5.5 Estética y orden como sinónimos de belleza. El caso de la ...

10º CONGRESO REDCOM
“Conectados, Hipersegmentados y Desinformados en la Era de la Globalización”
Salta 4, 5 y 6 de setiembre de 2008
UNIVERSIDAD CATOLICA DE SALTA
Facultad de Artes y Ciencias
ESTÉTICA Y ORDEN COMO SINÓNIMOS DE BELLEZA.
EL CASO DE LA CIUDAD DE SAN SALVADOR
Eje temático: 5. Prácticas y contenidos en el periodismo y la Comunicación
Mesa seleccionada: 5. 5 Arte y Comunicación
Título de la ponencia: Estética y orden como sinónimos de belleza. El caso de la ciudad de San
Salvador
Docente Expositor: Prof. María Agustina Romero E-mail: agusricci61@yahoo.com.ar
Cargo y Universidad de procedencia: Investigadora Universidad Nacional de Jujuy. Becario Doctoral
CONICET.
Resumen:
El presente trabajo intentará un recorrido por la estética de la ciudad de San Salvador de Jujuy
en el período 2007-2008, revisando para ello la idea de orden desde la cual se establece y responde
para su ornamentación. Existen decisiones y elecciones sobre la ciudad que claramente no son tomadas
por cualquier habitante, sino que, solo algunos contarán con un margen para accionar. Son ellos,
como sujetos pertenecientes a un sector hegemónico de la ciudad, quienes tendrán la tarea de decidir
qué elementos se escogerán para la ciudad, dónde y cómo se los ubicarán; inclusive, se decidirá cuál
será considerado el centro de la ciudad, entre los distintos y diversos centros que coexisten, no todos
serán el centro, solo uno cumplirá tal condición.
La ciudad encarna un prototipo a seguir, existe una idea preconcebida de cómo debería ser la
verdadera ciudad, qué elementos son indispensables e infaltables para llegar a ser moderna y urbana.
¿Qué sucede con esos elementos, esos modos de habitar, de vivir, de transitar la ciudad que
no se corresponden con el prototipo de ciudad moderna? A lo largo del trabajo se intentará responder
este interrogante que no es otra cosa que una revisión de aquellos elementos que quedan por afuera
del centro.
ESTÉTICA Y ORDEN COMO SINÓNIMOS DE BELLEZA.
EL CASO DE LA CIUDAD DE SAN SALVADOR
El presente trabajo intentará un recorrido por la estética de la ciudad de San Sal-
vador de Jujuy durante el período 2007-2008, revisando para ello la idea de orden desde
el cual se establece y responde para su ornamentación.
Existen decisiones y elecciones sobre la ciudad que no son tomadas por cual-
quier habitante, sino que, solo algunos contarán con un margen para accionar. Son
ellos, como sujetos pertenecientes a un sector hegemónico de la ciudad, quienes tendrán

la posibilidad de decidir qué elementos se escogerán para la ciudad, dónde y cómo se
los ubicarán; inclusive, y más relevante aún, se decidirá cuál será considerado el centro
de la ciudad, entre los distintos y diversos centros que coexisten, no todos serán el cen-
tro, solo uno cumplirá tal condición.
La ciudad encarna algún prototipo a seguir, existe, por parte de algunos sectores,
una idea preconcebida de cómo debería ser la verdadera ciudad, qué elementos son in-
dispensables e infaltables para llegar a ser verdaderamente urbana y moderna. Lo mo-
derno aparece como el objetivo que debe ser alcanzado: constituirse en una ciudad sin
retrasos, dinámica y actual. Idea que iría acompañada de ciertas características tangi-
bles con las que no cuenta actualmente la ciudad de San Salvador pero que está en un
proceso de alcanzarlo, ya sea un shopping, peatonal, revalorización y recuperación del
patrimonio, donde muchos elementos están pensados y construidos en función del turis-
ta.
En estas pocas líneas dijimos variadas cosas, posteriormente indagaremos lo que
ello significa y dónde además cabe preguntar: ¿qué sucede con los modos de habitar, de
vivir, de transitar la ciudad que no se corresponden con el prototipo de ciudad moder-
na?, ¿qué elementos conforman verdaderamente una ciudad?, en estos anhelos ¿no se
están descuidando o ignorando –aunque sea parcialmente- otras formas de vivir y de
construir una ciudad?
Intentaremos reflexionar sobre estos interrogantes y revisar aquellos elementos
que se incluyen en la ciudad, o deberían incluirse, y los que quedan por afuera de ella.
Se apunta a repensar aquellas prácticas y formas de habitar que responden a otro
orden. Un orden relacionado con trayectorias, costumbres y modos de hacer diferentes a
lo considerado estéticamente adecuado.
Para este recorrido proponemos revisar algunas nociones que tienen que ver con
la idea de orden, gusto, estética, y particularmente el caso de San Salvador de Jujuy y la
voz de algunos protagonistas.
La ciudad
Poder mirar y pensar la(s) ciudad(es) como objeto de análisis y reflexión, con-
duce necesariamente a definirla(s) y por lo tanto acordar a qué nos referiremos de ahora
en más.
La Real Academia Española define la ciudad, entre otras acepciones, como lo
urbano, y por ende opuesto a lo rural. Entre las diversas significaciones que podemos

