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Antologia Somos Leyenda – Athnecdotario - Ángel Villán

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EL HAMBRE<br />

Alberto Morán<br />

Cuando despertó, lo primero y único que sintió fue hambre: un hambre atroz,<br />

horrible, maníaca. No le dolió el fermento vitriólico en el que se había convertido la<br />

sangre en sus venas muertas, ni el agarrotamiento de unos músculos aún rígidos;<br />

tampoco recordó nada acerca de quién había sido en vida o cuál había sido la causa de<br />

su fallecimiento. Solo existía el ansia por devorar. Nada más.<br />

A su alrededor reinaba un silencio perfecto y absoluto. Si no podía cazar con el<br />

oído tendría que hacerlo con la vista, así que quiso abrir los ojos, pero comprobó que no<br />

podía. Lo intentó una vez más y sus párpados continuaron pegados el uno al otro, como<br />

sellados a fuego. Aquel desagradable contratiempo le importunó y sus pulmones<br />

enviaron una ráfaga de aire destinada a convertirse en gemido… pero su boca estaba<br />

cerrada.<br />

Libre del control de la voluntad o la mente, muertos ambos desde hacía tiempo,<br />

el hambre continuó aumentando, lanzando caóticas órdenes a cada centímetro de su<br />

cuerpo... pero cada vez que intentaba llevar a cabo hasta la más eximia acción, la<br />

quietud en la que se sentía flotar la frustraba: no pudo mover sus piernas ni sus brazos,<br />

tampoco la cabeza. Estaba inmóvil, como detenido en el tiempo.<br />

Atormentado por una voracidad que crecía cada segundo, continuó peleando<br />

contra aquella fuerza, fracasando una y otra vez. Una mente consciente hubiese<br />

claudicado, resignándose a vivir una eternidad con la única compañía del silencio, la<br />

soledad y el hambre. Pero la suya no.<br />

Quiso aullar. No pudo.<br />

***<br />

―Mírelo de este modo: en el siglo diecinueve aún se llevaban a cabo<br />

trepanaciones, ¿puede creerlo? Hace doscientos años estábamos curando migrañas con<br />

berbiquís. ¡Y la gente decía encontrarse mejor! La medicina avanza a pasos<br />

agigantados, señor Brown, y el desarrollo cada vez es mayor. Si los procedimientos de<br />

hace un siglo nos parecen de risa… ¿cómo cree que verán las generaciones futuras<br />

nuestros trasplantes, vacunas y medicinas? Por eso en nuestra empresa apostamos por el<br />

futuro.<br />

No terminaba de convencerle aquel individuo. En primer lugar, sonreía<br />

demasiado, lo que le ponía nervioso. También abría muchos los ojos y era obvio hasta<br />

extremos ridículos que se trataba de un gesto forzado… ¿por qué adoptaría esa<br />

expresión? Él mismo había leído toneladas de manuales de atención al cliente,<br />

estrategias de marketing, trato cara a cara, publicidad y ventas, pero en ninguno de ellos<br />

se animaba al lector a imitar al gato de Cheshire. Su perfume, sin embargo, le gustaba:<br />

olía a musgo y madera, como el que solía utilizar años atrás, antes de que su compañía<br />

despegase en bolsa gracias al hundimiento de sus competidoras durante la gran crisis de<br />

2008. Cuando sus acciones pasaron a valer dos dígitos, desechó aquel perfume y optó<br />

por otros más complejos, de firmas acordes a un hombre de su posición. Sin embargo,<br />

siempre recordaba aquel olor: le recordaba a tiempos más sencillos.<br />

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