descargar pdf - La Reforma Editorial
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<strong>La</strong>rgas décadas debieron pasar hasta producirse mi solitario regreso,<br />
ahora como adulto, en el mes de enero de 1986. Lo hice motivado por la fuerza<br />
de la memoria, por aquellos ancianos recuerdos, por lo indescriptible de sus<br />
bellezas naturales, y por la ansiada búsqueda del reposo, la serenidad y el abrigo<br />
que la ciudad no me brindaba.<br />
Aquel enero, pues, me encontró allí, amparado en su enorme quietud,<br />
extasiado -diría- en sus parajes, embelesado por sus colores y figuras, exhultante<br />
ante el sonar de sus arroyos, admirado.<br />
Embargado como estaba por aquellas múltiples sensaciones, mi armonía<br />
fue quebrada al noveno día. En esa oportunidad, desde la televisión instalada<br />
en un bar céntrico, el City Bar, y observando un noticiero de Buenos Aires, me<br />
enteré, como encerrado entre los muros de una paradoja, que en cercanías de<br />
Capilla del Monte, y sobre una de las laderas del próximo Cerro Pajarillo, se<br />
había producido, decían, el descenso de un Objeto Volador No Identificado. No<br />
adjudiqué a la información la menor importancia. Tomé un libro que llevaba<br />
conmigo, comencé a leer y continué con naturalidad mi vida.<br />
Al salir, en el pueblo no se hablaba de otra cosa que del "OVNI" que había<br />
"aterrizado". Se difundía el rumor -incluso- de que el popular y sensacionalista<br />
periodista José De Ser (singular cronista del -para la época- noticiero televisivo<br />
con mayor rating de Argentina, hoy fallecido), habría de visitar -como<br />
luego lo hizo- el lugar.<br />
Atribuí lo que veía y escuchaba a un disparo pasajero de imaginación<br />
colectiva y, sin más, cuatro días después, regresé a Buenos Aires, enamorado<br />
de lo que ahora, con los ojos de un hombre, había contemplado: uno de los<br />
lugares naturalmente más bellos, sugestivos y enigmáticos del mundo por mí<br />
conocido.<br />
Fue aquel sentimiento el que me llevó, año tras año -y casi sin interrupción-<br />
a regresar siempre a ese pueblo, comprobando en cada viaje, y sin buscarlo,<br />
la alteración que había comenzado a operarse en él. Observaba cambios<br />
cuyos "aparentes" efectos no se circunscribían a la realidad de los que allí vivían<br />
sino que, a ochocientos kilómetros de distancia, comenzaban a ser popularmente<br />
advertidos en la capital del país para, desde allí, difundirse -como<br />
ocurriera- hacia el resto del mundo.<br />
Pude ser así testigo silencioso y mudo de un lento proceso de transformación<br />
que, con el tiempo, afectó todos los órdenes de la vida capillense:<br />
desde su economía y su política hasta sus relaciones sociales más abarcativas,<br />
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