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34<br />
preguntas y problemas.<br />
Un día se me ocurrió que si las Escrituras tenían la<br />
solución a todas las preguntas que se presentaban en<br />
el manual de la Sociedad de Socorro, también podían<br />
darnos respuestas acerca de la crianza de los hijos.<br />
Entonces comencé a leer el Libro de Mormón<br />
con ese propósito en mente. Cuando me encontraba<br />
con un ejemplo al respecto, escribía la referencia y<br />
agregaba una breve acotación. Cuando terminé de<br />
leerlo, clasifiqué todos los ejemplos que había encontrado<br />
de acuerdo con los principios enseñados, y la<br />
manera en que podía aplicarlos en mi vida.<br />
Por ejemplo, me era prácticamente imposible hacer<br />
que mis hijos cooperaran. Se peleaban; cuando<br />
les pedía que me ayudaran, no me hacían caso hasta<br />
que yo no gritaba o me enojaba con ellos; se portaban<br />
mal y trataban de hacerse notar en los momentos<br />
más inoportunos. Pero cuando leí en Alma 36-42<br />
las entrevistas que ese profeta tuvo con sus hijos, me<br />
di cuenta cuan bien conocía él a<br />
cada uno de ellos, y observé cuan<br />
importante es mantener una relación<br />
personal con cada uno de<br />
ellos. Entonces, periódicamente,<br />
mi esposo y yo comenzamos a tener<br />
entrevistas personales con<br />
nuestros hijos y a tener alguna actividad<br />
con cada uno de ellos en<br />
forma individual. Nos dimos<br />
cuenta de que, de esa manera, no<br />
tenían necesidad de atraer nuestra<br />
atención haciendo travesuras. A<br />
medida que fueron sintiéndose<br />
más seguros de sí mismos y del lugar<br />
que ocupaban en el núcleo familiar,<br />
comenzaron a cooperar<br />
más.<br />
Otro ejemplo acerca de la paternidad<br />
se encuentra en 2 Nefi<br />
28:30, donde el Señor nos explica<br />
que sólo nos enseña lo que estamos<br />
preparados para aceptar y<br />
comprender; que se nos enseña línea<br />
por línea, conforme aumente<br />
nuestra fe y nuestro grado de obediencia.<br />
Cuando aplicamos este<br />
principio a nuestros hijos, nos dimos<br />
cuenta de que debíamos considerar<br />
la capacidad que cada uno<br />
de ellos tenía para entender, hacer<br />
y sentir, de acuerdo con su<br />
edad. Entonces, con eso en<br />
mente, no les pedíamos que hicieran<br />
más de lo que eran capaces<br />
de hacer.<br />
A medida que el estudio de las<br />
Escrituras pasó a ser parte de la rutina diaria, comencé<br />
a analizar la forma en que yo cumplía con los<br />
mandamientos. Al cambiar de actitud, pude ver que<br />
mis responsabilidades como ama de casa y como madre<br />
me brindaban la oportunidad de llegar a ser como<br />
mis padres celestiales.<br />
Sé que es difícil mantener esta perspectiva de las<br />
cosas cuando los hijos están peleando y cuando el<br />
montón de ropa sucia es tan alto como la pila de platos<br />
para lavar. Pero he observado que cuando mantengo<br />
a mi espíritu debidamente alimentado, me es mucho<br />
más fácil lidiar con este tipo de inconvenientes.<br />
Ahora, cuando doy una lección en la Sociedad de<br />
Socorro, puedo expresar con verdadera convicción el<br />
testimonio que tengo de que no existe una pregunta<br />
o un problema al que nos enfrentemos cuya respuesta<br />
no podamos encontrar por medio del estudio de las<br />
Escrituras.<br />
Geri Brinley vive en a la Misión Texas Dallas, de la cual su esposo,<br />
Douglas, es el presidente.