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HISTORIA DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA 19 6 3

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mi experiencia de los asuntos públicos en mi país me había dado de tratar a esa<br />

clase de personas, lo cierto es que, en cierto sentido, ya no tenía mejor amigo en<br />

la India que sir Madhava Row, por más dispares que fuesen nuestras opiniones<br />

religiosas. Poco antes de su muerte, organizó una suscripción pública para mandar<br />

hacer mi busto por el señor Havell, director de la Escuela de Arte de Madrás, lo<br />

cual era una buena prueba de su estimación y de su amistad. Pero el día del cual<br />

hablo, según veo en mi diario, se puso a discutir conmigo sobre su política de dar<br />

a los indos lo que él llamaba “la educación del vientre” y apartarlos de sus<br />

ancestrales filosofías, que, según decía, los habían reducido a perder su<br />

independencia nacional. ¡Pobre hombre! Murió rico, pero dudo que fuese feliz,<br />

porque una vez ofreció a la señora Blavatsky dar 100.000 rupias a la Sociedad y<br />

consagrar el resto de su vida a trabajar para ella si accedía “a mostrarle algún<br />

milagro que probase la existencia y supervivencia del alma”. Cuán numerosos son,<br />

ay, los que se hallan dispuestos a trocar sus riquezas por la ciencia espiritual, con<br />

la condición de serles procurada sin molestarles en sus asuntos.<br />

El dewan de Mysore ingresó en nuestra Sociedad el 1º de Agosto, como lo<br />

habían hecho antes que él muchos de sus principa les colegas, y antes de regresar a<br />

Madrás, pude formar dos grandes Ramas, una en la Ciudad y la otra en el<br />

Acantonamiento. Salí de allí el 1º de Agosto por la noche, después de haber<br />

escuchado los discursos de despedida que me dirigieron las comisiones de las dos<br />

Ramas. Aquella estancia en esa población fue una de las más agradables que yo<br />

haya hecho, y transcurridos tres años, me siento feliz al poder decir que las<br />

amistades entonces hechas están aún vivientes.<br />

Llegué a Adyar el día de mi nacimiento (2 de Agosto) y lo pasé, como de<br />

costumbre, en mi escritorio hasta muy avanzada la noche.<br />

Cuando H.P.B. nos dejó para regresar a Europa, me rogó muy expresamente que<br />

dejase el bungalow del río para ocupar la nueva habitación que los Coulomb<br />

habían construido para ella en 1884 mientras estábamos ausentes y el y su cara<br />

esposa quedaron encargados de cuidar la casa. Lo hice así, pero cuando llegó la<br />

estación de las lluvias no había un sitio de la habitación donde mi cama pudiera<br />

conservarse seca. El techo, que formaba terraza, estaba agujereado como un tamiz.<br />

De suerte que tuve que demoler y reedificar, y de paso hice agrandar el lado norte<br />

y abrir ventanas al este y al oeste, a fin de procurar para H.P.B. corrientes de aire<br />

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