hallar, encontramos también que las ciudades se caracterizan por aglutinar a muchas
personas cuyas ocupaciones, mayoritariamente, se desarrollan en el ámbito de la indus-
tria y los servicios 1 .
Una ciudad se caracteriza por tener grandes vías de acceso, amplias avenidas y
calles anchas, altos edificios y rascacielos, extensas áreas comerciales, hospitales, cole-
gios y universidades, fábricas y cuantiosos edificios públicos destinados a la adminis-
tración.
La densidad demográfica de una ciudad es alta y esto es cierto en San Salvador
en relación con otras áreas del interior de la provincia.
Otra particularidad de la(s) ciudad(es) es que el centro suele ser la parte más
vieja y por eso se llama casco antiguo o histórico en muchos lugares. Donde, además,
suele darse una concentración comercial, bares y restaurantes, museos, edificios públi-
cos, entre otros.
José Luis Romero, haciendo alusión al período fundacional de las ciudades y
pueblos más relevantes de América Latina, observa un patrón común en la fisonomía de
gran parte de ellos: “un trazado en damero con una plaza en el centro, alrededor de la
cual se ordenaban la iglesia, el convento, el cementerio, los talleres, la cárcel y el cabil-
do” (2001:56).
Ese “damero” al que refiere Romero se conserva aún hoy en la mayor parte de
las ciudades de América Latina, inclusive en Jujuy. Alrededor de la plaza Belgrano po-
demos encontrar la Iglesia, el Cabildo y la Casa de Gobierno. Y esta lógica es repetitiva
en la mayoría de las ciudades de nuestro país. Muchos de estos centros son recuperados
como cascos históricos alrededor de los cuales se generan diversas actividades, gene-
ralmente orientadas al turismo.
Este fenómeno se ha dado en otras ciudades, pudiendo citar el caso de Salta o
Córdoba y existe una demanda, por algunos sectores de la ciudad, de imitar esa recupe-
ración.
De un tiempo a esta parte, en las grandes ciudades, se está empezando a dar un
fenómeno espacial que impide que los límites de la ciudad se vean claros: la rururbani-
zación. Este fenómeno refiere a la extensión cada vez mayor de la ciudad (por diversas
causas, una de la más clara es el crecimiento poblacional) y por ende comienza a ex-
1 Definiciones encontradas en el Diccionario Encarta, ver Microsoft ® Encarta ® 2006. © 1993-2005
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pandirse. Cuando ya no puede desarrollarse hacia arriba la dirección a seguir es horizon-
tal, y así la ciudad invade el campo que la rodea y el mundo rural se urbaniza. Los habi-
tantes de la ciudad se van a vivir al campo en busca de una mayor calidad de vida, aun-
que vuelven a la ciudad para trabajar todos los días: estos desplazamientos diarios por
motivos laborales son llamados movimientos pendulares.
Las características antes mencionadas las podemos ver con suficiente claridad si
pensamos en grandes ciudades, pero el fenómeno no se repite con tanta nitidez al pensar
en San Salvador de Jujuy, donde los límites entre el campo y la ciudad aparecen más
visibles.
Podemos mencionar otras especificidades que son propias y características de
San Salvador de Jujuy y que lejos están de contar con los rasgos antes mencionados. Lo
que la hace particular es el anhelo de llegar a serlo y de tomar como modelo otros pun-
tos del país. Pareciera apuntar a una estética que sea legítima. La cuestión del gusto, la
belleza, lo estéticamente aceptable no aparece desligada de intereses, pues sabemos que
existen diversas estéticas y que lo bello no es único. Pero también sabemos que ante las
diversas y complejas formas posibles que pueda encarnar la belleza, siempre hay una
que se impone sobre el resto, es lo que aquí llamaremos una estética legítima.
El Tercer Mundo desde adentro se sabe atrasado respecto a los primeros. (…)
Querer ser como el primero, imitarlo o simularlo, es apenas una obviedad que continua-
mente se repite en formas y discursos. … como testimoniando que a pesar de todo sí exis-
te y que ´puede ser` incluso como un sujeto primero (Silva, 2000: 118-119).
Armando Silva, a nivel macro, se refiere a las posibles tensiones entre el primer
y tercer mundo. Como actores que entran en un juego de imitación y de legitimación de
uno sobre otro. Donde el tercero se representa a partir del primero y ese primero apare-
cería, dentro de las representaciones, como un modelo a seguir.
En una instancia micro, al interior de Argentina, es iluminador pensar en una po-
sible analogía. Donde San Salvador aparece mirando, imitando y con el deseo de dupli-
car una estructura y planificación de los centros urbanos. En el intento y la aspiración de
llegar a ser como un sujeto primero.
Una ciudad es tal por sus construcciones, edificaciones y amplias avenidas, pero
por sobre todo se constituye como ciudad por el modo en que se la vive, transita y
construye a partir de lo relacional y simbólico:
…las calles concebidas como arterias de circulación (vehicular) fluida; las vere-
das como ámbitos privilegiados de confluencia de mujeres y varones de distintas clases

