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Colonias felinas controladas dosorejas.org La ... - El Refugio

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Kay, o la<br />

“Culimotricidad”<br />

Kay, mi dulce Kay, es el único superviviente<br />

de la primera colonia de siete<br />

miembros que gestioné, y que desapareció<br />

en su totalidad a finales de<br />

2005, cuando encontré el cuerpo sin<br />

vida de Ceres, una atigrada adorable,<br />

en el solar donde los cuidaba. Con ella<br />

se cerraba un capítulo muy triste de<br />

mi primera experiencia como cuidadora<br />

de gatos callejeros, a cuyo recuerdo<br />

prefiero no volver…<br />

Kay no hubiera durado mucho en la<br />

calle; su carácter inocente y bondadoso<br />

le hubiera supuesto una muerte rápida<br />

en su lucha por la supervivencia, para<br />

la que creo que estaba menos dotado<br />

que el resto, por lo que ahora contaré.<br />

Kay fue el primero que entró en la<br />

jaula, allá por diciembre de 2003, y yo,<br />

que pensaba entonces que sólo los<br />

machos debían ser esterilizados, lo<br />

devolví a la calle. Pero resultó que tras<br />

capturar a otro macho, él volvió a<br />

entrar de nuevo en la jaula, con un<br />

intervalo de apenas quince días tras su<br />

primera captura. Entonces comprendí<br />

que me estaba destinado; que ése gato<br />

no quería estar en la calle sino venirse<br />

conmigo, y lo tomé como una señal<br />

para adoptarlo sin pensármelo más.<br />

Gracias a aquella decisión (que fue más<br />

suya que mía), hoy aún está vivo y feliz.<br />

Así entró en mi casa, y aquí continúa.<br />

Pronto reveló su bondad y carácter afable:<br />

se lleva bien sin competencia con<br />

los otros tres miembros de su familia<br />

gatuna, y reparte besitos a diestro y<br />

siniestro en cuanto alguno se le pone a<br />

tiro: es lo que se llama un besador nato.<br />

Por otra parte, no ha abandonado su<br />

miedos ni sus tics de callejero: nadie<br />

que no sea yo lo ve cuando viene a<br />

casa, porque se esconde; y a mí sólo se<br />

me arrima cuando estoy en posición<br />

horizontal: mi altura de bípedo le<br />

sigue imponiendo muchísimo. No es<br />

fácil llevarlo al veterinario, porque se<br />

resiste enormemente a ser cogido en<br />

brazos, y cortarle las uñas es una lucha<br />

grecorromana que no tengo que<br />

mantener con el resto, que se fían<br />

totalmente de mí. Él, como digo, sólo<br />

me demuestra su “entrega” absoluta<br />

cuando me acuesto… Entonces hace<br />

algo muy característico, que yo he<br />

denominado “culimotricidad” o<br />

“fuerza culimotriz”, usando un término<br />

paracientífico pero muy adecuado:<br />

si le acaricias el lomo levanta el trasero<br />

con la fuerza de una catapulta, de<br />

modo que podría usarse tal energía<br />

para algún fin que aún no he aprovechado…<br />

pero sigo estudiándolo.<br />

Kay es tan bueno que, por no molestar,<br />

no se ha puesto jamás enfermo.<br />

Dada su resistencia a ser manejado,<br />

esto, aparte de ser una suerte para él,<br />

lo es para mí, que sólo para vacunarlo<br />

o ponerle el chip tengo que mantener<br />

un forcejeo con él que sufro yo más<br />

que él, os lo aseguro.<br />

Kay tiene el mejor pelaje del mundo;<br />

suave, sedoso y denso (vamos, como<br />

Platero); es la panterita más perfecta<br />

de todas las que he conocido. Tiene<br />

unos ojitos redondos, que te miran<br />

con una fijeza y un asombro propios<br />

de quien no pierde nunca la inocencia.<br />

<strong>La</strong> inocencia es una condición<br />

natural de los animales, pero en el<br />

caso de Kay es superlativa. A Kay,<br />

todo hay que decirlo, le sobra algún<br />

kilito, pero cuando tiene que salir<br />

corriendo quién lo diría, ya que<br />

muestra una agilidad sorprendente,<br />

la que por otra parte tienen todos los<br />

felinos, hasta los vejetes, tan bien<br />

diseñados están estos seres extraordinarios.<br />

Kay sólo las pía cuando me pide, en<br />

un perfecto “miau”, su ración de latita,<br />

que al final he acabado instituyendo<br />

para todos, porque para él es la<br />

mayor alegría del día. Y se pone muy<br />

pesado, puedo jurarlo, hasta que se la<br />

pongo delante y se la engulle con<br />

enorme fruición.<br />

En fin, que sepáis que si algún día<br />

hubiera una urgencia que obligara a<br />

sacar a mis gatos de casa (ya la hubo,<br />

pero antes de llegar Kay), y yo no<br />

estuviera presente, que hay cuatro<br />

gatos, y no tres, porque Kay nunca se<br />

deja ver. Seguramente tendríais que<br />

buscarlo debajo de mi cama o del sofá<br />

del salón, y os desearía la mejor suerte<br />

para poder atraparlo.<br />

Ah, se me olvidaba decir que su nombre<br />

está inspirado en el personaje de<br />

un cuento de Andersen, <strong>La</strong> Reina de<br />

las Nieves.<br />

Ana Jiménez Moreno<br />

“Para mantener una verdadera perspectiva de lo que<br />

valemos, todos deberíamos tener un perro que nos<br />

adore y un gato que nos ignore.”<br />

(Derek Bruce)<br />

Enviado por Andrés Recio González<br />

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