LEOCADIO HERNÁNDEZ ASCUNCE a la Virgen cantabas y con pluma amorosa a la Patria ensalzabas; que Patria y Virgen cantando sin trabas es tu Sevilla hermosa. Te llevas buena parte <strong>de</strong>l pueblo que te quiere, gloria, cariño y arte; mas tu sin par glorioso Miserere... ¡nunca podrás llevarte! Aunque en los últimos capítulos <strong>de</strong> este libro se han <strong>de</strong> estudiar los aspectos litúrgico y técnico <strong>de</strong>l «Miserere», no omitiré ahora las manifestaciones recientes <strong>de</strong> Adolfo <strong>de</strong> Sandoval sobre esta obra tan sevillana. (En el solar <strong>de</strong>l Cid.—Madrid, Septiembre <strong>de</strong> 1929.) Yo quisiera, dice el ilustre académico, volver a oir en esas noches <strong>de</strong>l Miércoles y <strong>de</strong>l Jueves Santo el inspiradísimo Miserere <strong>de</strong> <strong>Eslava</strong>, el <strong>de</strong>l gran <strong>Eslava</strong>, el <strong>de</strong>l glorioso D. <strong>Hilarión</strong> <strong>Eslava</strong>, a quien no se ha hecho, no, la <strong>de</strong>bida justicia, ni mucho menos. ¿Pero es que la justicia, que el suum cuique tribuere que tanto nos recomendaban y ensalzaban al explicarnos la Instituta Justinianea en mi Universidad astur, existe hoy en la tierra?... ¿No pue<strong>de</strong>n, no <strong>de</strong>ben aplicársele a ella, a la santa, a la soberana virtud <strong>de</strong> la justicia —reducida actualmente entre nosotros, y como tantas otras altas cosas, y como tantos otros sublimes conceptos, a un nombre más, y a un nombre vano, a una pura entelequia, a un puro ente <strong>de</strong> razón para tremenda ignorancia nuestra—, las amargas palabras, aquellas con las cuales en la hora trágica <strong>de</strong> la guillotina apostrofara la hermosa y sin ventura Madama Rolland a la estatua <strong>de</strong> la libertad, allí puesta tal vez por ironía terrible, junto al patíbulo? ¡El Miserere! alguno <strong>de</strong> cuyos versículos <strong>de</strong> una enorme intensidad religiosa, alguna <strong>de</strong> cuyas frases —¿en el Amplius?... ¿en las sombrías interjeciones <strong>de</strong> angustia <strong>de</strong>l Tibí soli peccavi, <strong>de</strong> tenor?... ¿en el duo <strong>de</strong> seises, gorjeo <strong>de</strong> pajarillos tristes, <strong>de</strong>l Ecce enim veritatem dilexisti?... ¿en el Quoniam si voluisses?... ¿en el austero Benigne fac, Domine, que surge como humo <strong>de</strong> ofrenda, y que se filtra al final <strong>de</strong>l Miserere entre las sombras, como el sol entre nubes?...—, asemejan a coloquios <strong>de</strong> espíritus celestes que han pasado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros, y que se alejan... ¡El Miserere! <strong>de</strong>l cual pue<strong>de</strong> uno preguntar con Shaskespeare: «¿qué música es esa, que así transporta lejos <strong>de</strong> la carne el alma?». ¡El Miserere!, que escribió llorando y en plena juventud el gran D. <strong>Hilarión</strong>, a la sombra <strong>de</strong> la Giralda sevillana, en el silencio y en el reposo tan <strong>de</strong>leitables <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> San Miguel, en cuyo característico y oriental patio, llamado el Compás <strong>de</strong> San Miguel, tantas veces he aspirado el virginal aroma <strong>de</strong> los azahares; y en cuyo arco ojival <strong>de</strong> entrada una lápida conmemorativa os dice que allí fue concebida y escrita esa imperece<strong>de</strong>ra, esa famosa obra musical. Y al <strong>de</strong>sposeer, continúa el citado escritor, a las Catedrales <strong>de</strong> la orquesta <strong>de</strong> la Semana Santa, ¿no se las ha privado <strong>de</strong> una <strong>de</strong> sus voces más excelsas, más patéticas y emotivas, asimismo más educadoras y orientadoras y ten<strong>de</strong>nciosas en or<strong>de</strong>n a llevar al humano espíritu por los rumbos <strong>de</strong> lo infinitamente bello y amable —¡amable sobre todo encomio!— <strong>de</strong> lo infinito, <strong>de</strong> lo divino?». 128 [18]
<strong>Estudio</strong> <strong>bio</strong>-<strong>bibliográfico</strong> <strong>de</strong> D. <strong>Hilarión</strong> <strong>Eslava</strong> Lámina 1 «Benitorena», la casa nativa <strong>de</strong> don <strong>Hilarión</strong> <strong>Eslava</strong> Elizondo, en Burlada, cabe Pamplona, tal como se encontraba en 1890, dos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> don <strong>Hilarión</strong> y cuando ya se había colocado en su fachada la lápida conmemorativa que la afeó, rompiendo las dovelas centrales <strong>de</strong> la sencilla pero noble portalada.