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Los relatos de La Milagrosa

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UNA MUJER SUPLICANTE<br />

1<br />

A nuestras espaldas se oyó el clic clac <strong>de</strong> la llave<br />

sigilosa.<br />

—¡Corran! —gritó alguien.<br />

Una puerta se abrió y, tras su sonido, escuchamos<br />

el chapoteo <strong>de</strong>l agua al golpear contra la acera,<br />

justo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> nuestros pies, que huían. Cuando<br />

nos dimos vuelta para mirar hacia atrás, sólo vimos<br />

el vapor <strong>de</strong> agua que se levantaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

cemento. Detrás <strong>de</strong>l vapor, una olla tambaleaba en<br />

una mano, mientras la otra mano iba hacia la chapa<br />

con la intención <strong>de</strong> volver a cerrar la puerta.<br />

—¡Maldita vieja! —gritó uno <strong>de</strong> nosotros, antes<br />

<strong>de</strong> que la puerta se cerrara. En nuestras retinas<br />

quedó la imagen <strong>de</strong> un vestido largo, negro.<br />

2<br />

Teníamos un pacto secreto con Ella: nosotros<br />

jugábamos a establecernos en torno a su casa y<br />

Ella, cuando sentía el murmullo <strong>de</strong> nuestras conversaciones,<br />

ponía a hervir una olla <strong>de</strong> agua para<br />

tirárnosla. Después, nosotros nos apostábamos<br />

enfrente y tirábamos emplastos <strong>de</strong> barro y piedras<br />

contra la fachada <strong>de</strong> su casa. Ella medio abría uno<br />

<strong>de</strong> los postigos <strong>de</strong>l ventanal, y gritaba:<br />

—¡Ratas!<br />

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