11.05.2013 Views

Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez

Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez

Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Anaxándridas, Leónidas y Alcibía<strong>de</strong>s, Ciro y Escipión. El calor <strong>de</strong> la bebida le prestaba<br />

coraza. ¡Ah si tuviera veinte años, como cuando servía <strong>de</strong> alférez en Flan<strong>de</strong>s al<br />

Archiduque Alberto!<br />

El caballo relinchaba y caracoleaba, bajo el mordisco <strong>de</strong> las espuelas. A la zaga,<br />

enredándose en las raíces, farfullaba el maese <strong>de</strong> campo: —¡Sosiégúese vuesa merced y<br />

guar<strong>de</strong> su vida, que la pru<strong>de</strong>ncia no menoscaba!<br />

Le vio per<strong>de</strong>rse, con los esclavos, en la espesura <strong>de</strong>l baldío. Los faroles se<br />

balanceaban como incensarios. A poco andado, oyóle llamar con voz flauteada: —¡Aguije<br />

por su alma, señor don Enrique, que es <strong>Galaz</strong> <strong>de</strong> Bracamonte y se muere sin confesión!<br />

Cuatro meses, cuatro largos meses, los <strong>de</strong>l verano abrasador y aquel que comienza a<br />

pintar los árboles con su pincel cobrizo, <strong>Galaz</strong> titubeó entre la muerte y la vida. Tenía los<br />

nervios <strong>de</strong>strozados. Era todo él —como narró más tar<strong>de</strong>— una vihuela rota, con una<br />

sola clavija y una cuerda <strong>de</strong>stemplada, que el menor roce hacía vibrar locamente. A<br />

punto estuvo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la razón. La escena <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> Mergelina y la amorosa mirada<br />

<strong>de</strong> Alanís y <strong>de</strong> Violante, habían impresionado a lo más hondo <strong>de</strong> su espíritu sensible.<br />

En pleno <strong>de</strong>lirio, acudió a examinarle el maestre Xaques Nicolás, flamenco, diestro en<br />

sangrar, en poner ventosas y en sacar muelas, doctorado también en el arte remoto <strong>de</strong><br />

ajustar y clavar las herraduras <strong>de</strong> las caballerías. Acarreó a lomo <strong>de</strong> muía su petaca <strong>de</strong><br />

bizmas y <strong>de</strong> simples: azúcar, solimán, ajos, resina <strong>de</strong> estoraque, agua <strong>de</strong> membrillo,<br />

escamonea y ceniza <strong>de</strong> carbón. Por semanas, sangró concienzudamente al paje, hasta<br />

<strong>de</strong>jarle agotado, lánguido y escurridizo, con unas manos <strong>de</strong> cera celeste y aquella larga<br />

nariz suya como un transparente cristal. Ante su fracaso, <strong>de</strong>dujo que el mal fincaba en el<br />

alma y no en el cuerpo. Explicó a don Juan <strong>de</strong> Bracamonte que la causa <strong>de</strong>l extravío<br />

mental resi<strong>de</strong> en la cabeza y es provocada por una piedrita que oprime el cerebro.<br />

Concluyó que si el enfermo no mejoraba, sería menester extraerle aquel guijarro<br />

perturbador.<br />

Pasaron dos meses. <strong>Galaz</strong> se revolvía en la cama. Las tar<strong>de</strong>s, hacia el crepúsculo,<br />

crecía la fiebre. El recuerdo <strong>de</strong> la bruja le acosaba entonces. Sus ojos alucinados la veían<br />

bailar y bailar, a la redonda, siempre a la redonda <strong>de</strong>l gran cal<strong>de</strong>ro en el cual ardían las<br />

trenzas <strong>de</strong> su prima. Luego, la llama <strong>de</strong> los cirios se <strong>de</strong>rramaba por tierra. El incendio<br />

llegaba a besar, dolorosamente, con in<strong>de</strong>finible voluptuosidad, el pabellón <strong>de</strong> su lecho.<br />

Pero aquel no era ya su lecho. Las viejas columnas, que manchaba el polvo tenue <strong>de</strong> la<br />

polilla, se abalanzaban en el aire, hacia las estrellas, <strong>de</strong>sclavando las vigas <strong>de</strong> palma. El<br />

techo on<strong>de</strong>aba en lo alto y se convertía en negro estandarte, con el blasón <strong>de</strong><br />

Bracamonte bordado en oro. Mástiles robustos lo sostenían. Un mar <strong>de</strong> tormenta<br />

asediaba a la nave con hirvientes remolinos. Enreda<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> fuego se abrazaban a las<br />

velas y a los mascarones. —¡Señor Almirante! —sollozaba la tripulación invisible. Y él<br />

nada podía. El <strong>de</strong>saliento le agitaba como una náusea aguda. Y Violante y la hechicera y<br />

la hechicera y Violante andaban a tumbos entre los ma<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l puente y entre las<br />

<strong>de</strong>shechas cobijas. Por fin, sudoroso, trémulo, con un hilo <strong>de</strong> espuma en los labios,<br />

lograba acercarse a la doncella. Advertía con horror que su cabellera se había trocado en<br />

una antorcha lívida. Hasta que aparecía Alanís, bello como un San Miguel <strong>de</strong> plata y la<br />

arropaba en su manto <strong>de</strong> color <strong>de</strong> nube. <strong>Galaz</strong> pujaba por hablar; quería lanzar<br />

<strong>de</strong>nuestos, insultar al raptor alevoso y no lo conseguía. Su grito se le quebraba en la<br />

garganta y se <strong>de</strong>smenuzaba en un susurro y en unos versos oídos alguna vez:<br />

De todas las que yo veo,<br />

no <strong>de</strong>seo<br />

servir a otra sino a vos...<br />

Y los negros le recogían, convulso, sofocado entre los pliegues <strong>de</strong>l pabellón, tiritando<br />

y balbuciendo palabras que no comprendían.<br />

Al salir <strong>de</strong>l convento <strong>de</strong> la Merced, don Juan <strong>de</strong> Bracamonte tropezó con el maestre<br />

Xaques Nicolás. Le contó los <strong>de</strong>svaríos <strong>de</strong> su hermano y le dijo la congoja <strong>de</strong> doña<br />

Uzenda. Le recordó que, meses antes, habían tratado <strong>de</strong> un pedrusco que sería origen <strong>de</strong><br />

Manuel Mujica Láinez 33<br />

<strong>Don</strong> <strong>Galaz</strong> <strong>de</strong> <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong>

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!