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La demolición del lenguaje - Adepa

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Fermín Garay<br />

Titular <strong>del</strong> Servicio de Orientación Legal de ADEPA<br />

<strong>La</strong> doctrina de la real malicia<br />

Como todo parece indicarlo, la Convención<br />

Reformadora de la Constitución<br />

de Entre Ríos ha excluido de su texto la<br />

doctrina de la real malicia. De haber procedido<br />

de manera opuesta no solamente<br />

habría dado a esta libertad estratégica<br />

la máxima extensión posible acorde los<br />

lineamientos de la ciencia constitucional<br />

de nuestro tiempo sino que hubiera sido<br />

el primer estado <strong>del</strong> mundo en integrar la<br />

mencionada doctrina como un precepto<br />

constitucional. Simplificando los conceptos<br />

puede afirmarse con la Suprema<br />

Corte de los Estados Unidos de América<br />

(por vez primera en New York Times<br />

Co. v. Sullivan, 376 U.S. 254 (1964)<br />

que no basta al oficial público probar la<br />

falsedad de la descripción de sus actos<br />

realizados como tal para obtener una<br />

retractación sino que, deberá probar,<br />

además, que la publicación que objeta<br />

fue articulada con “real malicia” esto es<br />

a sabiendas de que los hechos eran falsos<br />

o con total desaprensión por determinar<br />

esta circunstancia. Simplificando aún más<br />

los medios masivos de comunicación<br />

sólo responden cuando ha existido la<br />

pura intención de falsear la realidad para<br />

perjudicarlo o han incurrido en la grave<br />

negligencia que supone no tomar recaudo<br />

alguno para determinar si la especie era<br />

verdadera o falsa.<br />

Y no se necesita ser abogado para<br />

advertir las dificultades de esta probanza.<br />

<strong>La</strong> libertad de prensa quedó establecida en<br />

los Estados Unidos por la sanción de la<br />

Primera Enmienda (1791): “El Congreso<br />

no hará ley alguna por la que se adopte<br />

una religión como oficial <strong>del</strong> Estado o<br />

se prohíba practicarla libremente, o que<br />

coarte la libertad de palabra o de imprenta,<br />

o el derecho <strong>del</strong> pueblo para reunirse<br />

pacíficamente y para pedir al gobierno la<br />

reparación de agravios”. Pero sólo con<br />

la adopción de la jurisprudencia citada<br />

alcanza el vuelo incomparable que advertimos<br />

en nuestros días. Por supuesto<br />

que el famoso fallo no nació por un acto<br />

de inspiración “genial” sino que fue preparado<br />

por otras decisiones de la Corte<br />

Suprema respecto <strong>del</strong> orden republicano<br />

que reconocieron la conveniencia de la<br />

“libre discusión política”, “la necesidad<br />

de tal discusión política”, que debe ser<br />

“desinhibida, robusta y amplia” y que<br />

necesariamente acarrea para el funcionario<br />

público “vehementes, desagradables<br />

y agudos ataques” con fundamento en<br />

hechos no siempre ciertos que conllevan<br />

exageraciones y probables abusos pero<br />

que, en suma, esclarecen las cuestiones en<br />

pugna y fortifican el régimen republicano.<br />

“Es muy enjundioso a este respecto el<br />

voto de Mr. Justice Brennan, quien además<br />

cita dichos y actitudes de prohombres<br />

como Madison, quien nos recuerda “que<br />

es el pueblo y no el gobierno el absoluto<br />

depositario de la soberanía”.<br />

El bullicio y la polémica<br />

<strong>La</strong> república democrática no vive en<br />

el silencio sino en el bullicio, la polémica,<br />

los encuentros y desencuentros, la puja<br />

de las diferentes etnias por prevalecer,<br />

el capitalismo y los sindicatos, los desarrollistas<br />

y los ecologistas, la Torre de<br />

Babel de los idiomas diferentes, es decir<br />

la vida, lo humano en toda su poderosa y<br />

multiforme manifestación. “Yo soy Walt<br />

Whitman, un hijo de Manhattan, me canto<br />

y me alabo a mí mismo… soy grosero,<br />

fuerte y sensual”, exclama el gran poeta<br />

yankee. Este es el mundo turbulento de<br />

la República, sucio, mentiroso y pleno,<br />

