Antologia Somos Leyenda – Athnecdotario - Ángel Villán
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grupo, solo consume espacio y recursos, y nada de eso sobra en estos tiempos. Si la<br />
dejaron vivir más tiempo es porque padre lo decidió así. Pero llegó el momento en que<br />
hasta él decidió que ya era suficiente, y que no le debía nada más a la mujer con la que<br />
había compartido veinte años de su vida. Ya para aquel entonces había empezado a usar<br />
a las otras mujeres para satisfacer las necesidades que su esposa ya no era capaz de<br />
cubrir.<br />
Cuando entraron a su habitación a llevársela fue la última vez que lloré. He sido<br />
incapaz de hacerlo desde entonces. Ni siquiera por Greta. Ni siquiera por ella. Dudo que<br />
sea capaz de volver a llorar jamás. Ya solo me queda convertirme en uno más de ellos.<br />
En otra bestia, otro animal más.<br />
Ya no quedan hombres en el mundo, dijo mi madre, antes de morir. Creo que<br />
tenía razón.<br />
Han pasado cinco días. Como presagiaba padre, los caminantes se amontonan<br />
tras las paredes de cemento levantadas a lo largo de todo el rancho. El disparo los alertó,<br />
y de manera lenta, pero metódica, han ido llegando uno tras otro. Gimen, gruñen tras los<br />
muros y las alambradas, golpean incansables las entradas que padre ha mandado<br />
fortificar.<br />
Nadie habla en el rancho. El humor se ha tornado todavía más negro que de<br />
costumbre. Los hombres hacen guardia, las mujeres lavan la ropa y preparan la comida<br />
y los bebés, que nunca sabrán quién es su padre, cómo intuyendo lo que ocurre, apenas<br />
lloran, guardando un perturbador silencio.<br />
Cuando llega mi turno de hacer guardia me subo a una de las torres de vigilancia<br />
y oteo el horizonte: aunque menos, todavía siguen llegando. No sabemos cuanto tiempo<br />
estarán aquí antes de cansarse y marcharse a otro sitio en busca de alimento. Pueden<br />
pasar semanas, meses incluso. O puede que no ser marchen nunca, puede que esto sea el<br />
fin. Y a una parte de mí le reconforta ese pensamiento.<br />
Todavía en la torre, dejo de vigilar y permito que mi mente vuele a otra parte, a<br />
un lugar donde madre está viva, donde Greta está viva, donde nada de esto está teniendo<br />
lugar. Donde los hombres son hombres. Es un sueño bonito.<br />
Acaba mi turno. Bajo las escaleras y echo un vistazo a mi alrededor. Y tomo<br />
entonces una decisión.<br />
Me acerco con paso tranquilo a la entrada principal, cubierta por un par de los<br />
mejores hombres de mi padre. Saco el revolver que llevamos todos encima para<br />
volarnos la cabeza como último recurso ante los caminantes, y disparo dos veces. No<br />
necesito más. Padre me enseñó a no malgastar balas sin necesidad.<br />
Con rapidez, consciente de que mis disparos habrán alertado a todo el mundo en<br />
el rancho, procedo a destrabar la puerta y hago correr los grandes cerrojos que la<br />
mantienen cerrada.<br />
Tardan unos segundos, pero al fin las puertas se abren y ellos entran. Muy lentos<br />
al principio, más rápidamente después. Oigo gritos de sorpresa y terror detrás de mí,<br />
pero los ignoro.<br />
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