Capítulo XXVII - Bicentenario
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H!STORI.4 DEL EJERCITO CONSTITUCJONALJST.4 469<br />
nario Murgula, se habia terminado la pane principal de la campaña.<br />
El General Francisco Villa se refugiaba en sus ültimos reductos<br />
del Estado de Chihuahua, aunque su indomable energia y su fecundidad<br />
para concebir planes atrevidos, lo ilevarian a intentar su ültima<br />
hazana militar en ese perlodo; pero de esto hablaremos en<br />
eapItulos subsecuentes.<br />
Apenas tocaba a su fin la victoriosa campafla del aflo de 1915,<br />
en la que el invicto soldado de Huatabampo habia sido el factor<br />
decisivo para el triunfo de la Revolucion, y en la cual adquirio<br />
relieves de notable estratega, que lo colocaban por encima. de log<br />
demá8 Jefes Militares, no obstante que entre ellos, se contaban varios<br />
de indiscutibles cualidades guerreras y que también habian Ilevado<br />
a cabo hazañas dignas de figurar en los anales de nuestra historia;<br />
cuando se crela eliminada para siempre de nuestro sornhrlo escenario<br />
nacional, la tara fatal del caudillaje, cuyos âltimos y clásicos<br />
personajes: Victoriano Huerta y Francisco Villa, tanta sangre, desolacion<br />
y ruina habian costado al pals, ya comenzaban a perfilarse<br />
las futuras ambiciones polIticas del vencedor de Celaya.<br />
El error de nuestros grandes soldados siempre consistirá en considerar<br />
como justa y merecida recompensa a sus resonantes hechos<br />
de armas, el escalamiento del poder supremo de la Nacion. Como<br />
si la conquista del poder fuera el postrer baluarte qué rendir o mcjor<br />
dicho, el âltimo grado en su carrera militar. No se podria con.<br />
cebir en nuestra idiosincracia a un Foch, a un Pershing, a an Mc.<br />
Arthur o a un Eisenhower, sin el titulo de Presidente de la Republica.<br />
Como Si en el corazón de los mexicanos no ocuparan el<br />
mismo cariflo y Ia misma venerdción, la figura civica del sublime<br />
indio de Guelatao, que la nimbada de gloria del héroe del 5 de<br />
Mayo.<br />
Pero resultaria un sarcasmo —como hechos posteriores lo confirmaron—<br />
pretender hallar en la estructura moral del manco de<br />
Santa Ana, las raras cualidades de desinteres, propias de scres dcvados,<br />
para desentranar los funestos vicios que laceran ci cuerpo<br />
social mexicano desde su ya larga vida de Estado Independiente.<br />
Bastari seflalar unos cuántos ejernplos para vislumbrar las futu.