Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez
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graciosas y más torpes <strong>de</strong>l mundo. Se le toleraba cualquier disparate.<br />
El señor <strong>de</strong> la Cueva llevaba así, en su Fuerte socavado por las ratas, un remedo <strong>de</strong><br />
vida feudal, entre el hidalgo que le repetía las proezas <strong>de</strong> sus abuelos y el loco agudo que<br />
engañaba a su nostalgia. Hasta sus expediciones al interior tenían algo <strong>de</strong>l apresto bélico<br />
<strong>de</strong> los ricoshomes anteriores a la Casa <strong>de</strong> Austria.<br />
<strong>Galaz</strong> leía sin levantar la vista <strong>de</strong>l folio. <strong>Don</strong> Beltrán <strong>de</strong> Claramonte, fundador <strong>de</strong>l<br />
linaje, que mató a una sierpe famosa junto a la peña <strong>de</strong> Uruel y recibió el apellido <strong>de</strong> la<br />
Cueva con la mano <strong>de</strong> una infanta; don Yugo <strong>de</strong> la Cueva, que ganó las Algeciras para<br />
Alfonso XI; doña Mencía <strong>de</strong> Mendoza, esposa <strong>de</strong>l primer duque <strong>de</strong> Albuquerque y su<br />
madre, doña Brianda <strong>de</strong> Luna, habíanle ocupado ya por largo rato. Chispeaban los ojos<br />
<strong>de</strong> don Mendo cada vez que uno <strong>de</strong> aquellos nombres, sonoros como escudos chocados,<br />
agregaba un timbre a su alcurnia.<br />
En su silla <strong>de</strong> cordobán, Juan <strong>de</strong> Vergara, regidor, célebre por la guerra que movió<br />
entre el gobernador <strong>de</strong> Céspe<strong>de</strong>s y el obispo <strong>de</strong> Carranza, calculaba la ganancia que le<br />
procuraría un secreto embarque <strong>de</strong> cueros. No daba una higa por la selva genealógica<br />
que crecía en el aposento, enredando sus coronas, sus emblemas y sus alegorías, a la<br />
miseria <strong>de</strong> los muebles y a los remiendos <strong>de</strong> los paños.<br />
El general Juan <strong>de</strong> Tapia <strong>de</strong> Vargas, el mayordomo <strong>de</strong> la ciudad, Pedro Hurtado <strong>de</strong><br />
Mendoza, el capitán Pedro Sánchez Garzón, don Enrique Enríquez, don Diego <strong>de</strong> Rojas<br />
Briones y el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Santa Hermandad, don Juan <strong>de</strong> Bracamonte, se miraban<br />
prolijamente las uñas, escrutaban las vigas ahumadas <strong>de</strong> la techumbre y giraban los<br />
pulgares al resplandor vacilante <strong>de</strong>l rescoldo. El pregonero estiró los brazos, hizo crujir<br />
las coyunturas y mostró muelas y dientes por ahuyentar <strong>de</strong> sí a la pereza.<br />
<strong>Don</strong> Mendo se arrellanó en el asiento:<br />
—Léanos su merced agora la embajada <strong>de</strong> Fuenterrabía.<br />
Por complacerle, <strong>Galaz</strong> daba vuelta a las páginas. Era el episodio <strong>de</strong> la entrevista <strong>de</strong><br />
los reyes <strong>de</strong> Castilla y <strong>de</strong> Francia, el año 1463. La barca que tripuló don Beltrán <strong>de</strong> la<br />
Cueva para cruzar el Bidasoa, llevaba una vela tejida <strong>de</strong> oro y el Maestre <strong>de</strong> Santiago<br />
calzaba borceguíes guarnecidos <strong>de</strong> perlas y <strong>de</strong> piedras preciosas.<br />
El gobernador alcanzó a divisar, a través <strong>de</strong> los párpados entrecerrados, la punta<br />
roma y embarrada <strong>de</strong> sus zapatones, que se apoyaban insolentes en el cobre <strong>de</strong>l<br />
brasero. La lectura <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l supuesto padre <strong>de</strong> la Beltraneja exaltaba su orgullo;<br />
orgullo semejante a un pájaro <strong>de</strong> cetrería, encapirotado y sofocado por la al<strong>de</strong>ana<br />
sencillez <strong>de</strong> <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong>.<br />
—En aquese bufetillo hallará su merced las “Décadas” <strong>de</strong> Alfonso <strong>de</strong> Falencia, muy<br />
rotas e <strong>de</strong>scua<strong>de</strong>rnadas. Traduzca para estos caballeros norabuena y <strong>de</strong> hoy en más nos<br />
obligará a todos, que ya le tengo señalada la parte que pue<strong>de</strong> intersalles, en el líber V:<br />
Continet mentionem originis Beltrandi <strong>de</strong> la Cueva...<br />
Los visitantes se espiaron sin torcer el gesto. ¿Hasta cuándo duraría el holgorio?<br />
Diego Rivero hizo unos pucherillos. <strong>Don</strong> Juan Bernardo <strong>de</strong> la Cueva y Benavi<strong>de</strong>s sonrió,<br />
bajo los bigotes. Aún alimentaba el rencor nacido el día en que <strong>Galaz</strong> <strong>de</strong>struyera sus<br />
acertijos y abatiera la pompa <strong>de</strong>splegada para Violante.<br />
El paje se mordió los labios. No había nacido para a<strong>de</strong>rezar cortesanías... Como a los<br />
otros hidalguejos, le importaba un ardite la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> los duques <strong>de</strong> Albuquerque y la<br />
gloria <strong>de</strong> los marqueses <strong>de</strong> Bedmar. Mientras vertía palabra por palabra, las frases<br />
ampulosas <strong>de</strong>l cronista, le atormentaba la traición que para sus altas ambiciones<br />
significaba su menguado oficio <strong>de</strong> juglar y <strong>de</strong> vocero <strong>de</strong> lisonjas. A pocos pasos, su<br />
hermano, don Juan <strong>de</strong> Bracamonte, seguía con la cabeza la lectura que no escuchaba.<br />
—Quamombrem honesta coniuge dignus reputatur María <strong>de</strong> Molina, liberosque ex ea<br />
genuit Beltrandus <strong>de</strong> la Cueva et Guterrium <strong>de</strong> la Cueva, quroum Beltrandus ex industria<br />
parentis ínter satellites notissimi fuit obsequiis Henrici consignatus initio sceptri...<br />
Huir... huir <strong>de</strong>l aro blanco y negro <strong>de</strong> golillas que le soldaba al brasero. Huir río<br />
arriba, hacia el misterio resplan<strong>de</strong>ciente, en pos <strong>de</strong> la quimera <strong>de</strong> Juan <strong>de</strong> Ayolas...<br />
—Tum Beltrandus coepit multis nomenque dilectissimi nancissi.<br />
Huir... Huir <strong>de</strong> Violante y <strong>de</strong> la obsesión <strong>de</strong> Violante. Escapar en las carabelas<br />
hinchadas, <strong>de</strong> velámenes turgentes como pechos, lejos <strong>de</strong> la sombra que sobre su<br />
cristalina entereza arrojaba la tenaz pesadumbre <strong>de</strong>l conjuro; lejos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>leite pecador<br />
Manuel Mujica Láinez 43<br />
<strong>Don</strong> <strong>Galaz</strong> <strong>de</strong> <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong>