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Yo<br />
- ¿Yo?<br />
- ¡Tú, sí, tú!<br />
- Pero, ¿Cómo? ¿El qué?<br />
Me quedaba asombrado.”<br />
“Yo, así pues, hablaba para mí solo ella hablaba con su Gengé.”<br />
“ - Pero, ¿Cómo? – le preguntaba- ¿Yo he dicho eso?<br />
- ¡Si, Gengé mió, eso has dicho!<br />
Sí: eran de su Gengé aquellas tonterías; pero no eran tonterías: ¡Muy al contrario! Aquella<br />
era la manera de pensar de Gengé.<br />
“¡Y yo, ah, como lo hubiera abofeteado, apaleado, despedazado! Pero no<br />
podía tocarlo. Porque, pese a los disgustos que le daba, pese a las bobadas que<br />
decía, mi mujer Dida quería mucho a Gengé (...)» 6<br />
El Ser del Yo es un agujero denunciado por la pregunta ¿quién soy? El<br />
paliativo mas adecuado para la falta en Ser, es la adquisición de una identidad, que<br />
se la toma prestada, vale decir se la roba. Su nombre: Doppelgänger, que irá a<br />
alojarse directo en el corazón del Ser del Yo.<br />
El Yo esta acá, en el cuerpo, donde encuentra tanto un sentido de<br />
autenticidad organísmica como el dolor por la fragmentación de la imagen del<br />
cuerpo.<br />
El Yo también esta allá “fuera de sí” en la imagen especular del Doppelgänger<br />
donde se encuentra tanto con el Semejante como con el dolor de la alineación u<br />
obliteración.<br />
Por ultimo el Yo es: la captación intuitiva de uno como unidad que resulta de<br />
la síntesis indisociable entre la imagen de las sensaciones corporales y la imagen<br />
especular del Doppelgänger. Es, si se quiere, una ilusión eficaz.<br />
Conclusiones: Acción<br />
Escribe el Novel turco Orhan Pamuk en su novela El Castillo Blanco:<br />
“Al principio no me inquietaba demasiado cuando de repente decía cosas<br />
como: ¿Nos conocemos a nosotros mismos? Uno debería saber bien quién es (…)”<br />
“Cuando me pidió que escribiera algo al respecto, le presenta mi último libro,<br />
en el que hablaba de las gacelas y los gorriones, que eran felices porque no<br />
pensaban sobre sí mismos ni sabían quienes eran.”<br />
6 Pirandello, Luigi (2010). Uno, ninguno y cien mil. Ed Acantilado.<br />
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