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mucho mayor y un conocimiento mucho más<br />
amplio del trabajo. Toda esta máquina que es el<br />
<strong>Club</strong>, en la parte laboral, permite que todos aprendamos,<br />
que todos vayamos mejorando nuestra puntería<br />
y sacando las cosas más profesionalmente. El<br />
<strong>Club</strong> te da una escuela día a día, y aprendés todos<br />
los días, en el trato, en la demanda, en la exigencia,<br />
en el requerimiento hacia el socio, cómo tratar al<br />
socio. Además que te escuchan, te consideran, o si<br />
graciosamente te dicen “no”, sabés que te escuchan<br />
y en dos días podés hablar de nuevo el tema y llegar<br />
a un arreglo.<br />
—¿Anécdotas graciosas?<br />
—Muchas…! Me viene a la mente una con<br />
Roberto Ceccotti, el marido de Blanca. Un día,<br />
hace muchos años, llegué una noche a la reunión de<br />
Comisión Directiva y no tuve mejor idea que darle<br />
un abrazo tan afectuoso —porque yo suelo irme de<br />
manos y ser muy demostrativo—, lo abracé de tal<br />
forma, le dije ¡Roberto, cómo andás!, y sentí crack…<br />
—77—<br />
—¿Le rompiste una costilla?<br />
—No… tres! ¡Le fracturé tres costillas de un abrazo!<br />
Y la mujer, Blanca, me quería matar, pero divina…<br />
todo bien. Otra: un día durante una marea<br />
muy fuerte, se estaban haciendo trabajos, asegurando<br />
barcos y demás, y a las 4 de la tarde Navarro<br />
se cae al agua. Me maté de risa, lo gasté… y al cabo<br />
de 40 minutos, ¿quién se cae al agua? Yo, por<br />
supuesto. Salimos helados ese día… y como ésas,<br />
tantas otras más. Con Ismael también, ese atorrante,<br />
se hace divertido.<br />
—¿Por qué te llaman Negro?<br />
—Me dicen Negro porque mi querida madre, a mis<br />
hermanos mayores, Jorge y Chelita, les leía cuentos.<br />
Yo soy el menor, todavía no había nacido y a<br />
estos dos queridos hermanos se les había antojado<br />
un hermanito negro. Entonces la vieja, para darles<br />
el gusto les dijo “Bueno, van a tener un hermanito<br />
negro!”. De ahí que toda la vida, Negro, desde antes<br />
de nacer soy El Negro. ¡Llegó el Negro! Al extremo<br />
que mis compañeros de colegio llamaban a casa y<br />
les decían acá no vive ningún Juan Alberto. Y no termina<br />
ahí. Ya casado, más de una vez han llamado a<br />
casa preguntando por mí, y Marité respondió<br />
“¿Juan Alberto?... no, no, ningún Juan Alberto”.<br />
Y el colmo de todo: Ignacio, a los 10 años me dice<br />
“Papá, cómo te llamas?”, y le digo “Nacho, te<br />
mato… no puede ser que no sepas! ¿Cómo me<br />
llamo?”, y me dice “Juan…?”. Y yo “Sí, Juan…<br />
Juan qué?”. Entonces piensa un rato contesta<br />
“¡Juan Negro!”. ¡Mi propio hijo me preguntó papá,<br />
cómo te llamás! En las invitaciones de casamiento, en<br />
todos lados, amigos de toda la vida me dicen Che, te<br />
puse Negro. Muy pocos saben que me llamo Juan<br />
Alberto.<br />
—Si tuvieras que identificar al Náutico con una persona<br />
en particular…<br />
—Con Sergio Isla Casares yo aprendí muchísimo,<br />
aprendí y me dio la posibilidad de entrar, todo un<br />
personaje Don Tutty. Y no puedo dejar de mencionar<br />
a Tuto Olivera, otro personaje netamente náutico.<br />
Y después, con muchos con los que tenía diferencias,<br />
miembros de la Comisión Directiva, porque<br />
en las diferencias y discusiones es donde más se<br />
aprende. Por eso, cuando digo que en estos 25 años<br />
es como si hubiera cursado una carrera universitaria<br />
no exagero. Y, sin ninguna duda, me siento feliz<br />
de que sea así. Me permito, entonces, en nombre de<br />
Marité, Paula, Mercedes, Ignacio y José…<br />
¡Gracias Náutico!