no obstante, de grandeza y de la mayor<br />

elevación de lo humano que los hombres<br />

hemos obtenido en nuestro histórico<br />

avatar. Nuestra Constitución Nacional<br />

adoptó la libertad de prensa según el<br />

mo<strong>del</strong>o americano y no el europeo y por<br />

lo tanto en la escala valorativa la primacía<br />

<strong>del</strong> orden republicano, aun sacrificando, a<br />

veces, los derechos personales cuando se<br />

trata de funcionarios estatales, políticos<br />

y figuras de público relieve o de simples<br />

particulares actuando en cuestiones de<br />

interés público.<br />

Así lo ha entendido, en general,<br />

nuestra Suprema Corte y por lo tanto nada<br />

tiene de particular que haya adoptado<br />

el “test Sullivan” para juzgar sobre la<br />

responsabilidad de los diarios. Y en esta<br />

misma tesitura encontramos a la Corte<br />

Suprema en su composición actual en los<br />

autos “Patitó, José Angel y otro c/ Diario<br />

<strong>La</strong> Nación y otros” <strong>del</strong> 24-06-2008. Allí el<br />

Alto Tribunal dijo: “En el caso se encuentra<br />

en discusión la aplicación <strong>del</strong> principio<br />

de “real malicia” vinculado con expresiones<br />

publicadas en la editorial <strong>del</strong> diario<br />

demandado referidas al funcionamiento<br />

de un organismo público- Cuerpo Médico<br />

Forense- mediante un <strong>lenguaje</strong> que<br />

incluye opiniones críticas sobre ciertas<br />

48<br />

circunstancias que fueron mencionadas<br />

asertivamente y que pone en conflicto el<br />

derecho a la libertad de expresión, información<br />

y prensa y el derecho a la honra<br />

y reputación” (voto de la mayoría). “<strong>La</strong><br />

jurisprudencia de la Corte ha incorporado<br />

el principio de real malicia y no el test<br />

de la verdad como adecuada protección<br />

a la libertad de expresión, debiéndose<br />

constatar si la parte actora demostró que<br />

el medio periodístico supo o debió saber<br />

que los hechos, a los cuales se califica<br />

como “estructura ilegal” y que sirvieron<br />

de apoyo para solicitar una depuración <strong>del</strong><br />

Cuerpo Médico Forense podían ser falsos,<br />

pues si se elude dicho análisis se restringe<br />

el espacio necesario para el desarrollo de<br />

un amplio debate público sobre temas de<br />

interés general que ha sido garantizado<br />

por el Art. 14 de la Constitución nacional”<br />

(voto de la mayoría). “<strong>La</strong> tutela de la<br />

libertad de expresión no puede limitarse<br />

a las afirmaciones que -con posterioridad<br />

al hecho- son declaradas “verdaderas” por<br />

un órgano jurisdiccional sino que resulta<br />

imperativo determinar –ante la existencia<br />

de una doctrina inexacta- el grado de diligencia<br />

desplegado por el informador en la<br />

tarea de determinar su veracidad.<br />

Dichos hilarantes<br />

El carácter difamatorio de los términos<br />

<strong>del</strong> editorial cuestionado no superan el<br />

nivel de tolerancia que es dable esperar de<br />

un funcionario público que se desempeña<br />

en el Cuerpo Médico Forense cuando se lo<br />

critica en su esfera de actuación pública,<br />

máxime cuando los hechos tuvieron una<br />

amplia cobertura periodística en otros<br />

medios nacionales, por lo que la decisión<br />

que responsabilizó al diario constituye<br />

una restricción indebida a la libertad de<br />

expresión que desalienta el debate público<br />

de los temas y debe ser revocada”<br />

(voto <strong>del</strong> doctor Juan Carlos Maqueda).<br />

Resultan en verdad hilarantes los dichos<br />

<strong>del</strong> constituyente doctor Alasino en el<br />

sentido de que la famosa doctrina es un<br />

invento de ADEPA y de los editores cuya<br />

única meta sería ganar plata vituperando a<br />

la inocente corporación política. Con ese<br />

criterio, por supuesto, el pleito lo hubiera<br />

ganado el represor de negros y jefe de<br />

policía de Alabama Sullivan y no el New<br />

York Times.<br />

En fin, una oportunidad perdida.<br />

Otra más.

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