cuando leemos las Escrituras nos encontramos entre<br />
amigos. Aquellos que han muerto hace muchos años<br />
y que vivieron en países lejanos al nuestro parecen<br />
susurrarnos al oído y avivar nuestro corazón. Cuando<br />
adquirimos la habilidad de oír todo lo que ellos dicen,<br />
nos elevamos al nivel espiritual que ellos esperan<br />
de nosotros. Pero lo más interesante de todo es<br />
que llegamos a conocer, realmente a conocer, a aquellos<br />
que tuvieron las mismas aspiraciones que nosotros<br />
y a sufrir con aquellos que no supieron aprovechar<br />
las oportunidades inesperadas que se les<br />
presentaron.<br />
Por ejemplo, consideremos el caso de Kémish, en<br />
el libro de Omni. Cuando leo la breve contribución<br />
que él hizo a las planchas de Nefi, pienso en todas las<br />
oportunidades que he perdido por no estar preparado.<br />
Es muy posible que Kémish no había pensado en que<br />
se le presentaría la oportunidad de escribir en las<br />
planchas, porque éstas, usualmente, se pasaban de<br />
padre a hijo y no de hermano a hermano. Por consiguiente,<br />
da la impresión de que él sólo estaba preparado<br />
para decir que vio a su hermano escribir y cómo<br />
lo hizo, que le había tocado el turno a él, y que esa<br />
era la manera en que se les había mandado hacerlo.<br />
Finalmente cierra su relato diciendo: "Y así termino".<br />
Casi puedo sentir que trata de advertirme para que<br />
reaccione mientras me explica que él no estaba preparado<br />
para hacer una cosa así, que nunca pensó que<br />
tendría que llevar un registro. Pero yo he aprendido<br />
de su ejemplo y he decidido tenerlo presente en mi<br />
mente para estar siempre preparado para hacer lo que<br />
se me pida.<br />
También me he dado cuenta del vigor de Enós,<br />
cuyas palabras están llenas de vida. De todas las Escrituras<br />
él es uno de los pocos profetas que nos dice<br />
cómo se va a sentir cuando esté en la presencia del<br />
Señor: "Entonces veré su faz con placer". En verdad,<br />
después de leer sus registros, no puede menos que<br />
esperarse algo así de un hombre como él.<br />
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