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Cartas a Jóvenes Enamorados (1987) - Iglesia Adventista Agape

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84 <strong>Cartas</strong> a <strong>Jóvenes</strong> <strong>Enamorados</strong><br />

Se necesita religión en el hogar. Únicamente ella puede prevenir<br />

los graves males que tan a menudo amargan la vida conyugal. Solamente<br />

donde reina Cristo puede haber amor profundo, verdadero y<br />

abnegado. Los ángeles de Dios serán los huéspedes en el hogar y<br />

sus santas vigilias santificarán la cámara nupcial.<br />

Te suplico que consideres el paso que te propones dar. Pregúntate:<br />

“¿Apartará un esposo incrédulo mis pensamientos de Jesús?<br />

¿Ama los placeres más que a Dios? ¿No me inducirá a disfrutar de<br />

las cosas en que él se goza?” La senda que conduce a la vida eterna<br />

es penosa y escarpada. No tomes sobre ti cargas adicionales que<br />

retardarán tu avance.<br />

El Señor ordenó al antiguo Israel que no se relacionara por<br />

casamiento con las naciones idólatras que lo rodeaban. Se da la<br />

razón. La sabiduría infinita, previendo el resultado de tales uniones,<br />

declara: “Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a<br />

dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y<br />

te destruirá pronto”. “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu<br />

Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle pueblo especial, más<br />

que todos los pueblos que están sobre la tierra”. Deuteronomio 7:4,<br />

6.<br />

En el Nuevo Testamento se registran prohibiciones similares<br />

concernientes al matrimonio de los cristianos con los impíos. “No<br />

os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo<br />

tiene la justicia con la injusticia?” 2 Corintios 6:14.<br />

Laura, ¿te atreverás a despreciar estas indicaciones claras y<br />

definidas? Como hija de Dios y súbdito del reino de Cristo, comprada<br />

por su sangre, ¿cómo puedes unirte con quien no reconoce sus<br />

requerimientos, que no está dominado por su Espíritu? Los mandamientos<br />

que te he citado no son palabras de hombre, sino de Dios.<br />

Aunque el compañero de tu elección fuera digno en otros aspectos<br />

(lo cual no es así), no ha aceptado la verdad para este tiempo; es<br />

incrédulo, y el cielo te prohíbe unirte con él. No puedes, sin peligro<br />

de tu alma, desoír la prohibición divina.<br />

Tal vez digas: “Pero yo he dado mi promesa, ¿debo retractarla?”<br />

Te contesto: Si has hecho una promesa contraria a las Escrituras,<br />

por lo que más quieras, retráctate de ella sin dilación, y en humildad<br />

delante de Dios, arrepiéntete de la infatuación que te indujo a hacer<br />

una promesa tan temeraria. Es mucho mejor retirar una promesa

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