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RELATOS DE DOCTRINA Y CONVENIOS<br />
José Smith oró a nuestro<br />
Padre Celestial para que le<br />
indicara a los miembros de<br />
la Iglesia lo que debían<br />
hacer. José Smith recibió<br />
una revelación acerca del<br />
diezmo en julio de 1838, en<br />
la que se le dijo que los<br />
Santos debían pagar la<br />
décima parte de lo que<br />
ganaban (D. y C. 64:23;<br />
119). En la Biblia dice que<br />
cuando no pagamos el<br />
diezmo estamos robando a<br />
Dios (Malaquías 3:8-9).<br />
En los primeros años de<br />
la Iglesia, los miembros<br />
pagaban el diezmo de<br />
diferentes maneras.<br />
Además de dar la décima parte del dinero<br />
que ganaban (si ganaban un peso, debían<br />
pagar diez centesimos), contribuían con la<br />
décima parte del grano, de las gallinas, de<br />
la leche y de las verduras.<br />
El dinero del diezmo se utiliza para edificar<br />
templos y para realizar la obra misional.<br />
También se usa para comprar alimentos y<br />
ropa para los miembros de la Iglesia que lo<br />
necesiten. Hay casos en que se usan los<br />
diezmos para ayudar a las personas que<br />
dedican todo el tiempo a trabajar en la obra<br />
del Señor.<br />
Para ser dignos de recibir el sacerdocio y<br />
de ir al templo debemos pagar el diezmo.<br />
Nuestro Padre Celestial nos ha dado la<br />
promesa de que si obedecemos el<br />
mandamiento del diezmo seremos bendecidos<br />
de muchas formas maravillosas.<br />
Las bendiciones que recibimos cuando<br />
pagamos el diezmo no siempre son de<br />
dinero. La siguiente historia verídica acerca<br />
de Edward Stokes Rich demuestra cómo<br />
somos bendecidos cuando cumplimos con ese<br />
mandamiento.<br />
"Cuando Edward Stokes Rich tenía doce<br />
años, tuvo que dejar de estudiar para ir a<br />
EL DIEZMO<br />
trabajar a fin de ayudar a<br />
su madre, porque su padre<br />
los había abandonado.<br />
Comenzó a trabajar en el<br />
turno de la noche para un<br />
periódico. Siempre le daba<br />
lo que ganaba a su madre,<br />
y ella apartaba la décima<br />
parte para que él pagara<br />
el diezmo al obispo.<br />
Un día ella le dijo:<br />
"Edward, sé que no tienes<br />
abrigo, y que debes<br />
caminar varios kilómetros<br />
todas las noches para ir y<br />
volver de tu trabajo. Pronto<br />
vendrá el invierno y hará<br />
mucho frío cuando<br />
regreses a casa a las cuatro<br />
o cinco de la mañana, de manera que te<br />
entrego este dinero; puedes pagar tu diezmo o<br />
comprarte el abrigo. Tú eres quien debe<br />
decidir".<br />
El hizo exactamente lo que ella sabía que<br />
haría. Su hijo después escribió: "Tomé el<br />
dinero y corrí inmediatamente a la casa del<br />
obispo para pagar el diezmo".<br />
Una semana después llegó su tía Mary de<br />
visita, y le llevó un abrigo que le quedaba<br />
chico a uno de sus hijos. Era de la talla<br />
exacta de Edward y uno mucho mejor de lo<br />
que hubiera podido comprar. Desde aquel<br />
día siempre pagó con fidelidad sus diezmos y<br />
otras ofrendas a la Iglesia. (Véase Carol Rich<br />
Brown, "El abrigo", Líahona, diciembre de<br />
1982, pág. 5.)<br />
Hay muchos otros relatos que indican las<br />
bendiciones que se reciben cuando se paga<br />
el diezmo. En la Biblia leemos la promesa<br />
que el Señor le hizo a Malaquías: "Traed<br />
todos los diezmos al alfolí y haya alimento en<br />
mi casa; y probadme ahora en esto, dice<br />
Jehová de los ejércitos, si no os abriré las<br />
ventanas de los cielos, y derramaré sobre<br />
vosotros bendiciones hasta que sobreabunde"<br />
(Malaquías 3:10). D<br />
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