sociales; un cierto diseño de parques y verdes urbanos; un centro de identidad mutante y
una periferia en expansión (Caldeira, 2006).
En este sentido, Teresa Caldeira afirma que una ciudad es una experiencia colec-
tiva, un lugar de encuentros donde negociar y discernir. Aunque realiza la salvedad que
gran parte de las ciudades actuales han perdido la capacidad de convocatoria y que están
expuestas a una constante transformación y circulación. Por lo que concluimos que los
elementos que forman parte de una ciudad y todo lo que la define no es estable y que
siempre existe una apertura a diversos modos de urbanidad (Caldeira, 2006).
En el marco de lo que es y no es una ciudad, de lo que debe tener y lo que no, no
hay que dejar de lado otros elementos conformativos de una ciudad que se relacionan
con las distintas significaciones que puede encarnar para sus habitantes:
Sostengo que la construcción de la imagen de la ciudad en su nivel superior,
aquel en el cual se hace por segmentación y cortes imaginarios de sus moradores, o sea,
la ciudad subjetiva, conduce a un encuentro de especial afecto con la ciudad: ciudad vi-
vida, interiorizada y proyectada por grupos sociales que la habitan y que en sus relacio-
nes de uso con la urbe no sólo la recorren, sino la interfieren dialógicamente, reconstru-
yéndola como imagen urbana. De este modo la ciudad puede proyectarse como un cuer-
po humano, con sexo, corazón, miembros, pero también con sentidos: huele, sabe, mira,
oye y se hace oír (Silva, 2000:317).
Una ciudad trasciende lo tangible, una ciudad refiere a vivencias, significaciones
y sentidos que vamos otorgando como habitantes. No existe una única ciudad, podemos
decir que la ciudad es el encuentro de múltiples ciudades, con variados centros, donde
confluyen las más diversas experiencias y por lo tanto es el encuentro de subjetividades
que lejos están de ser homogéneas y coincidentes.
Para Silva (2000:318) una ciudad está conformada por varios espacios: un espa-
cio geográfico, afectado por lo construido y por el paisaje; espacio histórico; espacio
háptico, refiere a la relación entre el cuerpo de la ciudad y el cuerpo humano; y un espa-
cio imaginario, que tiene que ver con el campo de los deseos, las utopías.
Este último, el espacio imaginario, merece especial atención, porque refiere a las
representaciones que giran en torno de diferentes referentes culturales que conviven en
un mismo espacio físico.
La posibilidad de ser la ciudad el encuentro de las más complejas miradas e in-
terpretaciones es posible porque se trata de un ámbito público y compartido.

A ello refiere también el urbanista español, Roberto Goycoolea Prado (2007),
cuando asevera que la ciudad es pública y que es de todos. Y que además, debe ser con-
cebida como un bien social, donde las decisiones que sobre ella se tomen no pueden
restringirse al reducido ámbito estatal. Está convencido que debe haber un compromiso
y una intervención por parte de los ciudadanos que la habitan y dejar de ser vista como
un bien económico.
En este sentido el actual intendente de la ciudad de San Salvador, arquitecto Ra-
úl Jorge, en una entrevista mantenida el pasado 26 de mayo 2 hizo explicita su voluntad
de convocar a los vecinos para que formen parte de las decisiones y soluciones a los
problemas que urgen en la ciudad capitalina. Lo que no explicitó es la viabilidad de tal
convocatoria, ya que nuestra ciudad no cuenta con los mecanismos para realizar consul-
tas masivas.
Por último, decimos que una ciudad se torna relevante no solo por lo que sobre
ella se edifica, sino, y por sobre todo, por los sentidos que se van conformando en fun-
ción a ella. Una ciudad es la posibilidad de vivenciar el sentido de pertenencia, de cons-
truir identidades y conformar vínculos.
La urbanidad
En el intento por definir qué es una ciudad, algunas de las posibles acepciones
plantean la idea que ciudad es sinónimo de urbanidad, así se ubica en contraposición a
lo rural. Por ello decimos que la ciudad está íntimamente relacionada con lo urbano-
moderno.
En este sentido lo urbano aparece como una cualidad que debe ser alcanzada y
que no se restringe al espacio físico, sino que en esa transformación, en ese traspaso a lo
urbano subyace la idea de un hombre moderno y por ende, también urbano.
La ciudad se define por sus caracteres físicos pero también por el modo en que
se vive ese espacio. En el anhelo de lograr una ciudad con determinadas cualidades
también se trasluce el deseo de la transformación hacia un modo de vivir moderno-
urbano. Para Joseph la urbanidad sería entonces “(…) la ciudad antes de la ciudad, por
encima de la ciudad, la ciudad superior y el paradigma de la ciudad” (1988: 28). De este
modo la urbanidad refiere a un estadio previo a las transformaciones arquitectónicas y
edilicias, es una encarnación en los sujetos anterior a la ciudad misma.
2 Entrevista realizada por Hugo Cosentini al actual Intendente de la ciudad de San Salvador de Jujuy, Arq.
Raúl Jorge, el 26 de mayo de 2008 en el programa radio-televisivo Sobremesa emitido por Canal 2.

Para Joseph, al igual que Silva, la urbanidad es una condición que antecede a la
ciudad. Silva asegura que lo urbano, es el sentido que le damos las personas a lo urba-
no, es una vivencia, una forma de vivir y transitar la ciudad, es la significación urbana
que le damos a nuestros actos. En suma, “comprender lo urbano de una ciudad pasa, por
decirlo de este modo, por el entendimiento de ciertos sentidos de urbanización” (Silva,
2000:119). Urbanidad y modernidad nos remiten al campo de las significaciones que
asignamos los individuos en el hacer cotidiano, es comprender la ciudad como una
construcción simbólica.
El campo de significaciones en el que nos movemos y a partir del cual asigna-
mos sentidos está dado por la experiencia del espacio: “Nuestro sentimiento del espacio
resulta de la síntesis de distintos espacios, de orden visual, auditivo, kinésico, olfativo y
térmico” (Silva, 2000:119). Y que esa posible síntesis es el resultado de distintos modos
de aprender y hacer, y por lo tanto que varían de un grupo a otro.
Nos encontraremos con una amplitud de modos al momento de codificar y de-
codificar los sentidos de urbanidad que coexisten en una misma ciudad. De ahí que al-
gunos, y solo algunos, intentarán hacer predominar un sentido de urbanidad, aquel que
se considera correcto y legítimo para San Salvador de Jujuy. García Vargas afirma que
“…el espacio y la modernidad se gestionan dentro de proyectos que los enlazan con
una tradición histórica otorgadora de derechos para algunos habitantes y no otros”
(2004:123) 3 . Esa tradición desigual de derechos aún tiene vigencia en nuestra ciudad,
donde existen distintas demandas para el ordenamiento y ornamentación de la ciudad,
pero no todas las voces serán oídas, siempre habrá una que primará sobre el resto. En-
tonces podemos hablar de miradas e interpretaciones que están en una constante disputa.
Desde la voz oficial existe una decisión fuerte por recuperar el sentido de urba-
nidad. Y cuando se habla de recuperar, se da por sentado que ese sentido alguna vez
existió:
Pensar que estas edificaciones (casa de gobierno, el cabildo) vuelvan a tener
sentido comunitario, sería devolverle urbanidad a una ciudad que la ha perdido a lo lar-
go del tiempo. Tan diferente es San Salvador de otras ciudades del NOA. En San Salva-
dor donde el centro comercial se ha desplazado hacia una calle, a la calle Belgrano, y
por este tipo de usos, administrativo, por las tardes se mueve. La calle Belgrano paso a
ser una sucursal de electrodomésticos, y que por lo tanto no convoca. Hay que dar un
sentido de urbanidad. Hay que pensar en un centro cívico, cultural y comercial, para que
3 El período trabajado por la autora corresponde desde 1943 a 1945, en la prensa local de Jujuy.

