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Profesores, orgullo del Colegio - CCH - UNAM

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El 10 de octubre de este año,<br />

el doctor Juan Manuel<br />

Lozano Mejía pasó al mundo<br />

de los que nos iluminan con su<br />

ejemplo y su recuerdo. En la<br />

siguiente semblanza lo recordamos<br />

algunos de sus muchos alumnos.<br />

El doctor Lozano, como le<br />

llamábamos, era ante todo un<br />

maestro, un gran maestro. Nació el<br />

año en que la Universidad Nacional<br />

obtuvo la autonomía: 1929. Realizó<br />

sus estudios de Física en la Facultad<br />

de Ciencias, donde se licenció en<br />

1953 y más tarde, en 1960 obtuvo<br />

el grado de doctor en Física; fue<br />

investigador en el Instituto de Física<br />

desde 1955. Además, hizo una<br />

estancia posdoctoral en la<br />

Universidad de Princeton, Estados<br />

Unidos.<br />

El doctor Lozano convirtió a la<br />

Facultad de Ciencias en una de las<br />

facultades madre que dio origen al<br />

<strong>Colegio</strong> de Ciencias y Humanidades:<br />

de 1969 a 1973, fue director de la<br />

Nuestra gente<br />

Juan Juan Manuel Manuel Lozano, Lozano, maestro maestro de de maestros,<br />

maestros,<br />

amigo amigo de de amigos<br />

amigos<br />

Facultad de Ciencias, coincidiendo con el<br />

rectorado <strong>del</strong> doctor Pablo González<br />

Casanova y el proyecto Nueva Universidad.<br />

Participaría personalmente en su diseño y<br />

los siguientes 35 años, desde el Instituto de<br />

Física, sería parte de sus tareas cotidianas,<br />

era uno de nosotros.<br />

Poco afecto a los discursos y la<br />

solemnidad, el maestro Lozano evitaba las<br />

reuniones de funcionarios, aunque sí lo<br />

veíamos ocasionalmente en reuniones de<br />

trabajo, sobre todo de física, con su peculiar<br />

sentido <strong>del</strong> humor, opinaba, compartía su<br />

enorme experiencia, nos apoyaba y<br />

escuchaba.<br />

En cierta ocasión escribió un texto en el<br />

que explicaba por qué estaba enamorado<br />

de las matemáticas, “Confesiones de un viejo enamorado” y en donde nos<br />

refiere cómo llegó a cultivar ese sentimiento:<br />

“Mi maestro <strong>del</strong> segundo curso de Cálculo y <strong>del</strong> primero de Análisis fue<br />

Francisco Zubieta. Para entonces, ya éramos pocos alumnos y Zubieta<br />

podía ejercer su peculiar manera de enseñar. En realidad, no daba clase,<br />

sino que conversaba <strong>del</strong> tema y hacía que nosotros opináramos y dijéramos<br />

lo que se nos ocurría; si nuestra idea era buena, la comentaba y la empleaba<br />

en la argumentación, pero si la idea estaba equivocada o no venía a pelo,<br />

también la comentaba, y nos convencía de que la desecháramos. Así, poco<br />

a poco, la conversación se iba haciendo cada vez más reflexiva y cuidadosa,<br />

hasta que alguno de nosotros redondeaba las ideas, hacía una afirmación<br />

y explicaba por qué era correcta. En ese momento Zubieta hacía algunos<br />

comentarios finales, nos decía que ése era el teorema que quería demostrar,<br />

y que había sido encontrado por Euler, o por Gauss, o por algún otro de los<br />

grandes. Zubieta era un mago que se sacaba teoremas de las mangas y<br />

que nos hacía parir teoremas. Y así, sudando por el esfuerzo mental y en el<br />

colmo de la felicidad por haber redescubierto un teorema de Gauss, nos<br />

íbamos al café”.<br />

El profesor <strong>del</strong> Plantel Azcapotzalco, Jorge Marroquín de la Rosa,<br />

recuerda al maestro Lozano siempre dispuesto a enseñar:<br />

“Estábamos conversando, cuando sonaron tímidos golpes en la puerta<br />

de su cubículo, en el segundo piso (en realidad el décimo) <strong>del</strong> Instituto de<br />

Física. Detuvo su enérgico discurso para escuchar, y sin esperar más<br />

gritar: ¡a<strong>del</strong>ante! Con misteriosa lentitud, la puerta se abrió unos centímetros,<br />

apenas para que se asomara la cabecita de una joven. Con una sonrisa<br />

burlona, tal vez por la singular escena, Juan Manuel preguntó:<br />

—¿Necesitas algo? La joven estiró el brazo soltando la manija de la<br />

5 de noviembre de 2007 15 Gaceta <strong>CCH</strong> 1,150<br />

puerta, que se abrió un poco más,<br />

dejándonos ver que había otra<br />

personita, también de 15-16 años,<br />

con cara de espanto. — Queremos<br />

que nos expliquen la alineación de<br />

los planetas –dijo la más atrevida.<br />

En esos días, al atardecer, se veían<br />

2 y hasta 3 planetas en la misma<br />

región <strong>del</strong> cielo, generando todo tipo<br />

de inquietudes y comentarios.<br />

Algunos profesores cecehacheros<br />

‘canalizaban’ tal curiosidad,<br />

enviando a sus alumnos, tal vez sin<br />

mayores antecedentes, a investigar<br />

a los institutos de CU.<br />

Sonriendo, un tanto extrañado,<br />

les pregunté: — ¿No sería mejor ir<br />

a Astronomía? Ya fuimos y nos<br />

dijeron que no tienen tiempo, que<br />

viniéramos aquí. Hemos tocado en<br />

varias puertas pero todos…<br />

— ¡Pásenle! Dijo categórico<br />

Juan Manuel, sin dejarla terminar.<br />

Les ofreció asiento, caminó hacia su<br />

enorme pizarrón y, mientras les<br />

hablaba, se puso a dibujar<br />

semicírculos. En tanto, yo pensaba<br />

sobre el peregrinar de aquellas<br />

alumnas, por los pasillos<br />

universitarios para resolver una<br />

duda, hasta encontrarse con aquel<br />

singular investigador dispuesto a<br />

dedicarles un poco de su tiempo.<br />

Tal vez 30 minutos después,<br />

entusiasmadas, agradecidas, se<br />

pararon, se despidieron desde<br />

donde estaban y en forma<br />

atropellada, salieron y cerraron la<br />

puerta, dejándonos. Juan Manuel<br />

rodeó su escritorio para ocupar su<br />

lugar y, extrañamente serio,<br />

comentar: — Cuando discutimos la<br />

razón de que hubiera investigación,<br />

se pensó que así tendríamos una

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