Antologia Somos Leyenda – Athnecdotario - Ángel Villán
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BIENVENIDOS AL NUEVO MUNDO<br />
Víctor Mancha<br />
La cabeza de Greta explotó en pedazos, esparciendo una mezcla de sesos,<br />
sangre, dientes y semen a su alrededor. Me había mirado una última vez, un segundo<br />
antes de que Iago le colocara el revolver en el rostro y apretara el gatillo. No supe<br />
interpretar entonces su mirada. Se me antojó desafiante y orgullosa pero al mismo<br />
tiempo, asustadiza y resignada, si es que semejantes emociones pueden convivir a la vez<br />
en un mismo gesto.<br />
Yo no podía ayudarla, y ella lo sabía, siendo yo, a mi manera, tan esclavo como<br />
ella. Así que no hice nada cuando los esbirros de mi padre se turnaron para desahogarse<br />
con ella.<br />
Llevábamos un año amándonos a escondidas, en silencio, y no hice nada. Ni<br />
siquiera cuando Iago le voló la cabeza.<br />
—¡Puta! ¡La maldita puta me ha mordido! —gritaba el desgraciado, tras disparar<br />
al cuerpo de Greta una segunda vez, dejando luego caer el revolver al suelo mientras<br />
que con la otra mano se agarraba el colgajo sanguinolento en que se había convertido su<br />
polla. Sofoqué la risa que amenazaba con escaparse de entre mis labios, mientras el<br />
resto de los hombres miraban petrificados sin saber que hacer. Sentí asco, entonces:<br />
¿cómo podían ser estos los tipos que se encargaban de mantenernos a salvo?<br />
Todo el mundo empezó a acercarse entonces, sin duda, alertados por el disparo,<br />
mi padre entre ellos.<br />
Se erguía desafiante, una torre humana, y me sentí ínfimo a su lado.<br />
—¿Qué ha pasado aquí? —gruñó con esa voz ronca y gutural que hace llorar a<br />
los bebés, y hiela la sangre de los niños.<br />
Nadie se atrevió a contestar. Observé a la multitud allí reunida. Parecían<br />
cansados. Sin ilusiones. Sin esperanza.<br />
— ¿Y bien? —El tono de voz de Padre indicaba que estaba empezando a perder<br />
la paciencia. Ese era Padre, nunca tenía tiempo para tonterías.<br />
—La… la puta… —comenzó Iago, con voz la voz entrecortada por las lágrimas<br />
y mocos que le caían de los ojos y la nariz—. La puta me ha mordido‖ —Bajó la vista<br />
hasta su entrepierna, con un gesto contrito, que imagino buscaba la simpatía de mi<br />
padre.<br />
Mi padre miró el cadáver de Greta y luego volvió la vista hacía Iago.<br />
— ¿Eres tú el que ha disparado?<br />
—Yo… ha sido… ha sido el instinto. No lo he pensado… esa puta me ha<br />
mordido… duele mucho —lloriqueó.<br />
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