muchos puedan hacer sus actividades sin depender del centro. Plantear también la ciu-
dad judicial. Hoy tenemos que pensar la ciudad para el futuro (Jorge, 2008).
Se plantea un solo sentido de urbanidad, en singular, y relacionada con la idea
de orden, como sinónimo de este último. La noción de orden es recurrente en el discurso
oficial, antes y después de la asunción del actual intendente de la ciudad. Pero también
es recurrente en otros discursos y otros actores sociales. Cuando se habla del orden se
está diciendo que ordenar implica dar belleza a la ciudad, pero por sobre todo ordenar
significa acercarse a lo moderno y urbano.
¿Qué se entiende por estética y buen gusto?
La cuestión del gusto y lo estéticamente aceptable nos llevaría algo más de un
ensayo para dejar el tema aunque más no sea abierto. Aquí solo se pretende una breve
mención en relación a la estética de la ciudad.
Cuando se habla del gusto o de la estética, por lo general se acompaña de un ca-
lificativo: bueno o malo. Pareciera ser que no todos contamos con el “don” del buen
gusto. Entonces, ¿qué es el buen gusto?, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de buen
gusto?
Para Moralejo (1997:141) el buen gusto, históricamente expresó un ideal de
formación social, entonces estaba directamente relacionado con los procesos de sociali-
zación adquiridos a lo largo de la vida. No se trataba de otra cosa que el aprendizaje del
buen gusto, y de la transmisión y retransmisión de lo exquisito. Se trata entonces de
(…) esa capacidad de juzgar [que] contiene una determinada forma de conocer,
pues el buen gusto consiste en colocarse en un punto de vista que equidiste de las prefe-
rencias y conveniencias propias, y que, por lo tanto, se abra a los demás.
(…) el gusto es algo que se tiene o no se tiene; no puede ser demostrado ni imita-
do, si no se lo posee. Pero no por eso se reduce a una cualidad privada, pues aspira a ser
buen gusto, es decir, tiene una pretensión de validez general. Quien lo posee, ejerce el
buen gusto con plena seguridad y con total independencia; acepta o rechaza sin esperar
la opinión de los demás, sin vacilar y sin dar ni pedir razones (Moralejo, 1997:141).
La cuestión del gusto, y la convergencia de diferentes gustos (en plural), implica
un determinado ordenamiento significativo de la percepción. Se relaciona con modos
desiguales de ver, oír, tocar, sentir dando lugar a una forma particular de comprender.
El gusto se trata de un campo directamente relacionado con la subjetividad del
ser humano, pero a su vez, también está en estrecha relación con el ámbito de lo apren-

dido. Por ello decimos que los objetos y símbolos son agradables o no por el valor sim-
bólico que le otorgamos.
Construimos un sentido de realidad a partir de los símbolos que conforman
nuestro mundo, pero principalmente por el sentido que le asignamos a esos símbolos.
Dentro de estos sentidos se encuentra el gusto y lo que consideramos estéticamente co-
rrecto. No solo conformamos nuestro mundo a partir de ellos (sentidos) sino que ade-
más nos permiten dar valor, clasificar y ordenar lo que nos rodea.
De esta manera podemos decir que nuestro marco de referencia para poder mo-
vernos y actuar cotidianamente está dado por la conformación de un sistema de símbo-
los a los cuales les asignamos un determinado sentido. Pero ese sistema de símbolos no
es compartido por toda la sociedad. Existen distintos grupos sociales que se relacionan a
partir de la conflictividad por imponer la legitimación de un sistema de sentido.
Así, existen algunos modelos estéticos que predominan sobre otros, que se im-
ponen y se presentan como legítimos. Y ello es fundamental para mantener la cohesión
social
Los símbolos son los instrumentos por excelencia de la ´integración social`: en
cuanto instrumentos de conocimiento y comunicación, hacen posible el consenso sobre el
sentido del mundo social, que contribuye fundamentalmente a la reproducción del orden
social: la integración ´lógica` es la condición de la integración ´moral` (Bourdieu,
2003:67-68).
Dice Bourdieu (2003:69) para ello que las distintas clases se encuentran en una
lucha simbólica por imponer su propia definición del mundo que no responde a otra
cosa que a los propios intereses. Las clases dominantes tienden a imponer la legitimidad
de su dominación e imposición. Donde el gusto de una determinada clase se impone
sobre las otras, y de ese modo solo existirá un buen gusto, será aquel que se presente
como genuino y ordenador.
Encontramos un punto de encuentro entre Bourdieu y Silva (2000:109), quien
se refiere a la estética como superadora de lo artístico, que se encuadra en la esfera de lo
subjetivo y que es definitoria al momento de ordenar nuestro mundo.
Para el caso de San Salvador de Jujuy se torna útil un análisis que intente vis-
lumbrar desde qué idea de estética se está pensando la ciudad. La posibilidad de sospe-
char que existe un prototipo de ciudad ideal, bella, moderna y urbana que predomina e
intenta imponerse sobre otros potenciales modelos. Pero no todos los recelos caducan
en esta instancia, lo que importa es dar cuenta de esta sospecha inicial, pero entreviendo

