Mi lugar favorito - La Semana de Frente
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Ccrónica<br />
www.frente.com.mx | crónica | 8 | FRENTE <strong>de</strong>l 24 al 30 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 2013<br />
<strong>Mi</strong> abuela es<br />
una ciudad<br />
<strong>de</strong>Mente<br />
Por María Fernán<strong>de</strong>z Aragón<br />
Habitamos esta ciudad. otros, sin<br />
embargo, regresan a ella, o pasan<br />
por ella. ¿Qué <strong>lugar</strong> tiene el distrito<br />
Fe<strong>de</strong>ral en la vida <strong>de</strong> Quienes no la<br />
viven, sino la recuerdan?<br />
<strong>La</strong> última vez que estuve aquí fue hace dos años y tres meses.<br />
Regreso a la ciudad y me encuentro a una anciana <strong>de</strong>mente<br />
y <strong>de</strong> pelos largos que no obstante me recibe con gusto y<br />
me reconoce, y quiere saber <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> vengo y a dón<strong>de</strong> voy<br />
y a qué hora vuelvo sólo para olvidarlo enseguida. Y enseguida<br />
volver a preguntarlo para olvidarlo en el acto. Y en el<br />
acto preguntarlo <strong>de</strong> nuevo. Y <strong>de</strong> nuevo olvidarlo. Así hasta la<br />
náusea, hasta que ya no dan ganas <strong>de</strong> escuchar ni <strong>de</strong> hablar ni<br />
<strong>de</strong> moverse ni <strong>de</strong> nada. No dan ganas <strong>de</strong> nada. En esta ciudad<br />
me dan muchas ganas <strong>de</strong> nada, todo el tiempo. De que la nada<br />
se apo<strong>de</strong>re <strong>de</strong> mí, <strong>de</strong> mi abuela, <strong>de</strong> algo, <strong>de</strong> todo. Qué asco,<br />
qué nostalgia, qué aburrimiento, qué tráfico, qué dolor en las<br />
banquetas, ¿qué hago aquí?<br />
¿Cuándo se va a morir la abuela? Ya que se muera, Diosito,<br />
que se muera y todos nos muramos y no nos duela ver morir a la<br />
abuela porque sabemos que se tiene que morir y queremos que<br />
se muera porque se va a morir <strong>de</strong> cualquier forma y nosotros<br />
también. Odio esta ciudad porque aquí nací. Ésta es la ciudad<br />
en la que nací y la odio porque no puedo o no quiero o no sé<br />
cómo regresar. Ya se me olvidó. Y recordarlo no serviría <strong>de</strong><br />
nada, tampoco, <strong>de</strong> todos modos. Regresar es imposible.<br />
“<strong>Mi</strong> ciudad es chinampa”, pensaba en el avión, sin po<strong>de</strong>r<br />
completar la frase. No me sé la letra <strong>de</strong> la canción y me parece<br />
cursi, pero a veces inevitable. <strong>La</strong> canción existe y no hay nada<br />
que se pueda hacer para revertir ese hecho.<br />
¿Por qué volví a la ciudad? Por nece(si)dad.<br />
<strong>La</strong> ciudad no se ha dado cuenta <strong>de</strong> que estoy aquí. Yo la veo<br />
a ella, gigante, monstruosa: un molusco o, mejor, un cetáceo <strong>de</strong><br />
cemento que se asfixia sin agua. <strong>La</strong> veo pero no la veo porque<br />
no puedo verla completa: la imagino a cachitos y en mi imaginación<br />
los cachitos se reconstruyen y ella está a sus anchas<br />
como falda <strong>de</strong> china poblana extendida en un valle. Emerge <strong>de</strong><br />
las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l recuerdo, se asoma a la superficie. Antes<br />
<strong>de</strong> venir para acá estaba leyendo Moby Dick. No lo sabía, pero<br />
ahora lo sé: era la preparación para el viaje, y no porque tuviera<br />
que cruzar el Atlántico (y menos en barco), sino porque aquí<br />
he venido para contemplar a las ballenas. Ballenas que surcan<br />
los segundos pisos, ensartadas en enormes arpones <strong>de</strong> hormigón<br />
y metal. Ballenas que han matado hombres y mujeres (ya<br />
sólo quedan los zombis), que los han escindido con intención<br />
maligna (querer estar en un <strong>lugar</strong> al que no se llega nunca),<br />
los han <strong>de</strong>stazado (comunida<strong>de</strong>s partidas por vías rápidas o<br />
autopistas <strong>de</strong> cuota), los han cegado (el cielo es un invento <strong>de</strong> la<br />
Biblia), los han <strong>de</strong>jado cojos (pie <strong>de</strong>recho en el acelerador <strong>de</strong><br />
un coche automático, el izquierdo como muñón inútil) y, por<br />
lo tanto, los han hecho también rencorosos, necios, amargos.<br />
¿Alguna vez han probado un chilango? Yo sí.<br />
Alguien me recomendó leer los Papeles falsos <strong>de</strong> Valeria<br />
Luiselli, y lo hice porque pensé que me ayudaría a escribir esta<br />
crónica. Me gusta la portada rosa <strong>de</strong> este libro. Pero se mancha.<br />
No me gustan los libros que se estropean tan rápido, no se ven<br />
bien en mi biblioteca (que me espera en cajas).<br />
¿A qué carajos vine a la ciudad <strong>de</strong> México? A comer unos<br />
tacos al pastor afuera <strong>de</strong>l Fondo <strong>de</strong> Cultura Económica. A buscar<br />
un pasaje que aparece en la segunda parte <strong>de</strong> esa enorme<br />
novela futurista sobre el pasado que escribió el chileno aquel<br />
(2666). El problema era que mis dos copias estaban lejos <strong>de</strong><br />
mí, una en Alemania, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vengo, y otra en Nueva Santa<br />
Teresa. Encontré la cita:<br />
Amalfitano tenía unas i<strong>de</strong>as un tanto peculiares al respecto.<br />
No las tenía siempre, por lo que tal vez sea excesivo llamarlas<br />
i<strong>de</strong>as. Eran sensaciones. I<strong>de</strong>as-juego. Como si se aproxi-