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Antologia Somos Leyenda – Athnecdotario - Ángel Villán

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Andrés echó la cabeza al suelo, con un puño comenzó a golpearlo, miró de<br />

nuevo a su verdugo, sin atisbo de rencor y en una última convulsión, murió.<br />

Elsa.<br />

Y así quedó tirado en el suelo el cuerpo inerte al lado de la figura temblorosa de<br />

En la calle el jaleo era cada vez más intenso, los gritos desgarradores, gruñidos<br />

inhumanos y un concierto de alarmas de comercios y sirenas acompañaban la algarabía.<br />

En su bloque de pisos la cosa no era menos. En la pared contigua a la suya se<br />

escuchaban fuertes golpes y palabras que pedían ayuda, se confundía todo entre sí y<br />

conformaba una terrible amalgama de horror. Elsa, por su parte, se fue al cuarto de<br />

baño, el mundo podía venirse abajo pero necesitaba quitarse la sangre de encima con<br />

una ducha. Después de hacerlo se vendó la herida de la mano y al salir de allí escuchó<br />

los alaridos desgarradores de un niño que venían justo detrás de su puerta de entrada. Se<br />

acercó hasta ella y miró por el pequeño visor. Delante estaba el hijo de diez años de sus<br />

vecinos. Aterrado y con el rostro hinchado y enrojecido a causa del llanto parecía mirar,<br />

inmóvil, algo que Elsa no alcanzaba a ver. Pronto aparecieron en el encuadre los padres<br />

del niño. Ella presentaba la cara deformada y llena de cardenales, producto a buen<br />

seguro de una tremenda paliza; a él tan sólo le quedaba uno de los dos brazos, con un<br />

muñón de jirones de carne en vez de extremidad. Los dos se lanzaron hacia su hijo con<br />

las bocas abiertas y los dientes relucientes de saliva. Primero llegó la madre, que tiró a<br />

la criatura al suelo y le hundió los dos pulgares en el ombligo, estiró de él y rajó la carne<br />

desde el abdomen hasta el esternón, liberando los intestinos, que aparecieron como<br />

húmedas culebras y fueron devoradas de inmediato por la progenitora. El grito del crío<br />

lo aprovechó el padre para introducir la única mano que le quedaba en la boca de su<br />

hijo, posando los dedos en el paladar y estirando hacia arriba. Primero la cara se le rajó<br />

desde la comisura de los labios hasta los pómulos y con una fuerte sacudida logró<br />

separar la mandíbula del maxilar superior, llevándose su trofeo hasta la boca. El cuerpo<br />

del niño todavía seguía convulsionándose en el suelo, eléctrico, cuando otro de aquellos<br />

seres, irreconocible para Elsa, se acercó y le agarró un brazo. Escuchó desde allí cómo<br />

rompía el húmero y lo separaba de la clavícula para acto seguido estirar de los tendones<br />

y desgarrarlos. Con la inercia, el ser salió disparado hacia atrás, golpeándose en la<br />

puerta de Elsa, que separó por fin la cabeza del visor y se llevó una mano a la boca y<br />

otra al vientre. Sin poder contenerse, vomitó allí mismo, escapándosele de entre los<br />

dedos que intentaban contenerlo. Las arcadas se sucedían una detrás de otra, expulsando<br />

el contenido de su estómago de forma abrupta. De veras sucedía y lo estaba haciendo<br />

justo al otro lado de la puerta. Intentó recuperar el control y se fue hasta su habitación,<br />

se sentó sobre la cama y aspiró una bocanada de aire, cerró los ojos y volvió a inspirar,<br />

lenta. El mundo se desmoronaba, ciertamente, pero no lo haría con ella, si podía<br />

evitarlo. Todo parecía ir bien, creyó calmarse, intentó trazar un plan, todo saldría genial,<br />

como siempre... de no ser porque, al abrir los ojos, vio que con ella, en la habitación,<br />

estaba Andrés, de pie y mirándola.<br />

Le había visto morir y ahora de nuevo estaba vivo. Aunque esa no sería la<br />

palabra exacta. Sus ojos blancos cruzados de capilares no eran compatibles con la<br />

realidad, su boca abierta y desencajada contrayendo los labios para mostrar los dientes<br />

no era una actitud humana, la garganta y las vísceras asomando por los múltiples<br />

boquetes, que Elsa le había abierto en el cuerpo, no podían estar relacionados con la<br />

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