que esa ciudad ideal que se ambiciona no se encuentra próxima sino que la podemos
encontrar afuera. La medida del buen gusto se encuentra lejana, mirando los grandes
centros urbanos e imitando.
Se sugiere que a San Salvador le falta urbanidad, que se encuentra en desventaja
respecto de otras ciudades, que necesita orden y progreso. Pero por sobre todo, la de-
manda concreta es recurrente: orden.
Dice el intendente de San Salvador en relación a la configuración y ocupación
actual de la ciudad:
En este momento, cualquiera se instala donde quiere, nos hace daño eso. No a la
imagen de la ciudad, eso es una parte. Nos hace mal porque no puede entrar una auto-
bomba en determinadas vías que han sido ya tomadas por los vendedores. No se puede
circular, no puede pasar un discapacitado… hay un abuso en la utilización de algunas
vías. La gente no se puede instalar donde quiere, sino donde se pueda y donde se deba. Y
este es el principio que queremos recuperar. Y para ello nos parece importante que los
vecinos puedan participar en un ejercicio (Jorge, 2008).
Cuando el arquitecto Jorge habla de los vendedores, refiere a los vendedores
ambulantes de la ciudad. Sabemos que la venta callejera, ambulante y las ferias son en
nuestra provincia, y gran parte de América Latina, muy comunes y se desarrollan desde
tiempos inmemorables. Desde el punto de vista económico es una práctica comercial
que posibilita la subsistencia de muchas familias jujeñas que no pueden desempeñarse
en el marco de la economía formal.
Lo que se evidencia es la necesidad de poner orden a este “abuso en la utiliza-
ción” de ciertos espacios por sujetos que evidentemente no forman parte de lo moderno
según una mirada oficial. Este tipo de prácticas, como la venta callejera o ambulante, no
están contempladas en el ideal de ciudad moderna y urbana, o por lo menos no en la
vidriera de lo que debe ser mostrado. Como así tampoco la falta de limpieza forma parte
de este prototipo, por ello urge limpiar y ordenar.
García Vargas en un análisis acerca de la prensa local de San Salvador de Jujuy
de los años 1943, 1944 y 1945 da cuenta de la visión predominante acerca de cómo de-
bía ser la ornamentación, el ordenamiento y la ubicación en la ciudad:
La ´gente astrosa` ha de ser radiada de la ciudad, al menos de la zona céntrica,
ya que al quedar fuera de la mirada la sensación de orden puede ser restituida.
(…)

En definitiva, los diarios de 1943, 1944 y 1945 dicen que San Salvador de Jujuy
es una ciudad, que en ella hace falta espacio y modernidad, y también que es necesario
recordar el pasado (García Vargas, 2004: 139).
Es interesante la cuestión del desplazamiento hacia las afueras del centro, supo-
ne que ese movimiento daría la impresión de ordenamiento, pero se trata solo de una
impresión o sensación, no se habla de un ordenamiento radical sino simplemente mo-
ver, correr fuera del alcance de la vista y está más vinculado con ocultar que con trans-
formar.
Por otra parte, es válido actualizar los datos de García Vargas, puesto que pasa-
do algo más de medio siglo, el discurso actual parecería tomar por préstamo aquello que
sostenía la prensa local en la década del ´40. Referimos no solo a la idea de desplazar
aquello que no se adecua a un determinado prototipo de urbe, sino también la demanda
de una ciudad moderna como las otras. ¿Cuáles otras? Aquellas que han recuperado
parte de su historia convirtiéndola en patrimonial, que disponen de un sinnúmero de
opciones de entretenimiento y esparcimiento (sobre todo para el turista), donde sus arte-
rias de circulación son fluidas y amplias, en fin, todos aquellos elementos que debieran
estar en una ciudad moderna, que no solo se trata de la incorporación de elementos más
dinámicos y novedosos para la ciudad, sino que simultáneamente se aspira a la restaura-
ción y reciclaje de lo histórico- antiguo, eso que hace que una ciudad sea más atrayente.
El caso de San Salvador de Jujuy, ¿hacia dónde se mira?
Para dar cuenta del caso de San Salvador, consideramos propicio una mirada que
se remonte en la historia acerca de lo que fue sucediendo en Latinoamérica en la con-
formación de las ciudades, y cómo eran vistas esas ciudades por el extranjero:
Desde las ciudades, y como abroquelados en un reducto de civilización, observa-
ron con cierta sorpresa un mundo que no les resultó totalmente ajeno. Era una especie de
Europa, quizá más primitiva, pero que ostentaba un exotismo moderado, curioso y al
mismo tiempo tolerable.
(…)
Sin duda era curioso para el extranjero el espectáculo de estas ciudades que,
cualesquiera fueran sus rasgos, funcionaban como las ciudades de su país de origen
(Romero, 2001:217-218).
Durante el siglo XIX el extranjero europeo vivía las grandes ciudades de Améri-
ca Latina como una imitación de sus lugares de origen. América Latina no presentaba
rasgos de extrañeza, el europeo se sentía como “en casa”. En esa época de demanda de

