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Vida del Autor del Amadís de Gaula - Liceus

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Las ór<strong>de</strong>nes caballerescas obligaban a un mayor grado <strong>de</strong> heroicidad. El premio para el caballero<br />

famoso era la invitación a una cena en la mesa redonda con que se honraba a los mejores, a la que<br />

invitaba un rey o un príncipe.<br />

Las damas eran veneradas por sus amadores, a veces distantes y en su pasión no correspondidos.<br />

Las reinas, duquesas, y con<strong>de</strong>sas, muchas veces <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñadas por sus esposos, mantenían un amor<br />

más o menos secreto con algún caballero <strong>de</strong> la corte.<br />

De esta constelación nos hablan los romances <strong><strong>de</strong>l</strong> rey Arturo y su esposa la reina Ginebra, que tenía<br />

amores con Don Lanzarote, o <strong>de</strong> Oriana que se entregó en brazos <strong>de</strong> <strong>Amadís</strong> cuando aún era<br />

doncella. Había un libertinaje insospechado.<br />

La iglesia con sus severas normas no logró <strong>de</strong>smoronar la cultura caballeresca con su amor libre,<br />

sino dos siglos <strong>de</strong>spués, cuando la hombría <strong>de</strong> bien se vio menguada por la aparición <strong>de</strong> las armas <strong>de</strong><br />

fuego que mermaron la valía <strong><strong>de</strong>l</strong> coraje individual y dieron paso al combate a mansalva, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos y<br />

sin i<strong>de</strong>ntificar, ni al asaltante ni a su víctima.<br />

Cuando los reyes ya no fueron al campo <strong>de</strong> batalla a la cabeza <strong>de</strong> sus ejércitos, la cultura<br />

caballeresca perdió su razón <strong>de</strong> ser. El último caballero andante fue Don Quijote <strong>de</strong> la Mancha que<br />

puso en alto y en ridículo sus encumbrados valores: la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> las mujeres, los ancianos y los<br />

niños, la ayuda a los <strong>de</strong>svalidos y el castigo a los malvados.<br />

Las damas tenían como méritos su belleza, su ilustración, su amor por las artes y las letras, su<br />

<strong>de</strong>streza en el ajedrez, su conversación exquisita. También su valor ante la adversidad. Asimismo las<br />

damas <strong>de</strong> la cultura caballeresca son admirables por su maternidad, pues no pocas reinas tuvieron<br />

pléya<strong>de</strong> <strong>de</strong> hijos e hijas, como Beatriz <strong>de</strong> Suabia, o Violante <strong>de</strong> Aragón.<br />

Había también entre ellas algunas malas y perversas, otras en los romances corteses eran<br />

encantadoras, hadas o brujas, que hundían suerte y honor <strong>de</strong> los caballeros. Urganda la Desconocida<br />

es un mágico ejemplo en el “<strong>Amadís</strong>”. Pero Urganda era una encantadora con miras al bien.<br />

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