orden y de belleza, sin lugar a dudas se estaban mirando los grandes centros europeos,
las cuales eran consideradas el modelo a seguir.
Esta idea presente a lo largo del siglo XIX y XX por los sectores dominantes de
las oligarquías puede bien actualizarse en una dimensión más reducida a nuestros días.
Con ello decimos que históricamente han existido modelos dominantes, y así como en
la etapa de constitución y conformación de los grandes aglomerados urbanos se imita-
ban modelos y prototipos de ciudades, hoy podemos observar idéntico fenómeno.
San Salvador está transitando un momento crucial, se trata de la asunción del
nuevo gobierno municipal, cuyo intendente ha propuesto un plan de mejoramiento y
ordenamiento de la ciudad. Ese plan también está sostenido en una mirada externa, que
tiene que ver con los modelos de otras urbes consideradas desarrolladas y por ende ha
de ser imitado. Es interesante la revisión de los modelos prefabricados que provienen de
afuera, lejanos, que se intentan sostener sin considerar, o por lo menos mencionar, las
prácticas, costumbres y tradiciones propias del lugar. ¿Dónde quedan las consideracio-
nes acerca de otros modos de habitar, comercializar y ocupar el espacio de una ciudad?
Pues lo que se terminó produciendo en las grandes ciudades del siglo XIX y XX
fue un híbrido, la arquitectura era claramente colonial pero las sociedades que habitan
esa conformación eran criollas:
Todo se imitó: desde los modelos arquitectónicos hasta la costumbre de tomar té.
Y sin embargo, las formas de la convivencia fueron predominantemente acriolladas du-
rante este largo medio siglo que siguió a la Independencia (Romero, 2001: 226).
Quizás, en la actualidad, se apunte a generar espacios universales, donde sus ló-
gicas de funcionamiento sean repetitivas y así lograr que cualquiera que conozca los
mecanismos de una ciudad prototipo pueda moverse familiarmente en cualquier lugar
que esté. ¿Estamos siendo testigos de la conformación global de ciudades? ¿Conforma-
ción de espacio premoldeados, lugares que están en todas partes y que en cualquier lu-
gar del mundo que cumpla con estas características nos sentiremos como en casa? ¿To-
do ello en nombre del progreso y de dejar de ser un espacio estanco? Dice Romero
(2001:283): “(…) [el] paso que se daba de una forma de vida arraigada y tradicional a
otra que consistía, al fin de cuentas, en un conjunto de recetas y fórmulas exteriores para
modificar la apariencia de los usos y las costumbres”. Ello está dicho para otro contexto
espacial y temporal, pero que en definitiva tiene una relación muy estrecha con la imita-
ción de modelos cerrados. Pero se podría preguntar ¿Por qué?, ¿cuál era y cuál es la
necesitad de copiar “recetas” ajenas? Para el contexto del que nos habla Romero, la ex-

plicación o respuesta sería la filosofía positivista que subyacía a los distintos proyectos
del momento, pero por sobre todo porque se pensaba que a partir de la incorporación de
estos modelos se alcanzaría un progreso económico y material.
Buena parte de los moradores de San Salvador ansían conquistar ese progreso
postergado, y ello radica en avanzar hacia una ciudad moderna, urbana, ordenada y lim-
pia que traerá consigo bienestar social, pero por sobre todo económico, por supuesto
que no para todos.
“Belleza alienada”
Si actualizamos la idea de imitación que subsistió durante mucho tiempo miran-
do a los países de los colonizadores, concretamente mirando a Europa, podemos decir
que la dicotomía Latinoamérica-Europa que perduró durante el período fundacional de
las grandes ciudades Latinoamericanas, hoy se reemplaza por el binomio: primer mun-
do-tercer mundo, o lo que es equivalente, países subdesarrollados mirando a los des-
arrollados, ciudades modernas y ciudades en vías de desarrollo hacia la modernidad. A
nivel micro, esta misma relación se repite, San Salvador mirando centros urbanos más
desarrollados en el interior del país. Así tomamos por préstamo la propuesta de Arman-
do Silva cuando refiere a la idea de belleza alienada que
(...) se produce en varias instancias, pero en particular me refiero a ese nivel en
el cual el Tercer Mundo actúa bajo el simulacro del primero, reemplazándolo sin propie-
dad de tal manera que su forma elaborada es más bien el testimonio de la forma del otro
(2000:115).
La belleza alienada es una categoría que se puede complementar con la noción
de legitimidad estética, donde “el Tercer Mundo desde adentro se sabe atrasado respecto
de los primeros” (Silva, 2000:117). Es la belleza alienada que se presenta como legíti-
ma, válida y por lo tanto se impone sobre otras formas posibles de estética. Esa legiti-
midad se impone desde afuera, aunque de manera simultánea parece ser apropiada por
los mismos moradores del “tercer mundo”. Con ello decimos que fundamentalmente
existe un posicionamiento en el marco de un orden jerárquico, dónde algunos se ubican
en la sección más ponderada.
En este juego dicotómico de centro-periferia, ciudades como Buenos Aires,
Córdoba, Rosario, Tucumán, Salta aparecerían en un polo, en tanto que San Salvador de
Jujuy en el otro. El ejercicio de querer acceder a ciertas condiciones de habitabilidad,
distribución y progreso, Jujuy se presenta como atrasada respecto a los otros grandes

centros urbanos, y en ese intento de aproximación a modelos otros se está legitimando
un modelo de belleza que para el caso de Jujuy es una belleza alienada, que, de acuerdo
a Romero esa desigualdad forma parte del saber consciente de los moradores.
Querer ser como el primero, imitarlo o simularlo, es apenas una obviedad que
continuamente se repite en formas y discursos.
(…) como testimoniando que a pesar de todo sí existe y que ´puede ser` incluso
como un sujeto primero (Silva, 2000:118).
La idea de imitación no se constituye en el plano de lo novedoso –para Silva es
evidente que todo aquello que se presente como mejor que otra cosa tenderá a ser de-
seado y en última instancia imitado- y tampoco queda acotado a lo material. Existe una
apropiación/reproducción de lo otro ajeno, lejano y que se configura primeramente en el
plano de lo discursivo. La discursividad, la verbalización del deseo precede a la acción,
incluso en muchas ocasiones no trasciende el plano mismo de lo discursivo.
Este fenómeno parece evidenciarse en San Salvador de Jujuy, cuando nos retro-
traemos a las representaciones circulantes en torno a la ciudad correspondiente al pe-
ríodo trabajado por García Vargas (1943, 1944 y 1945). Se confirma una continuidad
en el plano de lo dicho, del deseo, pero que evidentemente no ha podido superar esa
instancia. Como ya lo habíamos observado, la prensa local jujeña de los ´40, indica la
necesidad de modernizar la ciudad, y que uno de los elementos para obtener la moder-
nidad citadina es a través del orden. El orden se torna elemental, aparece como el meo-
llo de la cuestión. Sesenta años después nos volvemos a encontrar con la necesidad im-
periosa de recuperar el orden. Por lo que se puede sospechar que de aquel tiempo a esta
parte lo único que tuvo continuidad es el deseo de un orden que en términos prácticos y
materiales nunca llegó a concretarse.
La interpretación explícita de los periódicos en cuanto a la actualidad de la urbe
es disfórica, y las notas relativas a la modernidad se relacionan con una pérdida intensa.
La pérdida tiene que ver con la falta de estilo, de orden (García Vargas, 2004: 127).
Quedan así demostradas las carencias y peticiones hasta allí consideradas, aun-
que ese discurso parece no haber perdido vigencia.
Orden
Decimos que detrás de la idea de orden se están eclipsando otras nociones de
gran complejidad pero que quedarían de algún modo sintetizadas baja esta idea.

Es imprescindible desmenuzar la cuestión del orden y así poder dar cuenta de
qué cosas se están diciendo realmente cuando se dice que una ciudad que no está orde-
nada de un determinado modo jamás llegará a un estadio de modernidad y urbanidad, y
por ende no se desarrollará y crecerá económicamente, o por lo menos no lo suficiente.
Existen, a nuestro entender, tres momentos diferenciados en los que se anheló la
llegada del orden. En ese afán de búsqueda del orden se estaban mirando lugares dife-
rentes, y ello es lo que posibilita esta diferenciación. La idea de belleza y buen gusto, no
son estáticas, se transforman con el paso del tiempo y con los distintos modelos que se
van imponiendo y predominando. Por ello referimos a los momentos que a continuación
se detallan.
Una primera aproximación a la idea de orden, es la que pudimos detectar en las
etapas inaugurales de conformación de las ciudades modernas de Latinoamérica. Aque-
lla que queda definida por contraposición a prototipos ajenos y lejanos. En este sentido,
diremos que ordenar significa mirar más allá del Atlántico. Esta etapa reseña el período
en que los inmigrantes, sobre todo europeos, que visitaban Buenos Aires se sentían co-
mo en casa. La disposición espacial, ornamentación y construcción se configuraba de-
ntro de un contexto europeo. Así el extranjero que visita Buenos Aires experimentaba
familiaridad en esa disposición. Aquí el orden funcionó como sinónimo de belleza y
buen gusto, y esa combinación pudo ser encontrada en las grandes ciudades europeas.
En un segundo momento, más próximo a la actualidad, la mirada se amplía y no
se restringe a un país o continente, sino que la mirada se reorienta a los grandes centros
metropolitanos (Nueva York, París, San Pablo, entre otros) y no solo a Europa como en
tiempos anteriores. Se pone especial atención a las grandes metrópolis, a las grandes
capitales del mundo. Estos espacios son considerados modernos, contemporáneos y ur-
banos. Y ese es el modelo a seguir. Las metrópolis encarnan el nuevo prototipo.
Por último, podemos observar qué sucede a nivel micro y no ya a escala mun-
dial. En el interior de Argentina, San Salvador no está contemplando las grandes urbes
mundiales, no está mirando Nueva York o París, sino que su visión se direcciona a otras
ciudades dentro del mismo país. Algunos ciudadanos jujeños quieren orden y ese orden
aparece como intercambiable por urbanidad y progreso.
Así, damos cuenta del manejo prominente de un orden y solo uno, que puede va-
riar de acuerdo al momento histórico al que hagamos referencia. Pero en definitiva solo
referimos a uno. A ello subyace la idea que dar orden a algo implica poner las cosas en
su lugar, dando por sentado que las cosas, objetos y prácticas tienen un único lugar para

ser ubicados. Por lo tanto se refiere a un mandato que se debe observar, obedecer y eje-
cutar.
Cuando de la ciudad capitalina se trata y de su ordenamiento, se está pensando
en un único camino a seguir, no hay espacio para la discusión de otras opciones. Con
ello pareciera que solo existe una alternativa ante el caos, como si se tratará de volver
los objetos, edificaciones y ornamentaciones a su estado natural. Cuando se presenta
una única vía para lograr lo deseado, el orden se equipará a un estadío y desarrollo natu-
ral de la cuestión, que dicho sea, lejos está de responder a una condición de naturalidad.
Palabras de cierre
Ante la pregunta, ¿qué le falta a Jujuy? la respuesta se torna evidente: orden y
urbanidad. Desde las distintas miradas (prensa local, vecinos, el intendente, entre otros)
se alude sin lugar a dudas a la falta de orden. De ese modo se está dando por sobreen-
tendido que la idea de orden aparece como sinónimo de belleza. Se presenta con clari-
dad la coincidencia acerca del orden, pero ¿qué implica ese orden ausente?, ¿se puede
referenciar con algún elemento concreto?, cuando se habla de orden ¿se está pensando
en determinados tipos de accesorios para que una ciudad llegue a ser moderna y urbana?
Intentando una aproximación a los últimos interrogantes, se hace alusión a com-
pletar y reorganizar el espacio público. Pensemos por ejemplo en los centros comercia-
les (shopping) que aparecen como estandarte de la ciudad moderna, al igual que los lu-
gares de comida rápida, las anchas avenidas, y los elevados edificios.
Los centros comerciales ocupan un lugar importante dentro de la cultura urbana
moderna, son los espacios por excelencia de la urbanidad. Y lo más relevante aún es que
“evidencia su condición de lugares creados desde el poder y no por la gente” (Silva,
2000:274). Ello reconfirma la sospecha de quiénes son los encargados de decidir qué
elementos van a formar parte de la ciudad y quiénes no.
En Jujuy no hay centros comerciales, al estilo de los shoppings (se está edifican-
do uno, pero aún no está habilitado), por ello cabe preguntarse si la no existencia del
shopping hace de la ciudad un espacio menos urbano y por ende menos moderno.
Es válido, en la actualidad, visualizar en San Salvador de Jujuy “la mezcla esti-
lística y la caotización de un orden visual, a su vez coherente y excluyente” (Silva,
2000:275). La mezcla tiene que ver con determinados espacios que son proyectados y

habitados por distintos sectores sociales de la ciudad. La mezcla caótica 4 no refleja más
que la convivencia de sujetos diversos, con distintos referentes culturales, tradiciones,
costumbres y que no hacen más que evidenciar la confluencia de modelos estéticos con
raíces dispares. Encontramos desde la venta callejera, la feria, hasta la construcción de
un centro comercial. Lo que se pone en juego son en última instancia patrones sociales
de belleza.
Finalmente los que deciden acerca de la ornamentación y construcción de una
ciudad pertenecen a un sector legitimado, ya sea por su paso por la academia, o porque
ocupan estratos de poder en el Estado.
De acuerdo a lo planteado es apreciable pensar quiénes construyen y habitan los
distintos espacios de la ciudad. En este sentido hay que considerar otro aspecto más de
la ciudad: su centro. Anteriormente habíamos hecho referencia a la coexistencia de múl-
tiples centros en una misma ciudad, pero habrá uno que será referenciado como el ver-
dadero centro.
Para el Intendente de la ciudad, existen espacios con una fuerte carga histórica y
por lo tanto forman parte de la tradición en el imaginario de los jujeños, tal es el caso de
la Plaza o de calle Belgrano. Estos lugares, dice el intendente, ya no convocan.
Cuando hacemos referencia a la convocatoria es necesario aclarar a que nos es-
tamos refiriendo. Porque sí se puede ver, para el caso de la Plaza Belgrano como centro
del damero del que nos hablaba Romero, que es el epicentro por excelencia de las más
diversas y complejas protestas sociales. Pero acá referimos a la convocatoria que puede
tener la Plaza en el sentido de lugar de esparcimiento y convocatoria para el disfrute.
Si la calle Belgrano y la Plaza central ya no convocan, porque se presentan como
lugares de paso, la gente busca otros espacios. Y no se trata solo de la ausencia de un
lugar que convoque con cualquier característica, sino un espacio con orden. La plaza
aparece como el lugar de confluencia de las protestas pero se trata de una protesta que
se asimila con el desorden.
Lo que se puede constatar es la necesidad de buscar otras experiencias que no se
encuentran en el lugar de origen, pero que evidentemente no basta con sentir deseos de
trasladarse y vivenciar otras prácticas, sino que a ello precede la posibilidad de hacerlo.
San Salvador se trata de una ciudad que anhela progresar, y que ese progreso
tiene que ver con mirar los grandes centros urbanos considerados desarrollados. La ciu-
4 Entendiendo el caos como análogo al desorden y por ende un estadío previo al ordenamiento.

dad no cuenta actualmente con los elementos que si debiera tener una ciudad moderna,
o por lo menos con los elementos que según algunos debe tener una ciudad. Como no
está acá, cerca, se busca en otro lado.
San Salvador aparece como carente de urbanidad y por tanto es necesario conse-
guirla. Ese logro será posible a partir del seguimiento de determinadas etapas. Entre
ellas: recuperar el patrimonio, delimitar un casco histórico en la ciudad, ordenar a los
vendedores ambulantes, en suma, redefinir lo permitido y lo prohibido y ponerlo en
práctica.
Para muchos de los habitantes de la ciudad es fundamental que la ciudad no
quede estanca ni encapsulada en lo rural y que la ruralidad sea preservada lejos de la
ciudad, que los límites sean claros, definidos, y ello sí adscripto a la oferta turística.
Con ello podemos concluir que, poco se sabe realmente acerca de lo piensa y
desea la mayor parte de la gente que habita la ciudad, poco se involucra en la toma de
decisiones al morador local.
En suma, los habitantes de una ciudad pueden vivirla y transitarla como actores
activos o simples testigos. Las diferencias entre una y otra forma son sustanciales, por-
que las consecuencias de ello también lo son. Lo trascendental consiste en comprender
que una ciudad no está constituida por miradas monopólicas y que en ella no sólo se
edifican objetos sino, y fundamentalmente, modos de relacionarse con el otro y de ad-
quirir una identidad.
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